Desde la semana pasada, el futuro de Aida Victoria Merlano se había convertido en uno de los temas más sonados de las noticias. El juez 20 de conocimiento había hecho pública su decisión en el caso de la influencer y proyectado el sentido del fallo: condenatorio. Sin embargo, estaba pendiente saber cuál era la pena. Finalmente, este martes 13 de septiembre, el magistrado leyó su sentencia: 90 meses. Es decir, 7.5 años de prisión.
El juez 20 de conocimiento hizo una larga y muy sustentada argumentación para presentar su condena. Aseguró que “el suministro de esos elementos, preparados con antelación”, en su criterio demuestra que más que cómplice, Aida Victoria fue coautora de la fuga. “El joven tuvo una participación activa en la fuga de su madre y de eso era plenamente consciente su hermana Aida Victoria”, dijo el jurista.
El juez aseguró que “para la procesada era más que evidente” que se trataba de un menor de edad, pues era su hermano. La misma situación no aplicaba para el odontólogo y las demás personas que estaban en el consultorio, que no tenían por qué saber que estaban frente a alguien que aún no cumplía los 18 años.
“Sí me condenaron, me condenaron la semana pasada, pero mañana pueden para dos cosas: me permiten esperar el fallo de segunda instancia en libertad o me privan de la libertad”, había dicho la joven en un mensaje publicado en sus redes sociales antes de que se pronunciara el juez.
Merlano ha venido narrando por Instagram todo su proceso. “Sí, me condenaron hace unas horas. A diferencia de lo que la gente pueda pensar, que son cuatro años en donde no me van a dar cárcel o que me pueden dar casa por cárcel, lo que la Fiscalía está pidiendo es 17 años de prisión, sin acceso a casa por cárcel”, contó desconsolada y entre sollozos apenas se conoció el fallo la semana pasada.
El fallo judicial contrasta con la actitud que la joven ha tenido en el caso. El juez consideró que ella no era un personaje accidental en la fuga de su madre, sino que había participado activamente en ese proceso.
Así fue la fuga de Aida Victoria Merlano:
SEMANA conoció todo el expediente de la joven Merlano, en el que se detallan los argumentos para ponerla tras las rejas por participar en la fuga de su mamá, con una agravante: usó un menor de edad para cometer el delito, nada menos que su hermano. Así lo dijo con contundencia el juez penal del Circuito de Bogotá, Diógenes Manchola, que ya emitió la decisión.
Fueron solo unas horas las que estuvo Aida Victoria Merlano con su mamá en el consultorio odontológico, casi tres años de fama por este hecho, y ahora será casi una década de condena por su participación en estos delitos.
La reconstrucción de los hechos realizada por la Fiscalía resulta demoledora y tumba toda la coartada que cuidadosamente armaron los Merlano y que se les fue al piso.
Así fue el plan
Sobre las diez de la mañana llegaron los hermanos Merlano al consultorio ubicado en el norte de Bogotá. El entonces menor de edad Esteban José Manzaneda vestía jean, camiseta blanca, buzo negro, tenis y gorra blancos; además, cargaba un morral negro. Esta maleta es la clave de la fuga. Nunca se la quitó de la espalda, de acuerdo con los registros fílmicos; lucía nervioso, se comía las uñas y estaba inquieto. Con el morral entró al baño. Era parte del plan.
Mientras tanto, su hermana Aída había pedido unas hamburguesas que llegaron en bolsas, las repartieron y la excongresista Aída Merlano tomó una en las manos y se dirigió al mismo baño al que momentos antes había entrado su hijo menor de edad. La vuelta estaba hecha.
La bolsa desocupada con la que entró la hoy prófuga ya no lucía vacía, por el contrario, tenía varios elementos adentro. ¿De qué se trataba? La conclusión es clara: su hijo llevaba en la maleta la cuerda roja, los guantes, la ropa y hasta una peluca que dejó en el lugar, a la espera de que su mamá los recogiera, como efectivamente lo hizo.
Mientras tanto, Esteban, el menor que no era tampoco un niño, pues estaba a un mes de cumplir la mayoría de edad, se quedó afuera del consultorio para distraer a la guardia del Inpec.
En el consultorio, el plan avanzaba según lo acordado. Faltando diez minutos para las cuatro de la tarde, Aída Victoria usó su celular y su mamá, como si fuera un asunto normal, se cambió la ropa y puso la mentada maleta cerca de la ventana.
De ahí sacó la cuerda que la conduciría a la libertad. Su hija le señaló un lugar donde podía amarrarla y una caneca para ocultarla mientras hacían el movimiento. Todo pasaba al frente de los ojos de la influencer Aída Victoria; incluso delante de ella se puso los guantes y luego le entregó un celular a su mamá.
Hubo un momento en el que estaban los tres Merlano en el consultorio con el odontólogo Javier Guillermo Cely. Los hijos de la congresista prófuga se despidieron, tomaron algunos elementos y salieron un momento acompañados de Cely.
Fue en ese momento en que Aída Merlano Rebolledo se lanzó por la ventana y emprendió la huida en la moto que la esperaba a la salida del parqueadero del edificio. Sin embargo, es claro para el juez que la coordinación y la fuga no se podía dar sin que alguien avisara al motorizado.
¿Quién lo hizo? Su hija, la influencer, era la única que usaba un celular en el lugar y dio las señas. También le entregó un teléfono a su mamá.
La coartada
La reconstrucción minuto a minuto de los hechos tumbó el plan para lograr la impunidad. La excongresista Merlano ha asegurado que sus hijos no tuvieron nada que ver en los hechos, que la cuerda, los guantes y hasta la peluca los metió en una faja con la que salió de la cárcel.
Esta autoincriminación cayó fácilmente. La guardiana del Inpec Judith Natalia Espinosa, en dos ocasiones, dijo que había requisado a Merlano y que no tenía ninguna cuerda o guantes, mucho menos una faja. Aseguró que estas prendas no son permitidas en la cárcel.
La excongresista condenada por corrupción electoral hizo, al llegar al sitio, un escándalo para que la dejaran a solas con sus hijos en el consultorio y que le respetaran la privacidad por tratarse de un procedimiento médico-odontológico. Sin embargo, su hijo menor de edad solo estuvo unos minutos, porque salió para ser campanero y evitar que miembros del Inpec ingresaran. Su hermana, mientras tanto, ayudó, con disimulo, a su mamá a cumplir con lo acordado.
El plan en ese momento funcionó, cumplieron la intención de lograr la fuga de Aída Merlano Rebolledo, pero ahora la jugada les está pasando cuenta de cobro. La influencer tiene un pie en la cárcel y, según pudo establecer SEMANA, a su hermano, menor de edad, pero al que solo le faltaba un mes para cumplir los 18 años en ese entonces, le pueden caer también repercusiones penales.
Lo claro, y así le aseguran penalistas a este medio, es que la defensa judicial de la influencer dejó mucho que desear. Planteó un testimonio con Aída Victoria que no fue bien preparado y se convirtió en una especie de autoincriminación cuando dijo que “sí había visto una cuerda y que sentía que algo iba a pasar”.
No se desvirtuaron de manera suficiente las pruebas que hasta el momento dejaban solo indicios, pues el video de lo ocurrido dentro del consultorio fue declarado ilegal por ser violatorio de la intimidad y, además, en el sistema penal colombiano, la responsabilidad no debe dejar lugar a dudas.
La sentencia está dictada por el juez penal de Bogotá: “Si la soga y los guantes por ninguna manera se le suministraron a Aída Merlano Rebolledo por alguna persona diferente a sus dos hijos, la conclusión, en criterio del despacho, es que los llevaba el joven Esteban José Manzaneda en el bolso, y es evidente la responsabilidad penal de Aída Victoria Merlano en la comisión de estos delitos”.
“El simple hecho de ponerse de acuerdo y usar a su hermano menor de edad, siendo ella conocedora de esa situación, son argumentos con los que anuncio que se dictará sentencia de carácter condenatorio en su contra por los punibles de fuga de presos y uso de menores de edad en la comisión de delitos”, con esas palabras, solo bastaba esperar hasta hoy 13 de septiembre para que le determinaran los años de prisión.
El lío no para ahí, tal como reveló SEMANA, Aída Victoria está lista para ser imputada por el delito de lavado de activos. Literalmente, un problema de once varas.