Los habitantes de Rosas, Cauca, coinciden en una conclusión compleja y temerosa: la tierra crujió el día en que las montañas aledañas al cerro El Broncazo se vinieron abajo. Cinco veredas desaparecieron por completo y la vía Panamericana, principal paso vehicular hacia el suroccidente del país, se partió en dos. La escena, un tanto devastadora, no dejó víctimas fatales, pero sí el desconsuelo de quienes lo perdieron todo.

Los derrumbes fueron ocasionados por una falla presente en la cordillera central que se habría activado agresivamente con las incesantes lluvias, de acuerdo con geólogos consultados por SEMANA. Hoy sobre esa zona no hay vía, ni casas y mucho menos montaña. El lodo y la tierra han hecho de lo que antes era pavimento un relieve peligroso. Más de 50 hectáreas, conformadas por 9 millones de metros cúbicos de tierra, quedaron comprometidas por los deslizamientos y dejaron inhabitable la zona. Hay más de 700 personas damnificadas por la emergencia.

La vía Panamericana pasó de ser el eje por el que se movían toneladas de alimentos y pasajeros entre Valle del Cauca, Cauca y Nariño, a ser una carretera fantasma a la altura del kilómetro 75, donde la tierra, las piedras y el agua se extienden por aproximadamente 100 metros, impidiendo el tránsito. Ahí no se ha movido ni un centímetro de ese lodo para intentar dar paso, pues las montañas se siguen cayendo, aumentando la afectación en la carretera.

Este cierre total ha llevado a tomar medidas desesperadas, como la utilización de la vía alterna del municipio de La Sierra, una carretera de segundo nivel que extiende los viajes varias horas y que con las lluvias se convierte en una trocha. Por este corredor solo pueden transitar buses pequeños, pero no tractocamiones de carga pesada. Toda esta situación ha llevado a que, prácticamente, quede paralizada la economía de la región.

Los derrumbes sobre la vía Panamericana han sido un gran obstáculo para la población de la zona.

El golpe económico ya comienza a sentirse fuertemente. Edwin Maldonado, director del Comité Intergremial y Empresarial del Valle, le contó a SEMANA que el departamento está dejando de exportar diariamente, en la frontera con Nariño, un millón de dólares hacia Ecuador. Productos como aceite de soya, medicamentos, margarina, azúcar, jabón y dulces están represados.

Cali también sentiría el coletazo en productos que habitualmente llegaban desde el sur del país como papa, repollo, batavia, yuca, arroz, leche y panela, que, se estima, empezarían a escasear en la plaza de mercado más importante de la ciudad.

Ana Fernanda Muñoz, presidenta de la Cámara de Comercio del Cauca, asegura que el impacto en este departamento también será de grandes dimensiones, pero que las consecuencias económicas tardarán un poco más en reflejarse. Señala que, de momento, los rubros más afectados son el lácteo, el agropecuario y el de combustibles, pues se están dejando de procesar 340.000 litros de leche diarios que produce Nariño y ya hay desabastecimiento de insumos para los animales de crianza y domésticos, y de hidrocarburos que no han podido salir de Yumbo, Valle del Cauca.

En el sector lácteo se estima que hay pérdidas de hasta 600 millones de pesos diarios por la imposibilidad de procesar la leche. Son aproximadamente 23.000 familias que viven de la venta de este alimento los que se verán afectados.

Así quedó el paso vehicular en la vía Panamericana a la altura de Rosas, Cauca | Foto: Jhon Montenegro

La ganadería del Cauca también entraría en crisis, así como jugosos contratos de exportación de productos como el limón Tahití, café y caña. “Necesitamos que el abastecimiento sea constante, que la ruta por La Sierra se mantenga solo para vehículos pequeños y que la vía por Piedra Sentada, que sale a El Tambo, sea para vehículos con hasta 10 toneladas”, solicitó Muñoz.

De otro lado, desde la terminal de Cali se están dejando de movilizar 5.000 pasajeros hacia Pasto, lo que provoca pérdidas diarias de 250 millones de pesos.

Solucionar el problema que dejaron los derrumbes en la vía Panamericana tardará un largo tiempo. El Instituto Nacional de Vías (Invías) ha estimado un plazo de cuatro meses para las adecuaciones anunciadas por el presidente Gustavo Petro, que consisten en hacer una variante de 1,8 kilómetros con un puente de 80 metros de longitud.

Por ahora, las esperanzas de toda una región están depositadas en que las adecuaciones en la vía alterna de La Sierra surtan efecto y en que las rutas marítimas planteadas por el mandatario se pongan en marcha para mover alimentos y combustible por Buenaventura y Tumaco.

El director de Invías, Juan Alfonso Latorre, le dijo a SEMANA que la variante y el puente buscan conectar la vía Panamericana 400 metros abajo del derrumbe, descartando así volver a habilitar el tramo taponado por la tierra. Estimó que las obras tendrían un costo que ascendería, inicialmente, a 40.000 millones de pesos. Los arreglos en la ruta alterna La Sierra tardarían al menos un mes. Asimismo, Invías intervendría la vía Piedra Sentada.

El paso vehicular en la vía Panamericana quedó partida en dos por cuenta de los derrumbes. | Foto: Jhon Montenegro

El drama

Si bien los derrumbes no provocaron víctimas fatales, dejaron a cerca de 200 familias sin hogar. Los habitantes de las veredas Alto de las Yerbas, Soledad, Párraga Viejo, Santa Clara y Chontaduro tuvieron que abandonar todo, en ocasiones corriendo para que la tierra no se los tragara junto a sus casas. Otros tantos fueron evacuados por helicópteros de la Fuerza Aérea.

A Carlos Andrés Preciado, quien vivía en una orilla de la vía Panamericana, en el kilómetro 75, lo único que le queda en la vida es su perro Pinto, al que alcanzó a rescatar. Perdió su vivienda y el taller de motos que le daba su sustento económico, incluso le tuvieron que regalar ropa, porque lo perdió todo. Dice estar invadido por una tristeza profunda que no lo deja dormir en las noches y que cuando intenta cerrar los ojos para descansar siente que la tierra de nuevo se le viene encima.

“El día que se vino la tierra eran como las tres de la madrugada. La tierra empezó a sonar duro: bum, bum, bum. El sonido cada vez se iba haciendo más fuerte, así que me salí de la casa y el vecino me dijo que se venía una avalancha, entonces les dimos aviso a los demás vecinos y nos fuimos corriendo. Si nos demorábamos dos minutos más en salir quedábamos enterrados, Dios nos salvó”, relató.

Los más de 700 desterrados de las montañas de Rosas aguardan, con escepticismo, en un albergue improvisado instalado en el colegio Santa Teresita de este municipio y en casas de samaritanos que decidieron tenderles la mano mientras se da la reubicación prometida. Las ilusiones solo se las regresaría la misma tierra.