Pocos minutos después de las 7:00 a. m. del 21 de octubre de 1982, los despachos de las agencias AP, AFP y EFE empezaron a ser recibidos por el télex de la sala de redacción de la emisora Caracol, en el segundo piso del edificio de la calle 19 n.° 8-48, en el centro de Bogotá.

Uno de los periodistas del turno de la madrugada, encargado de recortar las hojas que desprendía el aparato, subió con los tres cables al tercer piso, donde se ubicaba el máster y la cabina principal.

Yamid Amat, director del espacio radial de la mañana, recibió los cables mientras la transmisión era interrumpida por una cortinilla para anunciar una “bomba” periodística, misma que, años después, fue preludio de terror, al anteceder a los reportes de carros bomba o magnicidios que se hicieron frecuente aquella década: “Cuando la noticia se produce, Caracol se la comunica… ¡Extra! Ofrecemos en Caracol un boletín extraordinario de última hora”.

“Urgente. Gabriel García Márquez, acaba de ganar el Premio Nobel de Literatura. Repito. Gabriel García Márquez, nobel de Literatura”. Las palabras del entonces director de 6AM, escuetas, como telegrama timbrado por el telegrafista de Aracataca, transformaron el jueves 21 de octubre de 1982 en un 20 de julio en Colombia.

La noticia, como el nombre de la reciente novela que había publicado -Crónica de una muerte anunciada (1981)-, se advertía desde varios años atrás, por lo que los periodistas y reporteros siempre estaban en guardia al cable de Estocolmo.

El teléfono gris del dormitorio principal de la casa 144 de la calle Fuego, de la colonia Pedregal del Ángel, Ciudad de México, donde García Márquez residía con su esposa Mercedes Barcha, su hijo Rodrigo (23 años entonces), y Ubalda, empleada doméstica mexicana de la familia, no paró de sonar. Yamid Amat tuvo la suerte de tener la primicia de sacar al aire al nobel de 1982.

“Me acaban de despertar con la noticia de que soy premio nobel… es una sensación muy rara, todavía no estoy seguro de que he despertado…., estoy en la cama pero no estoy seguro que he despertado, a lo mejor estoy soñando que usted me está llamando. Todavía no he tenido tiempo de emocionarme sino de contestar el teléfono... De todas maneras, esto hay que asimilarlo, no he acabado de despertar”, fueron las palabras de García Márquez.

Carlos Ruiz, periodista del noticiero CM&, las escuchó en la Casa de Nariño, pues hace 40 años cubría la fuente de Presidencia de la República para Caracol. Una vez recogió la declaración oficial del presidente Belisario Betancur, salió a las calles para recoger declaraciones de miles de bogotanos que salieron ese jueves 21 de octubre, que se convirtió en el más jubiloso de los festivos patrios que se recuerden.

En épocas en las que ni se atisbaba el teléfono celular o las redes sociales, Ruiz -como muchos de sus colegas- recorrió el centro con un maletín a la espalda, que en el gremio llamaban “cacorros”, y que en los años ochenta era la última tecnología para transmitir desde el lugar de los hechos.

Ruiz, como todos los periodistas que ese día recorrieron las calles del país, pudo comprobar el poco conocimiento de muchos colombianos sobre la obra de su novelista, solo les importaba su condición de paisano para celebrar.

No fue la única primicia de 6AM, pues otro de sus periodistas, Juan Gossaín, se anticipó, incluso al propio García Márquez, en dar con la señora Luisa Santiaga Márquez Iguarán, madre del escritor. “Qué bueno. Este Nobel que servirá al menos para que me arreglen el teléfono”, fueron sus primeras declaraciones, varias horas antes de que su hijo la pudiera ubicar.