Esa mañana del 2 de agosto, Nicolás Petro se presentó con su entonces abogado, David Teleki, ante los fiscales para rendir su interrogatorio que le permitiría iniciar un proceso de colaboración con la justicia. Llevaba 4 días preso en el Búnker de la Fiscalía. Lo habían capturado el 29 de julio por enriquecimiento ilícito y lavado de activos.

Lo primero que le preguntaron fue si había asistido voluntariamente. Él respondió: “sí”. También quedó la evidencia, en video, cuando respondió que no estaba bajo ninguna presión. Además, se vio tranquilo en la diligencia conocida por SEMANA.

Allí nunca fue inducido a responder con preguntas capciosas. Su tono en la declaración fue pausado, al igual que el de los fiscales.

Nicolás estaba a las puertas de la cárcel tras ser imputado por cargos gravísimos y con pruebas contundentes en su contra. Además, el testimonio de su exesposa, Day Vásquez, se convirtió en la piedra angular del proceso contra el hijo de Gustavo Petro, presidente de Colombia.

La audiencia transcurrió en calma y tuvo varias pausas para almorzar, ir al baño y hasta para cambiar de tema. Por todo esto, llama la atención que, tras el anuncio de la Fiscalía de llevarlo a juicio, Nicolás Petro haya dicho que lo presionaron hasta el “límite” para convertirlo en “un arma” contra su papá. Lo que se ve en la grabación del interrogatorio es todo lo contrario a lo que él argumentó.

Sus ataques al fiscal Francisco Barbosa y a la Fiscalía tampoco son aceptables. Pero sobre todo son disonantes confrontados con las pruebas contra Nicolás y su confesión. Su testimonio es demoledor y determinante contra sí mismo, su papá, Verónica Alcocer, Laura Sarabia, los empresarios Euclides Torres y Christian Daes y otros como Armando Benedetti, y los congresistas Agmeth Scaf y Pedro Flórez.

La justicia le tendió la mano a Nicolás Petro en el peor momento de su vida, cuando estaba a punto de ir a la cárcel, tras ser capturado, y le dio la oportunidad de colaborar a cambio de beneficios. El primero fue dejarlo en libertad. No deja de ser extraño cuando dijo que sabía que la Fiscalía “no era de fiar”.

La frase que más llamó la atención de su pronunciamiento fue: “Decidí levantarme y no arrodillarme ante el verdugo”. La palabra “verdugo” la usó públicamente Gustavo Petro para aconsejar a su hijo detenido. Entonces, Nicolás le dijo a SEMANA: “No me voy a inmolar por mi papá”. Pero todo parece indicar que sí se está inmolando. Lo importante es que, en todo caso, alcanzó a contar la verdad; el país tiene derecho a conocerla y a que se haga justicia.