En el auditorio de un reconocido hotel de Tel Aviv (Israel), estaban más de 160 personas de 12 naciones diferentes esperando ansiosos que por la puerta cruzara William Arana, tan pronto se enteraron de que él estaba en ese país. El sudor en las manos, las piernas gelatinosas y los fuertes latidos del corazón de sus seguidores, hacían pensar a quienes nunca habían escuchado ese nombre que se trataba de una estrella del cine, o un jugador de futbol profesional. Pero no, es un colombiano que todas las mañanas graba un audio de no más de seis minutos en el que habla de la importancia de Dios en la vida, contando historias cotidianas y basándose en lo que dice la biblia.
“A mí me llegó su mensaje por WhatsApp, una mañana que un amigo que vive en Roma (Italia) me lo pasó, a él se lo envía una tía que vive en Costa Rica”, dice María, quien nació y está radicada en República Dominicana, la misma que asegura, al igual que muchos, que cuando Arana habla, con su voz grave, pareciera que se dirigiera únicamente a ella. “Él ya forma parte de mi familia, nos sentamos con mis hijos a desayunar mientras lo escuchamos o cuando vamos camino a la escuela en el carro”, indica Camilo Jaramillo quien viajó con su esposa Paula desde La Florida (Estados Unidos) con la ilusión de conocerlo, mientras una mujer canadiense asentía con un ligero movimiento de cabeza, tratando de indicar que ella tiene la misma experiencia y resumiendo así el boom del bogotano que se presenta únicamente como “Soy la voz de La Dosis Diaria” y que así desde hace más de siete años está traspasando fronteras.
Sentados en un café de Jerusalén (Israel) William Arana atendió al equipo periodístico de SEMANA, en donde la primera aclaración que hizo es que él no es la sensación del momento, sino que solo le sirve a un Dios que le ha tendido la mano en los momentos más difíciles de su vida. Se ve imponente con un metro con 80 centímetros de estatura y 85 kilos de peso, pero por más fuerte que parezca asegura que el dolor que ha experimentado en su vida lo ha llevado a estar tendido en el piso y llorando como un niño pequeño que solo busca el abrazo de su padre.
Cada vez que pasa por la calle 138, con Autopista Norte, en Bogotá, frente a la casa en la que le arrendaron una habitación en el año 2000 dice que se estremece porque allí era en donde vivía su guayabo físico y emocional. Para ese entonces era un reconocido locutor comercial, hacía más de 16 voces para canales internacionales como National Geographic, Cartoon Network, fue escogido como la voz de Homero Simpson para Colombia, las marcas más destacadas y agencias publicitarias del país pagaban lo que fuera porque la voz de William Arana estuviera en sus comerciales. Un mes bajito en ingresos hace 22 años superaba los $10.000.000.
Pero así mismo gastaba en trago, inicialmente tomaba cada 8 días whiskey, luego, dos veces por semana, hasta que se convirtió en un hábito diario. Con el trago vino el consumo de droga entre reuniones sociales de alta élite. La cocaína se apoderó de su vida y mientras tanto lastimaba a decenas de mujeres entre ellas la mamá de sus hijos, que se terminó llevando a los niños a vivir fuera del país. Y a su madre, la señora Carmen, “ella dobló mucha rodilla por mi ante Dios”, dice Arana tratando de pasar saliva.
Ya con 57 eneros que tiene encima Arana es consiente que el estilo de vida que llevó fue producto del no sentirse valorado. Su padre lo abandonó cuando él tenía 12 años. Las palabras que él recuerda le decía, eran: “Usted es un imbécil, bruto, no sirve para nada”, describe que eso era lo que escuchaba mientras recibía golpes. También maltrataba a su mamá. Cuando su padre se fue de la casa, Arana siendo solo un niño se hizo cargo de los gastos del hogar que implicaban mantener a sus tres hermanos. Él es el segundo de cuatro hijos que tuvo la señora Carmen. Salió a vender esponjillas en la calle, a trabajar en construcción, entre otros oficios. Siempre buscó la aceptación y cariño de sus “amigos”, por eso les gastaba lo que pidieran y a medida que fue creciendo les pagaba el trago para garantizar que así se quedaran acompañándolo. Intentó suicidarse al menos 4 veces, a los 14, 15, 18 y 20 años.
Sí conocía de Dios, pero por obligación, su mamá lo llevaba a una iglesia desde muy pequeño donde alguna vez alguien le dijo que él estaba destinado a servirle a Dios y que su voz llegaría a diferentes naciones. Algo que le entraba por un oído y le salía por el otro. Tenía otros sueños, quería meterse a la caja mágica que estaba en la sala de su casa por donde escuchaba las radionovelas a falta de televisión.
Él quería llegar ahí, pero a narrar futbol. La pasión incrementaba cada que pasaba al frente del estadio el Campin en la capital del país cuando era el mensajero de una firma de abogados. Quizás en ese momento sí le convenía pensar que había un Dios a que le pedía para que le hiciera el milagro. Y se lo hizo. En el barrio dónde vivía en el sur de Bogotá estaba Roberto Hernández. Un narrador deportivo que lo llevó como auxiliar, ayudaba a cargar cables y un día el locutor comercial no fue, en ese momento lo pusieron a leer a él. Sabe que no era el mejor, pero poco a poco se fue puliendo hasta llegar a trabajar con William Vinasco, en su cadena radial y ser el narrador junto con Edgar Perea en la serie de televisión La Selección.
Mientras muchos creían que había alcanzado la cima, él estaba sumergido en la depresión y la dependencia de las drogas, en aquel cuarto ubicado en el norte de Bogotá. “Me sentía como una basura”, cuenta que de repente escuchó un comercial en televisión donde un pastor dijo: “Dios te ama”. Esa frase lo hizo sentir más miserable. “A mí no, yo siempre lo defraudo, como el pastorcito mentiroso” fue lo que él dijo William Arana antes de caer al piso ahogado en llanto y aun así desafío a Dios, “si me amas dame un abrazo”, exclamó. En ese momento da testimonio de que sucedió algo sobrenatural: “Sentí el calor de un abrazo, no sé como explicarlo”. Al siguiente día y durante los próximos cuatro no sintió el deseo de fumarse las tres cajetillas de cigarrillo que consumía a diario, tampoco quiso beber y mucho menos consumir drogas, pensó que estaba curado, pero al quinto día cayó de nuevo y más profundo. Luego de eso entendió que Dios le demostró que si quería podía pasar un día sin intoxicarse y activó lo que llaman la fuerza de voluntad. “No todo es tarea de Dios, para eso nos dio el libre albedrío”, resalta.
En medio de los romances que tuvo en fiestas, conoció a la actriz Martha Ginneth, con quien tuvo una relación que terminó de manera difícil, pero luego de seis años cuando Arana tenía un nuevo estilo de vida se reencontraron. “Dios no une a persona, sino propósitos”, dice ella.
Arana le prometió a Dios que su voz, la que considera un don, solo sería para promocionarlo a él y rechazó todas las ofertas comerciales que le hicieron. Desde diciembre del 2000 no volvió a ser el mismo. Pasó de ganar millones de pesos a trabajar en una iglesia cristiana en la que solo ganaba $500.000 al mes sin ningún otro beneficio, ni siquiera los de ley. “Me dieron un papelito firmado donde decía cuánto me pagarían, y con ese papel fui al baño y me arrodillé agradeciéndole a Dios, con los años la cifra se multiplicó”, tiene claro que lo importante no es la plata, sino llevar el mensaje. Aunque no vive para nada mal y sigue siendo el proveedor de doña Carmen quién aún no dimensiona el reconocimiento que ha tenido su hijo.
La Dosis Diaria nació con un fragmento que él hacía al final de uno de sus programas radiales, en el que daba una reflexión y alguien le dijo: “William, ¿puedo cortar esa partecita de programa para mandársela a un amigo por celular?”, no le puso problema, y poco a poco se convirtió en un alimento para el alma, que va en la fundación del Ministerio Roka Pasión por las Almas. Cuantificar cuántas personas escuchan sus reflexiones es difícil, pues no se pueden medir las cadenas de WhatsApp.
Sin embargo, en YouTube casi dos millones de personas están suscritas a su canal y más de 133.000 lo siguen en Instagram. A todos cada vez que puede les dice: “Oren mucho por mí que yo estaré orando por ustedes. Un día te conoceré y te abrazaré”, por eso no es extraño que sin importar la parte del mundo en el que se encuentre él esté repartiendo abrazos.