No tenía luz, agua, alcantarillado, teléfono, vías ni un techo donde dormir. Aun así, la hermana Alba Stella Barreto decidió quedarse en el distrito de Aguablanca, al oriente de Cali. Desde que llegó a este lugar –una de las invasiones más grandes de América Latina– supo que su misión estaba lejos de las comodidades como directora del Colegio Alvernia en Bogotá y más cerca de los desposeídos, tal como lo mandaba la Teología de la Liberación. Su primer paso fue organizar una olla comunitaria. Desde entonces lleva 27 años repartiendo sus tiempo entre los 250 almuerzos que entrega a diario, la posada para los desplazados, el hogar para las madres adolescentes, la sala cuna y los hogares para los niños, el Colegio Semilla de Mostaza y las casas para los jóvenes. ‘La hermana’, como todos la siguen llamando pese a que colgó los hábitos hace más de dos décadas, siempre está ideando formas para desafiar la pobreza. Por eso fue una de las primeras en el país en hablar de microcréditos para los más necesitados, un sueño que materializó con la Cooperativa Semilla de Mostaza. Ahora la desvela la violencia en las comunas. “Hoy la mayoría de las calles están pavimentadas, ya no hay cambuches sino casas de material, pero las condiciones de seguridad son peores”, denuncia.