Álvaro Uribe demostró esta semana que, en medio de su detención domiciliaria y sin poder ejercer su labor de senador, seguirá tirando línea para incidir en la coyuntura nacional. El uribismo no se entiende sin Uribe y nadie se atreve a plantear un relevo. Por esa razón, de ahora en adelante habrá una especie de uribismo 2.0, que tendrá como eje lo que diga el líder del Centro Democrático en sus redes sociales o las instrucciones que entregue en su comunicación permanente y diaria con sus bases desde la hacienda El Ubérrimo. La fotografía que publicó con el número que lo identifica como preso (el 1087985) refleja el tono y la forma que usará el exmandatario en su defensa. La base de su discurso será un mantra que repetirán sus seguidores: Uribe es víctima de una persecución judicial y ahí están incidiendo las Farc y “su nueva generación y aliados”. Esta tesis está lejos de ser una realidad y hasta ahora nadie ha probado que en el proceso de Uribe haya influencia alguna de la extinta guerrilla. Pero el expresidente es consciente de que vincular una cosa con la otra resulta rentable y ofrece réditos de cara a la opinión pública.
Que el hombre que combatió a las Farc esté preso y los exguerrilleros estén libres y sesionando en el Congreso cala en el imaginario de un sector de la población, pese a que cada caso es distinto y los procesos no son comparables. Esta semana, al dar a conocer que había superado el coronavirus, Uribe volvió a la carga y calificó de virus a los magistrados José Luis Barceló y César Augusto Reyes, que han llevado su proceso por presunto soborno en actuación penal y fraude procesal. Y en el mismo sentido se refirió a lo que él llama la “juventud Farc” al decir que también es un virus que está “combatiendo con el antibiótico de la verdad”.
Sin embargo, esta defensa política no ha surtido el efecto esperado hasta ahora, y las anunciadas marchas y caravanas en varias ciudades no tuvieron suficiente convocatoria ni tampoco mucho eco. La espuma de la indignación en las calles duró pocas horas y la controversia se desarrollará en otros escenarios.
En todas las encuestas divulgadas, más de la mitad de los consultados respaldan la decisión de la Corte Suprema de Justicia contra Uribe. En el sondeo con los resultados más apretados, realizado por Invamer, el 53 por ciento dijo apoyar la detención domiciliaria. La detención no alteró de forma significativa la imagen de Uribe, que de tiempo atrás viene cayendo. Antes de que lo recluyeran, el 50 por ciento tenía una imagen desfavorable de él. Ya detenido, el mismo porcentaje opina lo mismo, según la encuesta de Invamer. Su favorabilidad solo aumentó levemente en dos puntos (del 45 al 47 por ciento).
Las marchas y las caravanas no han tenido el impacto esperado. La espuma de la indignación solo duró unas pocas horas tras la detención domiciliaria. La estrategia es clara Uribe y el Centro Democrático ya definieron una estrategia que contempla acciones en varios frentes. En el político, los congresistas aprovechan las sesiones para exigir insistentemente la libertad del exmandatario, atacar a la oposición y cuestionar la justicia. Piden a diario una constituyente a fin de unificar las cortes y acabar con la Jurisdicción Especial para la Paz. Como no habrá uribismo sin Uribe, la agenda del partido también dio un giro de 180 grados y está totalmente al servicio de su líder. Algunos congresistas habían dicho que no iba a afectar la agenda legislativa. Pero lo cierto es que están más concentrados en cómo sacar a Uribe del escenario judicial que en la agenda del Congreso o la defensa de Duque y su gabinete. En el partido nadie piensa en relevar a Uribe ni tampoco en nombrar a alguien que sustituya su vocería mientras avanza el largo proceso que le espera en la Corte Suprema de Justicia. Desde su finca en Córdoba, el expresidente seguirá mandando y su figura seguirá gravitando. “Su liderazgo no se apagará”, aseguró Nubia Stella Martínez, directora del Centro Democrático. En el plano judicial, el uribismo recorrerá el mismo camino que siguió Gustavo Petro cuando el procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó de la Alcaldía por el caos en la puesta en marcha del nuevo modelo de aseo. Ese plan consiste en impulsar una ‘tutelatón cívica’, como la han llamado, para inundar de acciones de tutela los despachos judiciales.
Los simpatizantes de Uribe van a reclamar, por medio de esta vía judicial, que la decisión de la corte vulnera el derecho al voto de 875.554 personas que eligieron senador al expresidente en 2018. El artículo 40 de la Constitución, que establece el derecho a elegir y ser elegido, servirá de caballo de batalla del uribismo en la ‘tutelatón’. “Al dictar medida de aseguramiento en contra del senador Álvaro Uribe Vélez, se me ha vulnerado mi derecho a elegir”, dice el documento que presentarán en los próximos días en múltiples juzgados. No deja de ser una gran paradoja que el uribismo acuda a la misma estrategia del petrismo, que dio resultados porque el entonces alcalde regresó a su cargo gracias a las tutelas. En su momento, los uribistas acusaron a Petro y a sus seguidores de intentar colapsar el sistema judicial con esa maniobra. Esta semana, Uribe decidió no apelar el auto de la Sala de Instrucción, en parte, porque sabía que lo más probable era que la detención quedara en firme y quería evitar un nuevo revés judicial. En su estrategia también acudirá a instancias internacionales. El representante a la Cámara Edward Rodríguez anunció que le pedirán a la Unión Interparlamentaria, con sede en Ginebra, Suiza, que le haga una veeduría al proceso de Uribe en la corte.
Ante esa instancia, buscan amparar los derechos del exmandatario en su papel de congresista o parlamentario, pues la detención domiciliaria, automáticamente, lo obliga a dejar su curul en el Senado, que ocupará la exdiputada Yenny Rozo. Ella es hija del exalcalde de Mosquera José Álvaro Rozo, salpicado en el escándalo de la zona franca que habría beneficiado presuntamente a los hijos del expresidente. Esta semana también aparecieron nuevos personajes que Uribe y sus seguidores consideran claves en su proceso. Uno de ellos es el exparamilitar Juan Carlos ‘el Tuso’ Sierra, quien dijo que está dispuesto a hablar si la Justicia lo requiere. En entrevista con Vicky Dávila en Semana Televisión, Sierra aseguró que no sabe de nexos de Uribe con el paramilitarismo y que nunca ha hablado con él. Además, contó que lo visitaron senadores de izquierda hace unos años, en una prisión federal en Washington, y que le ofrecieron asilo para él y su familia en Suiza o Francia a cambio de declarar contra Uribe y otros políticos. En el uribismo se están acostumbrando a este tipo de liderazgo del expresidente, en medio de su detención. La comunicación virtual y su influyente cuenta de Twitter, que podrá usar sin restricciones, marcarán la pauta. Vea la entrevista exclusiva de Vicky Dávila al Tuso Sierra sobre el caso de Álvaro Uribe en Semana Noticias: