El mayor del Ejército, Fabián Humberto Bueno, y su pequeña de siete años fueron hallados sin vida al interior de su vivienda en un conjunto residencial de la localidad de Suba, en Bogotá, la noche del pasado domingo 28 de julio. Las investigaciones apuntan a que el autor del crimen fue el propio hijo. La mamá se salvó de morir.
SEMANA conoció un informe judicial donde se detalla cómo ocurrieron los hechos. Allí se indicó que, en el momento en el que el adolescente estaría asesinando a las dos personas, la madre se encontraba en un restaurante de la ciudad. Cuando ella llegó a la casa, se encontró con la aterradora escena.
El posible victimario estaba inmóvil. A la mujer solo le dio la oportunidad de gritar. En ese instante, ella también fue atacada, pero logró salir de la residencia y pedir ayuda: “Mediante gritos de auxilio, alertaron a sus vecinos, quienes llamaron a los guardias de seguridad del conjunto. Estos acudieron al lugar y contactaron a la Policía”, se lee.
A los agentes de seguridad privada les tomó atravesar una ventana para poder ingresar al inmueble. El adolescente guardó silencio y no mostró señales de arrepentimiento. Cuando los uniformados acudieron al sitio, le vieron las manos limpias, pese a que dos habitaciones estaban inundadas de sangre.
El cuerpo del mayor estaba en el suelo, de lado, y con el centenar de heridas repartidas por las extremidades, el pecho y la espalda. La misma escena acompañaba a la niña, pero en el otro cuarto. En las versiones entregadas por los vecinos se relata que no oyeron gritos antes de la llegada de la madre.
El informe advierte que hubo una discusión previa entre el menor y sus padres, sin atreverse a asegurar que ese fue el detonante del ataque. Sin embargo, las declaraciones de los vecinos y del personal de seguridad en el conjunto residencial fueron suficientes para aprehenderlo y dejarlo a disposición de la Policía.
Los rastros en el lugar de los hechos advierten una escena confusa que, hasta el momento, no se puede confrontar con nada, pues el principal sospechoso y confeso asesino se negó a declarar, guardó silencio y así se mantuvo hasta que se limitó a reconocer su responsabilidad ante el juez de menores.