Corría el año 2005. El entonces presidente Álvaro Uribe sorprendió al país al hablar del Estado de opinión. Con una favorabilidad por encima del 60 por ciento y la estrategia de la seguridad democrática en marcha, el mandatario puso a discutir a todos sobre esa figura de cara a su reelección. Palabras más, palabras menos, lo que Uribe quería decir por aquel entonces era que la opinión de las mayorías podía estar incluso por encima del Estado de derecho. La voz del pueblo como un bien supremo. Ahora, 14 años después, Uribe no solo perdió a ese Estado de opinión, sino que se le devolvió y lo tiene en su contra. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo se explica este fenómeno? La desaprobación de Uribe llegó al 66 por ciento, lo que lo convierte en el político más impopular de todos los que mide esta firma encuestadora desde diciembre de 1996 El expresidente Uribe arrastra la imagen más desfavorable en la historia de la encuesta de Gallup. Su desaprobación llegó al 66 por ciento, lo que lo convierte en el político más impopular de todos los que mide esta firma encuestadora desde diciembre de 1996. Uribe registra un mayor rechazo que su rival ideológico por excelencia, el senador Gustavo Petro, cuyo desfavorable en esta encuesta llegó al 56 por ciento.
Adicional a ello, el favorable de Uribe va en picada. En agosto de 2018 estaba en el 42 por ciento y ahora, en diciembre de 2019, está en sus mínimos históricos: solo el 26 por ciento tiene una buena imagen del expresidente, el mismo que en 2018 ayudó a elegir al senador Iván Duque como presidente de la república y el mismo que en 2016 lideró el voto por el No que a la postre triunfó en el plebiscito por la paz. Atrás quedó la luna de miel de Uribe con la opinión pública. En su segundo mandato, hacia julio del 2008, cuando en su gobierno se hizo la Operación Jaque para liberar a Íngrid Betancourt y otros secuestrados, el 85 por ciento de los encuestados por Gallup tenía una imagen favorable del entonces presidente. Apenas una minoría, el 10 por ciento, decía tener una imagen desfavorable sobre él. Un hito histórico de popularidad y conexión con la gente que ni Gaviria, ni Samper, ni Pastrana, ni Santos lograron alcanzar. Cuando en su gobierno se hizo la Operación Jaque, el 85 por ciento de los encuestados por Gallup tenía una imagen favorable del entonces presidente Pero ahora la realidad se invirtió y el desplome de la popularidad de Uribe es una de las noticias políticas con las que cierra 2019. Si se revisa la encuesta de Gallup, dicha caída empieza a evidenciarse desde febrero de 2018, en el segundo gobierno de Juan Manuel Santos. Hoy, la pregunta que medio país se hace es ¿cómo se explica que el expresidente más popular de la historia del país se haya convertido en el político con la imagen más desfavorable?
Ernesto Borda, director de la firma Trust, que realiza análisis de coyuntura, señala que Colombia atraviesa por una tendencia que se evidenció en las pasadas elecciones regionales, y es que la “opinión tiene un hastío hacia la polarización y la confrontación política”, algo que encarna Uribe como voz líder de un sector de derecha que se opuso al acuerdo de paz con las Farc y a los ocho años de gobierno de Santos. “Ni el temor ni la ira, que han sido los instrumentos usados por el uribismo radical para preservar la favorabilidad son ahora efectivos”, anota Borda. El temor y la ira, básicamente, se han reflejado en las famosas tesis del castrochavismo que se tomaría a Colombia o del país en manos de las Farc, fruto del acuerdo de paz. Ninguna de las dos prosperó en la vida real, pero tampoco ninguna de las dos fue asumida por la opinión pública, pese a que estuvieron presentes en el discurso de Uribe durante los ocho años de Santos en la Casa de Nariño. La agenda del país también ha variado. La Colombia con la que Uribe se conectó, entre el 2002 y el 2010, es muy distinta a la Colombia del cacerolazo y la protesta social. A los colombianos ya no les preocupa igual la mano dura de la guerra sin cuartel contra las Farc, que enarboló Uribe, sino hay nuevas preocupaciones, casi que de tipo global, como el cambio climático, el medioambiente o la calidad de vida, donde el expresidente no es un referente inmediato. La Colombia con la que Uribe se conectó, entre el 2002 y el 2010, es muy distinta a la Colombia del cacerolazo y la protesta social. A la par con ello, los escándalos judiciales también le están pasando una factura muy alta a Uribe. La imagen inédita de un expresidente ingresando a responder ante la Corte Suprema de Justicia, por posible manipulación de testigos, ha lesionado su capital político de una manera importante. "Uribe se vovió un factor de irritación para un sector del país con el que antes sintonizaba y que ahora lo soporta menos. También hay que tener en cuenta que la gente esperaba algo diferente del Gobierno Duque, al que le adjudican buenas intenciones, pero una incapacidad grande para ejecutar. Y el país pensaba que Uribe iba a ayudar a sostener al Gobierno y siento que no ha desempeñado ese rol. Eso influye también en su imagen desfavorable", dice el reconocido analista argentino Ángel Becassino.
Augusto Reyes, director de la firma de consultoría política Poder y poder, agrega que Uribe, hoy senador del Centro Democrático, debió pensar en un retiro de la vida pública. “En política es importante identificar la fecha de vencimiento. Extenderla con elegancia es una virtud, pero desconocerla es un capricho. Ahí está el foco de lo que ha sido, en términos de imagen pública, la erosión de Uribe. Él pudo haberse retirado por la puerta grande, pero al ver que no había liderazgos fuertes en la derecha optó por seguir participando en política”, señala Reyes. En los sectores de derecha, lo que dice Reyes es visto como una verdad. En el propio Centro Democrático, tras la derrota sufrida en las elecciones regionales, muchos se preguntaron si llegó la hora de un relevo generacional. “Es curioso que a Uribe le haya hecho más daño un año de gobierno de Duque, es decir de filosofía uribista, que los ocho años de santismo”, anota Reyes. “Es curioso que a Uribe le haya hecho más daño un año de gobierno de Duque, es decir de filosofía uribista, que los ocho años de santismo”, Augusto Reyes Este jueves, en diálogo con La W, Uribe habló de la encuesta de Gallup. "Lo mío es difícil", dijo sobre los resultados. "Hay que aceptarlos con humildad y que eso no me prive de seguir trabajando de buena fe por Colombia". El expresidente señaló que hay una "infamia" en su contra y lamentó que, en medio del paro, muchos jóvenes cantaran "Uribe paraco". Luego hizo un recuento de sus éxitos durante los ocho años al frente de la Casa de Nariño. "A la juventud no le han dicho que este país pasó de 28.000 asesinatos a 15.000; que este país redujo la pobreza del 52 al 37 por ciento; que este país pasó de 2.500 dólares de ingreso per cápita a más de 6.000; que mejoró el coeficiente Gini (que mide la desigualdad). Fue el Gobierno que desmontó el paramilitarismo". Uribe, pese a ello, dijo que no iba a sacar "ninguna disculpa" frente a la caída libre que se ve en los indicadores de su popularidad. Por el tono en el que habló, el senador se ve afectado por los resultados. En el libro ‘Las ficciones del poder, patriotismo, medios de comunicación y reorientación afectiva de los colombianos bajo Uribe Vélez‘, el profesor Fabio López de la Roche, de la Universidad Nacional, explica que Uribe logró en su momento una "enorme autoridad frente a la opinión pública", entre otras razones, gracias a un enemigo único: las Farc. El país cambió. Se firmó la paz con las Farc y las preocupaciones ciudadanas son otras. Bajo ese contexto, el Estado de opinión de Uribe ya no existe. Es historia patria.