La primera mañana de septiembre, Colombia se despertó sin cuarentena. El país entero entraba a una nueva fase en el manejo de la epidemia y Bogotá no era la excepción. La expectativa era inmensa. Miles de personas que habían pausado sus sueños desde marzo esperaban con ansiedad el momento de volver a calles, de retomar sus vidas.

La Alcaldía anunció las medidas de reapertura. Restricciones en el aforo, protocolos de bioseguridad y precauciones para los ciudadanos empezaban a construir la nueva normalidad. Entre incertidumbre y emoción, la ciudad empezó a abrir sus puertas.

El primer fin de semana de la reapertura las calles se llenaron de color y música. Cientos de bogotanos salieron a visitar los parques, restaurantes y comercios que por varios meses estuvieron vacíos. La filarmónica acompañó con sus mejores acordes esos momentos y el cielo despejado invitaba a los ciudadanos a aprovechar las nuevas oportunidades.

La estrategia de reapertura se puso en marcha desde comienzos de semana. El martes la ciudad reabrió tímidamente sus fronteras. El aeropuerto El Dorado reinició sus operaciones con 14 rutas nacionales. El primer día se movieron más de 7.000 pasajeros en 49 vuelos comerciales. La terminal de transporte también se reactivó ese día. En las primeras 24 horas movilizó cerca de 14.000 pasajeros y esperaba cerca de 34.000 para el fin de semana.

El jueves arrancó el programa ‘Bogotá a Cielo Abierto’ con la reapertura de 600 restaurantes. Siguiendo estrictos protocolos de bioseguridad abrieron sus puertas al público tras cinco meses de sobrevivir de domicilios y productos congelados. “Reabrir es como cumplir un sueño” afirmó Giuliana Zita, la dueña del restaurante 18 Scalini. “Estábamos esperando este momento para reencontrarnos con nuestros clientes, para seguir haciendo lo que sabemos hacer que es preparar nuestros platos”.

Un restaurante solo debe operar con el 25 por ciento de su aforo. En algunos sectores, puede atender en andenes o calles cercanas con el fin de mantener las distancias y garantizar la ventilación. Usar el tapabocas es obligatorio salvo cuando el plato llega a la mesa, y las reservas tienen un máximo de tiempo. “Los restaurantes son hiperseguros, hasta la temperatura del agua está regulada”, dice Luis Felipe Quijano, de Cocina Abierta.

Los capitalinos se reencontraron con lugares emblemáticos de la ciudad y volvieron a recorrer sus calles. La mayoría recibe este momento con el mayor entusiasmo, pero la capital todavía enfrenta grandes retos. Bogotá ha sufrido como ninguna otra ciudad del país los estragos de la pandemia y las cifras de la debacle alarman: el desempleo asciende al 26,1 por ciento (por encima del promedio nacional) y unos 58.000 establecimientos comerciales cerraron sus puertas, según Fenalco. Recorrer las calles es descubrir cada día un nuevo local disponible en arriendo o en venta. Por otro lado, en Bogotá han muerto 5.600 personas de covid-19. La decisión de reabrir, aunque necesaria, no era fácil.

Esta semana, las imágenes de multitudes en lugares como San Victorino prendieron las alarmas. Cientos de personas madrugaron a recorrer las calles comerciales en el centro de la ciudad. En el contacto entre comerciantes y clientes se evidenció lo más complejo de la estrategia en la nueva etapa de manejo del virus: la cotidianidad. “Tienen que aprender a salir como adultos” afirmó la alcaldesa Claudia López, frente a las imágenes de las multitudes, “yo no soy su mamá”. La Alcaldía anunció acompañamiento en la reorganización del sector de San Victorino y para el fin de semana la fotografía era diferente: mayor distanciamiento y orden. "Si queremos que Bogotá siga recuperando vida productiva y social, todos tenemos que poner nuestra cuota de cuidado" afirmó el secretario de gobierno, Luis Ernesto Gómez. 

Encontrar el balance entre apertura y protección no es una tarea sencilla. Que el confinamiento termine no significa que la pandemia esté bajo control. Por el contrario, mal manejada la reapertura podría generar una segunda ola aún más agresiva y existe la posibilidad de volver a limitar las actividades cotidianas. Las noticias de las principales ciudades europeas muestran que una reactivación sin control presenta un enorme riesgo. Pero para que la economía repunte es imperativo superar el miedo y comenzar a construir la llamada nueva normalidad.