Estas fueron las palabras de la directora de SEMANA, Vicky Dávila, en la celebración de los 88 años de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), en Medellín, este miércoles 10 de septiembre.
“Les quiero decir que me siento muy contenta de estar aquí, muchas gracias por esta invitación, rector, vicerrector, por hacerme parte de esta celebración de los 88 años de la UPB, espero que sean 1.000 celebraciones más.
Hace unos días recibí un mensaje en X de un padre desesperado que me decía: no es fácil tener un hijo en casa, con posgrado en alta gerencia y sin trabajo. Pero luego les confieso que me dijo algo que me estremeció: el señor decía en su mensaje: ‘¿Será que es más fácil triunfar siendo delincuente?’ Cerraba con un clamor que me llamaba mucho la atención: ‘no se pide nada, solo trabajo’.
Creo que ese es el clamor de millones de colombianos, que no están esperando que les regalen nada, lo que quieren es una oportunidad, lo que buscan es poder construir un hogar, darles de comer a sus hijos, mandarlos a estudiar, crear su emprendimiento, al final poder cumplir todos sus sueños.
Cuando él decía si era más fácil triunfar siendo delincuente, por supuesto que no, y ese ‘no’ es categórico. La delincuencia tiene que enfrentar la justicia. Y tiene que llegar hasta esa justicia. Tiene que enfrentar la ley, la Constitución, la norma. Es insólito que se hayan cambiado tanto los valores en Colombia. Que lo bueno sea malo y que lo malo sea bueno. No se entiende un Estado que les da más garantías a quienes infringen la ley que a quienes se esfuerzan, trabajan, luchan y tratan de sacar a su familia adelante.
Eso es inadmisible. Mientras tanto, políticos, con sus amigos, están contratando así, a granel, aprovechándose del Estado.
Yo le contestaba a don Aquileo. Le decía, por favor no pierda la fe, algún día su muchacho tendrá su oportunidad.
Yo sé que ustedes, quienes están hoy aquí, también están preocupados. Estamos preocupados, ansiosos, y muchos jóvenes pueden estar preocupados por si vamos a lograr tener el país que tanto soñamos.
Un país con oportunidades para todos, próspero, que nos dé garantías, un país que nos permita cumplir esos sueños.
En materia de jóvenes, a veces la sociedad los menosprecia, yo creo que la edad no es un límite para poder analizar y descubrir lo que está pasando en el país. No podemos menospreciar a los jóvenes.
Todos estamos cansados de la corrupción. Queremos un cambio de verdad.
Tenemos un gobierno en el que hay muchos funcionarios cuestionados, hay incluso embajadores llamados a juicio por narcotráfico, ese embajador nos representa a nosotros que no hemos cometido delitos.
El presidente ha tenido cuestionamientos, mucha de su gente cercana también, algunos de sus ministros. No hay que ir muy lejos, el escándalo de la UNGRD, integrantes de su familia.
De alguna manera, todo eso ha causado decepción. Estamos cansados de que nos mientan y nos engañen, que usen a la gente para ganar las elecciones, la gente está cansada de que la utilicen.
En 2022, según Invamer, el 78 % de los jóvenes entre los 18 y 24 años apoyaba la gestión de Petro, esto era en agosto de 2022. En dos años, en lugar de aumentar o mantenerse, lo que vemos es que el presidente ha perdido el apoyo de los jóvenes, ha perdido 35 % de apoyo, es decir, llega al 43 %, que me parece todavía alto.
Petro terminó cometiendo los errores que tanto criticó durante todo ese tiempo como opositor, Petro y su gobierno hoy encarnan lo peor y los vicios más deleznables de la vieja política.
La gente necesita volver a confiar, al fin y al cabo en todas las decisiones que se toman en este gobierno, todos terminamos afectados, de una u otra manera.
Pablo Picasso decía: ‘La acción es la clave fundamental para todo éxito’, y sí que tenía razón. Porque si no hacemos nada, nada cambia, todo sigue igual. Creo que no existe una persona aquí en este auditorio —o de pronto existe— que quiera que sigamos igual.
Es imperativo que en Colombia cambie la política. Es urgente, es necesario limpiarla, es necesario sanearla, hay gente buena, siempre me gusta aceptar que hay excepciones. Pero la política en Colombia está podrida, como el sistema.
El diagnóstico es sencillo: hay políticos, contratistas y funcionarios. El contratista financia la campaña del político, el politico gana las elecciones y se vuelve funcionario. Y en compañía de otros funcionarios le devuelve el favor a ese contratista. Entonces, ahí empieza una cadena nauseabunda, donde se pagan favores, donde hay coimas, donde hay corrupción. Esa es la política que hay que cambiar. Esa es la política de la que estamos cansados. Estamos cansados de la burocracia, los contratos, las influencias, de ‘yo te doy, tú me das, tú me das, yo te pago’.
Colombia vive un momento crucial. Yo soy una periodista, y quiero confesarles que me niego, bajo toda circunstancia, a ser indiferente.
No me quiero quedar callada para que algunos de mis colegas no se molesten, para que no me critiquen, para que el Gobierno Petro no se enoje, para que el presidente no me ataque, para que no me amenacen. Pues no. No me voy a quedar callada.
Si bien creo que los periodistas tenemos la obligación de buscar la verdad, develar la corrupción, dejar en evidencia a los más poderosos y sus intereses, también tenemos una obligación moral. Y es defender la democracia y la libertad, tenemos que defender la democracia y la libertad. La defensa de la democracia no es una opción. Es una obligación que tenemos como ciudadanos. Y porque somos periodistas, no dejamos de ser ciudadanos. Algunos de mis colegas creen que tenemos que ser unos convidados de piedra, que solamente seamos escribanos de una realidad que es dolorosa, sangrienta, que nos tiene tristes desde hace tiempo. Respeto ese concepto, pero no lo comparto.
Tenemos la obligación de lanzar alertas a los ciudadanos y más en este momento que, creo, por lo menos en mi generación, no habíamos vivido nunca. Nunca habíamos tenido un momento tan crucial, tan definitivo, un momento tan complejo, donde en realidad estuvieran en juego la democracia y la libertad. Así que no voy a callarme. Voy a seguir.
Ahora hablemos de la democracia. La democracia garantiza las libertades. Entonces hablamos de libertad de religión, libertad de culto, libertad de empresa, y una cantidad de libertades, entre otras, la libertad de prensa.
La libertad de prensa es uno de los pilares de la democracia, si la perdemos, vamos a estar en serios problemas. Digo que, cuando la democracia ve que va muriendo la libertad de prensa, también va muriendo esa democracia. Por eso todos tenemos el espejo en Venezuela. Y no es que esté asustando aquí con el cuento de Venezuela. Las dictaduras lo primero que apagan es la prensa. La libertad de prensa y de expresión. Allá cerraron los medios, muchos periodistas terminaron en el exilio y otros se acomodaron al régimen.
No podemos permitir que aquí nos pase lo que pasa en las dictaduras. No podemos permitir que aquí nos pase lo de Venezuela. Realmente tenemos que defender esa libertad de prensa, que es una garantía en la democracia.
Los periodistas nos equivocamos, tenemos que mejorar cosas, cambiar otras, no somos perfectos, pero una democracia sin libertad de prensa no es democracia.
¿Cómo ve el Gobierno Petro esa libertad de prensa? Creo que el presidente no la respeta. Hace apenas unos días, hablaba de las mujeres periodistas como las ´muñecas de la mafia’, y creo que esa expresión habla más del presidente que de las mujeres que ejercemos este oficio. De él porque lo veo misógino, machista y muy dañino. Entre tanto, las mujeres periodistas hemos dejado en evidencia al presidente, a su gobierno y hemos sido quienes hemos destapado los peores escándalos en el Gobierno Petro. Por eso, tal vez no nos quiere ver ni en pintura. Y con esta expresión de las ‘muñecas de la mafia’ nos denigra, incluso sexualmente, nos cosifica, nos ataca, nos pone en peligro. Creo que ni siquiera el presidente es consciente de lo que hace cuando emite este tipo de ataques.
Voy a hablarles de SEMANA. Soy la directora. ¿Qué hemos hecho en SEMANA sin importar intereses económicos, pauta, sin importar estar bien con el presidente? Por ejemplo, publicamos los petrovideos. Lo hicimos cuando faltaban 10 días para la segunda vuelta presidencial y estábamos super bien con el candidato, había estado en todos los debates y demás.
Luego de iniciar el gobierno, publicamos la confesión de Day Vásquez, por la cual el hijo del presidente, Nicolás Petro, está en juicio. Luego vino la publicación de la confesión de Nicolás Petro, y me gusta mucho que lo hayamos podido publicar porque, seguramente, al caerse la negociación que estaba haciendo Nicolás Petro, por todo tipo de presiones —ustedes saben de quién— esa confesión se hubiera quedado por allá en el banco de evidencias de la Fiscalía, en un computador, en un escritorio. Pues hicimos el trabajo periodístico, encontramos esa confesión y la publicamos. Y hoy el país sabe la verdad de la boca del propio hijo del presidente Gustavo Petro, independientemente de lo que pase con la justicia.
Luego vino lo que publicamos acerca de la denuncia de la exniñera de Laura Sarabia, la mujer más poderosa de este Gobierno, no tengo que hablar mayormente sobre ella; todo tenía que ver en Palacio con un polígrafo y unas chuzadas. Después vinieron los audios de Armando Benedetti, que también develaban lo que probablemente pasó en la campaña presidencial que llevó a Petro a ser presidente de Colombia. Tal vez por eso, estamos viviendo todo lo que estamos viviendo en el país.
En esas grabaciones, Benedetti hablaba de 15.000 millones de pesos y, de que si hablaba, sencillamente, todos se hundían y terminarían en la cárcel.
Hemos publicado muchas investigaciones. Recuerdo también la de Aida Merlano, en unas grabaciones con Benedetti, hoy embajador en la FAO, donde claramente Aida Merlano amenaza al presidente Petro con contarlo todo sobre la campaña, Venezuela y Nicolás Maduro. Y les digo: hemos publicado muchas, muchas investigaciones a pesar de las amenazas, de las presiones, de las malquerencias, incluso curiosamente, no solamente del Gobierno Petro y sus funcionarios, sino de algunos colegas.
Pero hemos seguido adelante y, con el favor de Dios, vamos a seguir adelante. Con todo lo que está sucediendo, a mí me gusta mucho usar una palabra por estos días y es: resistir. Hay que resistir. Hay muchos daños que este Gobierno ha hecho, faltan dos años más de gobierno y, seguramente, habrá más daño. Pero hay que aminorarlo. Y, de alguna manera, resistir.
Los grupos armados hoy son más fuertes. Están mejor armados, han copado más territorio, son más letales, más ricos. Hay comunidades como Jamundí, un municipio a pocos minutos de Cali, donde la gente está secuestrada. Y el Estado, el Gobierno Petro, hace poco o nada por salvarlos. La Fuerza Pública está debilitada, la inseguridad en las calles también golpea a los ciudadanos. Y entonces uno se pregunta: ¿qué hay que hacer?
Antes de eso, hablemos de la confianza. Si hay algo que está golpeado hoy, es la confianza. Y una confianza golpeada lo que significa es que hay menos inversión, cómo no, si el presidente se la pasa tuiteando día y noche y eso es lo que ha hecho durante estos dos eternos años. Y, seguramente, es lo que va a hacer en lo que queda de su mandato. Un día dice que hay que emitir billetes, al otro día dice que hay que hacer Constituyente, luego dice que no, que mejor un referendo, habla del constituyente primario, promete y propone acabar con la industria del petróleo, y todo lo que hace es así. Incluso, digo que el presidente lo único que sabe es disparar. Y se ha dedicado es hacer terrorismo político a través de su cuenta en X. Tanto que un día dice: “Yo no quiero reelegirme”. Pero luego dice que qué bueno sería que su proyecto siguiera más allá de agosto del 26 y que hay que volver a ganar las elecciones. Ojo. Porque, en todo caso, en su mismo partido, una senadora, Isabel Cristina Zuleta, está promoviendo un proyecto de reelección.
Con esto lo único que ha hecho el presidente Petro es estancar al país. Impedir que progrese, impedir que avancemos, estamos empantanados en el odio, en la rabia, en las amenazas, en la confrontación, en la lucha de clases. A tal punto de que hace apenas unos días, el presidente hizo algo que —les confieso— me dio dolor. Se atrevió a decir que no le cabía en la cabeza que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, siendo negro, fuera conservador. ¡Qué mensaje tan ofensivo! Pero sobre todo tan racista, tan discriminatorio. Cómo si solo los blancos, ojiazules, y monos, pudiesen ser conservadores. En un país normal, eso sería escandaloso. No quiero imaginar qué habría pasado si ese tipo de ataque hubiera ocurrido contra alguien del gobierno. Ya habría una denuncia o una investigación de oficio en la Fiscalía por discriminación y por racismo.
Miremos la parte económica. La inflación sigue golpeando a los colombianos y eso que en agosto fue cero, una buena noticia para los ciudadanos, y ojalá el Banco de la República pueda seguir bajando las tasas de interés. Pero, en todo caso, la gente, especialmente de la clase media, tiene menos plata en el bolsillo, está más pobre. Si miramos las cifras, hay 16 millones de pobres, más o menos, de los cuales 6 millones están en la pobreza extrema, según el Dane. Es gente que no tiene con qué comer y, mientras tanto, el presidente está pensando en una nueva reforma tributaria.
Y hoy, en el Congreso, se están llevando a cabo las conversaciones, todo eso que se hace a las espaldas de los colombianos, la negociación que llaman, que finalmente termina con unos partidos donde muchos se entregan y muchos terminan vendiendo el voto porque tienen precio. Aquí es necesario estimular mejor empleo, y más empleo. Hay que dejar que los empresarios hagan lo que saben hacer. Que puedan trabajar sin chantajes, sin presiones, sin amenazas. Creo, firmemente, que los empresarios deben trabajar con cualquier gobierno, indistintamente de cual sea la ideología de ese gobierno, y los presidentes deben hacer lo mismo. Ahora, ¿que los empresarios tienen que pagar impuestos? Claro que sí. Lo que les toque pagar, lo tienen que pagar. ¿Que tienen que ser más humanitarios con quienes no tienen o tienen poco? Claro que sí. Es que este es un país que les ha dado todo. Y díganme si no hay nada más bonito o una sensación más bonita que ayudar. Así que los empresarios no necesitan en Colombia tener un revólver en la cabeza para ayudar a los más necesitados. Aquí los gobiernos deberían trabajar, y el Gobierno Petro debería trabajar con los empresarios bajo otras reglas. Con las reglas del compromiso, con las reglas del amor, ese amor que tanto proclamaron en campaña, y de eso, realmente, poco.
Hay que trabajar juntos. Y esta palabra va a ser clave en el resto de esta conversación. Sin embargo, aquellos empresarios que terminan arrodillándose ante el Gobierno Petro, me da pena decirles que lo único que están logrando es fortalecer el proyecto político destructivo del presidente Petro. Cuando un empresario se arrodilla, lo que logra es fortalecer al presidente Petro, volverlo más fuerte, por eso hablo tanto de la palabra resistir.
Hay que recuperar el rumbo de Colombia, sin lugar a dudas. Aquí no se va a tratar de derecha, de centro, de izquierda. No. Aquí se trata de salvar al país, de cuidar la democracia, de no permitir que perdamos la libertad, hay que estar juntos, hay que estar unidos. Por eso, las elecciones de 2026 se convierten en unas elecciones clave, donde los colombianos no se pueden volver a equivocar.
Los colombianos no se pueden dejar engañar, no se pueden volver a elegir politiqueros que prometan esta vida y la otra. No. Aquí se necesita un presidente o una presidenta —las encuestas dicen que por primera vez más del 60 % de los colombianos cree que puede llegar una mujer a la Presidencia—. ¿Pero qué tiene que hacer esa persona que llegue el 7 de agosto de 2026? Si Dios quiere, si hay elecciones, y no tenemos traumatismos, y por eso es que tenemos que luchar Cuidar las elecciones de 2026. Tanto al Congreso como a la Presidencia.
Esa persona tiene que llegar a implementar cosas sencillas. La sensatez, la responsabilidad, que quiera de verdad al país, que no tenga una mezquindad y unos intereses personales. Que sea decente, y esa palabra sí que es importante, y que dé buen ejemplo. A mí me gusta mucho esa palabra del ejemplo, que de pronto a veces algunos creen que es como pasada de moda, mojigata, camandulera, y no. Hay que dar buen ejemplo. Así como usted en su casa le da un buen ejemplo a sus hijos, esa es la principal preocupación de uno, que mis hijos vean en mí a alguien correcto, y de ahí para allá por supuesto que respete la ley, la justicia, la Constitución, que se rodee bien.
Les voy a contar algo que siempre me ha llamado la atención. ¿Cómo puede ser posible que uno como periodista haga, con todas las pruebas y evidencias en la mano, una denuncia que involucra a un alto funcionario del gobierno y qué hace el presidente? Lo atornilla. Se niega a que eso pasó. No. Un presidente debería sentarse con el periodista, con expertos, abogados, penalistas, si es el caso, y si hay evidencias, hay que decirle al ministro o al alto funcionario: muchas gracias, usted se tiene que ir, usted se tiene que ir a defender allá, como cualquier ciudadano, y ojalá le vaya bien y ojalá demuestre su inocencia, pero no se puede defender en el gobierno. Esas son pequeñas cosas que empiezan por supuesto a cambiar.
El mayor honor que este país le puede otorgar a un ciudadano, mujer, hombre, es llevarlo a la Presidencia. No para que maneje la Presidencia como una finca, sino para que maneje la Presidencia con humildad, responsabilidad, seriedad.
La plata pública no es para comprar plumones, ni para gastar indiscriminadamente gasolina de helicóptero y después decir ‘de malas’. No. Un presidente tiene que entender que no puede despilfarrar la plata de los colombianos. Si hay un gobierno que ha despilfarrado, es este. Crearon el Ministerio de la Igualdad y ya sabemos que se va a acabar, por orden de la Corte Constitucional. Y hay otra cantidad de burocracia que, sin lugar a dudas, un nuevo presidente tendrá que eliminar. Un Estado manejado con economía, con austeridad, con cuidado, como si uno estuviera gastando la plata de la casa de uno. Uno en la casa no derrocha la plata, uno la cuida, la ahorra. Yo, por ejemplo, no he entendido por qué los colombianos tenemos que pagarles el mercado a los presidentes. No. No debería ser así. Si ese presidente o presidenta compraba su mercado en su casa, antes de llegar a la Casa de Nariño, ¿por qué no lo sigue comprando si le pagan un sueldo? Son sencillamente pequeñas cosas.
A la Fuerza Pública no la podemos dejar por fuera de esta conversación. Hay que recuperar la Fuerza Pública que, como decíamos, está debilitada. Pero creo que está fuera de discusión. Los colombianos quieren una Fuerza Pública eficaz, legítima, pero no brutal. Y yo respeto tanto esto porque creo que el límite natural para la Fuerza Pública tienen que ser los derechos humanos. Eso no está en discusión. La ley y la Constitución tienen que ser ese límite natural en la Fuerza Pública, a la que tenemos que volver a querer, volver a respetar, volver a subirles la moral.
Quien reemplace a Petro tiene que ser muy humanitario. Tendrá que hacer obras públicas, carreteras, para que se produzca el empleo, claro que sí, la construcción; tendrá que hacerse todo lo que se tenga que hacer en materia de seguridad, pero ese nuevo gobierno tiene que mirar a los que no tienen nada, a los que han sido utilizados para las elecciones.
En la calle y en los lugares más apartados de Colombia lo único que hay es gente esperando que alguien le brinde una mano. Creo que aquí todos hemos necesitado una mano. Yo tuve que tener una primera mano que se extendió para ayudarme, para darme una oportunidad. Y no he tenido una mano, he tenido muchas. Y creo que ese debe ser el compromiso de quien llegue a reemplazar a Petro, que por cierto se ha aprovechado de los pobres. Me parece que los ha utilizado. Los utilizó en campaña y ahora los sigue utilizando para esa guerra, esa lucha de clases, pero los sigue usando.
Me parece que los subsidios, cuando tienen un fin, como el que vemos actualmente, son infames, son macabros: a la persona le dan unos pesos, suficientes para que de repente coma, coma mal, si le dan 500.000 pesos no puede comer bien, no alcanzan para sacar a esa persona de la pobreza. En cambio sí sirven para amarrar a esa persona a ese gobierno, a ese proyecto político, y para esclavizarla de alguna manera.
Los subsidios deberían tener un plan de rescate paralelo que vuelva a la persona autosuficiente de tal manera que, cuando eso ocurra, ese subsidio pueda ir a las manos de otra persona que lo necesita.
Pero una persona no debería estar infinitamente amarrada a un subsidio. Lo que está haciendo Petro con esto es, de alguna forma, pavimentar su proyecto político destructivo. Él está pensando en las elecciones del 2026. Y hoy está prohibida la reelección, les decía, hay un proyecto del Pacto Histórico para que él pueda reelegirse.
Pero si no es él, y si no se le ocurre volverse un dictador absoluto y violar el orden constitucional e institucional, lo que él quiere es que quede alguien de su proyecto político destructivo y eso es lo que no podemos permitir. Lo que no le puede pasar al país. Si eso pasa, el país, después de 2026, estará perdido.
Simplemente no quiero dejar por fuera el tema de la salud y de las pensiones. Ya el Gobierno Petro se apoderó de alguna manera del sistema de salud, con el ‘chu, chu, chu’. Con la negociación a espaldas de los colombianos por parte de las EPS, a puerta cerrada, con el ministro de Salud. Y la verdad es que el sistema de salud está convertido en una bomba de tiempo, no sé qué va a entregar el presidente en el 2026.
Las pensiones, tal vez, hay que esperar qué pasa en la Corte Constitucional. Pero lo cierto es que esos dos sectores fundamentales ya los tiene hoy en dominio el presidente Petro y su gobierno. Y quizá todo sea pensando en el 2026.
Con este diagnóstico tan preocupante, no quiero dejarlos con desesperanza. Quiero decirles que es posible, que de esta vamos a salir, que esto al final será historia, que el país quedará averiado, yo creo que sí, pero también de esta experiencia vamos a aprender.
Al final, ojalá se cumpla ese sueño que sé que todos tenemos y es que este país sea próspero, con justicia, donde haya oportunidades para todos, donde los sueños no sean sueños, sino realidades. Muchísimas gracias por darme esta oportunidad. Simplemente, para terminar, aquí tenemos que recuperar los valores de una sociedad que necesita un cambio, una transformación real, no de los politiqueros, no. Sino ese clamor de este pueblo, de este país tan bello que tenemos, que tiene todas las posibilidades. Aquí tenemos que cambiar esa mentalidad de pagarles a los jóvenes para que no maten, aquí hay que ayudar a los jóvenes a que estudien, a que se preparen, a que construyan para poder enfrentar la vida y el futuro. Cuando empecemos por eso, ya este país empezará a cambiar. Muchísimas gracias”.