Pocos lugares tienen tanta magia como la ensenada de Utria. En ese lugar del pacifico colombiano cualquier turista se dejaría encantar por sus selvas tupidas, sus playas vírgenes y sus senderos inexplorados. Este refugio en el Chocó profundo se convirtió en un ejemplo del poder del ecoturismo en la consolidación de la paz. “La Aguada”, una de sus playas, es la primera certificada en turismo sostenible del país. La historia de cómo lo lograron es aún más extraordinaria que sus paisajes. Muchos colombianos han oído hablar de Utria. La ensenada es conocida entre los amantes de la naturaleza porque en sus aguas tibias y tranquilas las ballenas yubartas van a dar a luz a sus crías. Entre julio y octubre nadan casi 10.000 kilómetros desde el polo sur para estacionarse en los alrededores de estas playas chocoanas, uno de los únicos lugares del mundo donde este espectáculo puede verse desde la costa. Pero Utria tuvo una cara menos espectacular. Hace casi 12 años, 42 pensionados caleños decidieron ir a presenciar allí la llegada de las ballenas. El ELN los secuestró y, por cuenta de esta tragedia, el parque natural tuvo que cerrarse durante siete años. El miedo a que esto se repitiera, por las duras condiciones del conflicto armado, no permitió que a ese punto del Chocó volvieran muchos visitantes. Por eso, que sus playas sean consideradas hoy como las únicas certificadas para hacer turismo sostenible en el país es casi un milagro. Dos mujeres son consideradas las “santas” de esa transformación. Cuando la directora de Parques Nacionales, Julia Miranda llegó a ocupar ese cargo, a Utria no podían entrar ni siquiera los guardaparques. El lugar se había convertido en uno de los epicentros de la confrontación armada en esa región.
Las instalaciones hoteleras del parque no tienen nada que envidiarle a un hotel boutique y cumplen con los más altos estándares ambientales. Miranda se puso como meta recuperar ese refugio y lo logró de la mano de Josefina Klinger, una de las líderes de la comunidad. En enero del 2008 el parque volvió a abrir al público. Para hacer esto realidad Miranda no solo pidió ayuda del Ejército, sino que lideró un proceso entre los pobladores para que fueran ellos mismos los que se apropiaran del parque. Josefina, una mujer afrodescendiente oriunda de Nuquí, había fundado para ese entonces Mano Cambiada. La organización lleva ese nombre porque en el Chocó así se conocía al intercambio de favores. Mientras otras comunidades étnicas tenían el trueque, en donde se cambiaba una cosa por otra, en el Chocó cuando no había nada, las personas intercambiaban servicios. Josefina entró a participar en la licitación para administrar el parque y ganó. Desde hace cinco años su organización es la encargada de brindar el alojamiento y la alimentación en la ensenada. Las instalaciones no tienen nada que envidiarle a un hotel boutique. Sus camas son blancas impecables y el lugar cuenta con los servicios básicos de agua y electricidad. Para que el hotel tuviera los más altos estándares ambientales, en términos de energía renovable y manejo del agua, el viceministerio de Turismo, el IPSE, USAID y Parques Nacionales han hecho inversiones que superan los 1.000 millones de pesos. Además de las cabañas, hay senderos en los que los visitantes pueden adentrarse en los manglares sin hacerles daño. Sandra Howard, viceministra de Turismo señala que proyectos como este son una oportunidad para que Colombia pueda ser líder en “el turismo de naturaleza, que es el que más está creciendo en el mundo”. La directora de parques, Julia Miranda, agrega que este desafío hace parte de una política nacional que no quiere “volver a construir más infraestructura dentro de los parques sino apoyar a las comunidades para que desarrollen un turismo sostenible en las regiones aledañas”. Con la reapertura del parque Utria, los turistas han vuelto a la ensenada. En la época en que hay ballenas es común ver en los municipios aledaños decenas de extranjeros con mochila buscando sumarse a cualquiera de los recorridos que organizan las comunidades. Hay planes para ver tortugas y aves, senderismo, algunos deportes náuticos, termales, entre muchos otros. Así, Utria se ha convertido en un oasis para los habitantes de los municipios de Bahía Solano y Nuqui que lo rodean. El gobernador del Chocó, José Efrén Palacios, asegura que la prioridad del departamento debería ser consolidar el ecoturismo como el primer motor de desarrollo de la región. Lo mismo asegura el alcalde de Bahía Solano, Francisco Vidal, quien afirma que el parque se ha convertido en una herramienta económica fundamental para el sustento de su pueblo. Lo mismo dice el alcalde de Nuqui, Edwar Sucre Murillo: “Al lado de las ballenas llegan los turistas”, dice y agrega que, a pesar de los esfuerzos, ha sido muy difícil desarrollar estrategias que permitan que más colombianos conozcan este refugio pues los tiquetes aéreos son muy costosos y las frecuencias no son muy regulares. “Muchos turistas no vienen simplemente porque no saben cómo llegar”, puntualizó. Josefina Klinger tiene fe de que esas dificultades se superarán. “Cuando asumimos este reto, nadie daba un peso por este lugar. Pero menos mal lo declararon parque porque si no hubiera sido así, este territorio ya no sería nuestro, lo habríamos vendido. Ahora somos un destino mágico, como del realismo mágico de Gabo”, concluye.
La líder Josefina Klinger y la directora de Parques Nacionales, Julia Miranda, han estado al frente del ecoturismo en Utría. *Periodista Medio Ambiente, Revista SEMANA