No son visibles porque no pretenden restar un ápice de protagonismo a sus esposos, precandidatos presidenciales, pero sí desempeñan un papel fundamental en sus campañas. Dan consejos, los acompañan casi siempre, recorren el país con ellos, congregan mujeres y, en ocasiones, terminan sumando un caudal electoral nada despreciable.
SEMANA reconstruye la historia de algunas de las que pueden ser en agosto las primeras damas. Socorro Oliveros no es política, pero es la que manda en la casa y en la campaña de Rodolfo Hernández. Es la gerente y la mujer de las finanzas. Santandereana, casada desde hace 50 años, honra su tierra con su carácter fuerte, su rudeza, aunque con un corazón blando. Es Rodolfo en versión femenina. “La gente piensa que mi esposo es cascarrabias, pero no. La malgeniada soy yo”, reconoce.
Tiene 70 años, pero no anda promocionando la edad como su marido. Dice, sin asomo de duda, que no tiene filtros, suelta la verdad sin matices, idéntica al único candidato presidencial que le pisa los talones a Petro.
Viste elegante, aunque en ocasiones anda de jean y tenis, pues, además de gerenciar la constructora familiar en Bucaramanga, visita las obras que edifican.
La bumanguesa está al frente de todo. Por esto, a veces la inquieta pensar que tendría que trasladarse al Palacio de Nariño si su esposo llega a la Presidencia. “¿Vivir en Bogotá? ¿En el Palacio de Nariño?”, se pregunta.
En realidad prefiere su casa en Bucaramanga y su finca a escasos kilómetros de la ciudad, donde disfruta entre tortugas, gallinas, pavos y otros tantos animales.
Socorro, declarada fanática número uno del exalcalde de Bucaramanga, ha leído la Constitución Política en busca de algún artículo que diga que ella, en caso de que su esposo sea presidente, puede seguir siendo como es: una mujer común y corriente, alejada de la prensa, de los fotógrafos y otras tantas obligaciones que no van con su personalidad.
Con Rodolfo llevan cinco décadas de conocidos y nunca imaginó que terminaría convertido en político. Hernández siempre fue empresario, un ingeniero destacado que un día, según cree Socorro, creyó que había hecho todo en la empresa privada y quiso saltar al escenario público. En 2005, cuando se lanzó a la alcaldía de Bucaramanga, ella tuvo más de un disgusto, pues la política no le gustaba.
Pensaba, por ejemplo, que ser alcalde no era un honor, sino un deshonor. “Yo llamaba a mis hijos y les decía: ‘Miren la locura en que está su papá’”.
Días después le preguntó sin rodeos a su esposo por qué quería ser alcalde y él prefirió guardar silencio. Pero en el computador personal sorpresivamente apareció una carta con la respuesta. Socorro entendió y se convirtió en una obrera más de su campaña política.
Con un chaleco y una cachucha, empezó a recorrer las calles de su ciudad natal para ayudarlo. Y en su empeño de conquistar la Presidencia ha desempeñado un papel clave. En la recolección de firmas “se me encalambraban las manos recogiendo apoyos”.
Hoy divide su tiempo entre la empresa y consolidar un grupo masivo de mujeres que respalden la campaña de Hernández. Desde la constructora, donde sus empleados la ven como a una madre, empezó a erigir una red que se ha venido expandiendo por Santander y regiones vecinas.
La idea de Oliveros es sumar apoyos a la candidatura de su esposo, recorrer las regiones con un equipo interdisciplinario de trabajadoras sociales, abogadas, comunicadoras, entre otros. Y como la campaña de Hernández se ha vuelto más de redes sociales y mediática que de plaza pública, la idea es que su esposo se mueva por el país, conceda entrevistas y hable con empresarios y electores hasta el sábado al mediodía.
En cuanto llega ese momento, desde su propia oficina, Socorro golpea la pared que separa el espacio de su cónyuge y ambos salen a un almuerzo familiar hasta las cinco de la tarde. El domingo reservan la jornada para hijos y nietos. Todos viajan a la finca para coger fuerzas para la siguiente semana.
Una sucreña en campaña
Verónica Alcocer no habla con la prensa. Pero, a diferencia de la campaña de 2018, en esta oportunidad no quiere simplemente ser la esposa del candidato Gustavo Petro, sino mostrar un verdadero liderazgo, que ha venido tomando fuerza en la costa Caribe.
La abogada ha planeado una estrategia personal, distinta a la del candidato presidencial. Maneja su propia agenda, tiene un equipo de comunicaciones independiente, un community manager, secretaria y otros asistentes que la acompañan. También gestiona sus propias redes sociales, en las que se muestra cómo es, es decir, con un rostro fresco, alegre, el de una mujer despampanante que rompe el protocolo para estar cerca de las comunidades.
En enero de 2022 abrió su cuenta en Twitter y ya tiene más de 18.500 seguidores. Aunque publica videos y fotografías de alta calidad con sus recorridos, las imágenes que se volvieron virales fueron las de su visita a Sincelejo, donde bailó fandango en un desfile de carrozas el pasado 20 de enero.
Alcocer danzó en plena vía pública, con salero y gracia, con espontaneidad, al ritmo de una banda. Terminó robándose las miradas de centenares de colombianos que descubrieron una faceta poco conocida de la esposa del candidato líder en las encuestas.
Aun cuando se trataba de un video en el que lucía un traje alusivo a las festividades, sin contenido político, algunos analistas lo vieron como el lanzamiento de su candidatura como primera dama. “Me gustaría ver una primera dama que se ponga de ruana ese título y todos los formalismos de ese insípido rol. ¡Vas por buen camino!”, le escribió la actriz Margarita Rosa de Francisco.
Verónica quiere seguir su propio camino en esta campaña. En sus redes ha ganado seguidores por cuenta propia, porque Petro, un líder con más de 4,5 millones de usuarios en Twitter que podría impulsarla, aún no comparte sus publicaciones.
Ella tampoco replica fotografías junto a su esposo ni las acciones de la campaña del Pacto Histórico o la Colombia Humana. Su perfil es más humano e independiente, pretende mostrarse como una verdadera líder que, a diferencia de 2018, no estará bajo la sombra del aspirante favorito.
Sus videos y fotografías buscan resaltar la cultura tradicional colombiana, lo cual no quiere decir que sea una manera solapada de referirse a las propuestas petristas para las regiones.
Este año ha recorrido Sincelejo, la isla Múcura en Puerto Caracol, el archipiélago de San Bernardo, los Montes de María y Coveñas, entre otras poblaciones.
Oriunda de Sincelejo, es divertida, conversadora, recita poesía, ferviente católica y devota de la Virgen María. En el encuentro entre Petro y el papa Francisco en el Vaticano, Alcocer estuvo presente. Llevó medallas para que el santo padre las bendijera y participó en la escogencia de los regalos que su esposo le entregó al máximo jerarca de la Iglesia católica.
La coequipera de Zuluaga
A finales de enero, cuando Óscar Iván Zuluaga dio positivo para covid-19, Martha Ligia Martínez, su esposa, saltó al ruedo. Viajó hasta Boyacá y lo reemplazó en una gira en la que le tocó dialogar con los electores y hablar en público en un evento organizado por el senador Ciro Ramírez.
Barranquillera y administradora de empresas, cálida, carismática, curtida en la campaña presidencial de 2014, conoce como pocos las propuestas de su esposo. Por eso no le costó mucho tomar el micrófono, pronunciar un discurso y comprobar que no debió hacerlo mal a juzgar por la salva de aplausos que recibió.
Martínez, dedicada en los últimos siete años al trabajo social en fundaciones, también participa de manera activa en la campaña. Trata de llegar a los territorios que, por agenda, no alcanza a cubrir el candidato presidencial del uribismo.
“Él viaja por un lado, y yo, por el otro”, describe la mujer que conoce al exministro de Hacienda desde hace más de cuatro décadas.
La esposa de Óscar Iván es la cara alegre de Zuluaga, la compañera que le da color a su vida, una mujer que visita viviendas, escucha a los ciudadanos y escribe cada detalle en una agenda roja. En las noches, cuando se encuentran, le indica las preocupaciones que ha recogido de sus seguidores.
En carro ha viajado desde Valledupar hasta Riohacha y Barranquilla, pasando por Villanueva, Fonseca y Santa Marta, en busca de electores. También ha recorrido Boyacá, Santander, y se alista para el Eje Cafetero. La idea es llegar a Manizales, Pereira y Armenia, donde, además, atenderá a la prensa.
Tampoco la trasnocha el título de primera dama. Por ahora solo anhela que su esposo gane las elecciones, aunque sabe que se trata de una carrera difícil, llena de obstáculos y de críticos que Zuluaga ha tenido que sortear. “No miro redes sociales y trato de no dejarme contaminar porque soy una mujer de fe”, confiesa.
Tiene claro que cuando un candidato se somete a una elección, puede vencer o perder. “Lo importante es recorrer muy bien el camino, escuchando a la gente y estructurando propuestas”, concluye. En cuanto a las demás mujeres, cada cual escogió una senda diferente.
Por los lados de Alejandro Gaviria, su esposa, Carolina Soto, dejó la codirección del Banco de la República para convertirse en su coequipera y acompañarlo a todas partes, diferente a la decisión de la excanciller de Juan Manuel Santos, María Ángela Holguín, quien de momento no aparece en los actos públicos de su novio, Sergio Fajardo. Igualmente, Margarita Gómez, la esposa de Federico Gutiérrez, prefiere quedarse en un segundo plano.
En todo caso, es una campaña en la que las mujeres están más decididas a ejercer un liderazgo público que a quedarse en casa.