Carolina Rojas lo intentó durante tres meses, pero no pudo más. “El Zoom se volvió insoportable”, cuenta. Las clases parecían un encuentro en la torre de Babel, en las que nadie entendía al otro. Se trataba realmente de reuniones de padres, porque ninguno de los niños, todos de 3 años, podía conectarse solo. “El ruido era terrible. Matías no se concentraba y al final estaba triste y desmotivado. El jardín hacía lo mejor que podía, pero nada funcionaba”, agrega. Después de pensarlo mucho lo decidió: Matías no vuelve el próximo semestre.
Como teme que el pequeño retrase su aprendizaje por estar en clases virtuales, con su esposo decidió contratar una profesora que vaya a la casa: creen que les dará mejores resultados. Además, le tienen pánico a otro factor: nadie les garantiza que, si el jardín abre, el niño respetará las medidas de bioseguridad, no se acercará a sus amigos a quienes extraña, como dice todos los días, y estará protegido de contagiarse y llevar el virus a la casa. La psicológa Claudia Mora advierte las consecuencias de tener a los más pequeños encerrados. "Si los niños no salen es muy probable que su desarrollo, su vida académica y su vida social se vean afectadas a largo plazo". Vea el video:
Como Carolina, muchos padres han retirado a sus pequeños de los jardines infantiles por muchas razones. Tener a un niño conectado a una pantalla no ha resultado fácil y además muchos sienten que los altos costos de la pensión (hasta 1 o 2 millones mensuales) no se compadecen con el acompañamiento virtual en esas edades. Con la tasa de desempleo al alza y los negocios de muchos quebrados, algunas familias están cortando este rubro.
La salida de un niño pequeño del jardín infantil significa un drama en múltiples frentes. Por un lado, tiene al borde de la quiebra a muchas de estas instituciones, claramente esenciales en la cadena de aprendizaje de los menores, en su alimentación y en su ingreso a la vida en sociedad. Se estima que en el país hay cerca de 4.000 jardines debidamente inscritos, aunque cientos más funcionan de manera informal. De ellos dependen 40.000 empleos directos, la mayoría de mujeres. Nadie sabe a ciencia cierta la magnitud del retiro de los niños pequeños por la pandemia. Pero la Asociación Colombiana de Jardines Infantiles (Jardinco) asegura que supera el 20 por ciento.
Esa caída los tiene en jaque. A diferencia de los colegios, que suelen contar con instalaciones propias, el 80 por ciento de los jardines funcionan en casas en arriendo. Una encuesta hecha por esa asociación arrojó cifras preocupantes: la mitad de ellos piensan cerrar. “La percepción de los padres es que la estrategia de virtualidad para los más pequeños es ineficiente”, dice su presidenta, Ruth Domínguez. La desbandada existe en todo el país y en todos los estratos. Sésamo Kids, un jardín del norte de Bogotá, calcula que la caída es del 30 por ciento, mientras que en la cadena de jardines Origami, donde hay más de 1.000 niños, en promedio se han retirado 100 cada mes desde que empezó la cuarentena. Y en ambos casos se trata de instituciones con mucho prestigio y trayectoria, que han hecho un esfuerzo por adaptarse a la virtualidad. Esa posibilidad no la tienen la gran mayoría de jardines que funcionan en casas de barrio sin capacidad para dar este salto digital. “Para nosotros es incierto si aguantaremos hasta agosto, pero la inmensa mayoría de jardines, que son pequeños, se reventaron desde abril”, explica Isabel Segovia, directora de jardines Origami y una de las gestoras de la política De Cero a Siempre cuando fue viceministra de Educación Preescolar, Básica y Media. Las familias también viven momentos difíciles. Pocos padres tienen el tiempo y las habilidades para dedicarse todo el día al aprendizaje de sus niños. A diferencia de los más grandes, en el jardín ellos necesitan acompañamiento constante. A eso se suma que muchos también comenzaron por primera vez con el teletrabajo, y en la pandemia ha quedado en claro que eso puede ser más extenuante y agotador que ir a la oficina. “La clase de Isa era ver a la profe bailando zumba en la pantalla y todos los niños dispersos. Las actividades se cruzaban con mi horario laboral. En mayo decidí sacarla y no la matricularé hasta el otro año”, cuenta Pilar Villegas. Ella ahora hace actividades que encuentra en internet para promover el desarrollo motriz de su hija.
A otros padres, el modelo virtual simplemente no les funciona porque tienen trabajos esenciales, deben salir y dejar a sus hijos con algún familiar. Además de pedir que los cuiden, no pueden exigir que le hagan seguimiento al jardín. Y, por último, un gran número de padres pasan serias dificultades económicas. Según Carlos Ballesteros, de la Confederación Nacional de Padres de Familia, más de la mitad no tiene para la pensión en este momento.
La ministra de Educación, María Victoria Angulo, asegura que en este momento es fundamental fortalecer a las familias para que “en el hogar se generen interacciones en las que niñas y niños experimenten, exploren, expresen sus emociones, ideas y preguntas sobre el mundo que les rodea; lean y construyan en familia historias, preparen recetas, al tiempo que adquieren hábitos de autocuidado y cuidado de otros, entre otras experiencias”.
En el aspecto económico, la situación llevó al Gobierno a abrir una línea de créditos por 2,5 billones de pesos para que los jardines, colegios y universidades pudieran pagar hasta el 90 por ciento de la nómina, con un periodo de gracia de seis meses, y plazos de entre 12 y 36 meses. Además, el Ministerio de Educación dispuso, por medio del Icetex, de créditos condonables para que los padres paguen la pensión. A los estratos uno y dos les condonarán el 100 por ciento de la deuda; al tres, el 90 por ciento; y al cuatro, el 50 por ciento. Un daño irreversible Pero el problema va mucho más allá de esos números. Los niños en el jardín viven quizás la etapa más valiosa de los seres humanos. El psiquiatra infantil Felipe Agudelo explica que la gente aprende a lo largo de toda su vida, pero solo durante los primeros años adquiere las bases del desarrollo cerebral, las habilidades sociales, la motricidad fina y gruesa, y el pensamiento simbólico. Dar las necesidades nutricionales, el soporte emocional, la oportunidad de jugar y de explorar es determinante. “Las experiencias de los primeros años tendrán una interacción con la carga genética, lo que determinará conductas posteriores, como el rendimiento académico, los logros laborales y las relaciones interpersonales. Las experiencias que vivan los niños en sus primeros años serán definitivas en la formación del cerebro, de sus funciones y, sobre todo, en la concepción que cada uno se forma del mundo, para asumir las dificultades y para mejorarlo cuando se pueda”, explica el experto.
Los jardines tienen un rol esencial en este proceso. “Se piensa que estamos solo para entretener, y estamos para desarrollar, algo muy distinto”, dice la psicóloga experta en neurodesarrollo y directora de Sésamo Kids, Claudia Mora. La experta advierte que suspender la estimulación, así sea solo unos meses, generaría serias deficiencias en el desarrollo de esta generación de niños criados en la pandemia. “Tres meses en el desarrollo de un niño es algo enorme, es la diferencia entre hablar y no hablar, gatear y caminar, saltar, tener equilibrio o simplemente no desarrollar ciertas capacidades. El agravante es que estos tres meses se pueden convertir en seis e incluso más”, agrega. ¿Deberían abrir? Los padres le tienen miedo a la apertura. “Mi bebé de 2 años iba a entrar en agosto. Fui a la reunión en el jardín en la que explicaron los protocolos, pero no lo voy a mandar. Me muero del susto”, explica Isabel Morales. “¿Cómo garantiza usted la distancia de 2 metros entre niños, que no se quiten los tapabocas o que se laven las manos? Son pocos los jardines que pueden cumplir esos protocolos”, agrega Ballesteros, presidente de la Confederación de Padres.
Expertos como Segovia aseguran que las instituciones deben cumplir los lineamientos y las condiciones de bioseguridad “para que nuestros hijos tengan el derecho a una educación de calidad en medio de esta nueva normalidad”. Jardinco afirma que pueden cumplir estas condiciones mediante modelos de alternancia y garantizando que cada niño tenga mínimo 4 metros de espacio. El tema es complejo y en ninguna parte del mundo está resuelto. En el fondo, todo dependerá de decisiones epidemiológicas, basadas en el avance del país contra la pandemia. Con las cifras en ascenso, en Colombia por ahora nadie vislumbra esa tranquilidad. El otro tema de fondo tiene que ver con el efecto de la covid-19 en los niños. Los estudios ahora apuntan a determinar si tienen una baja capacidad de contagio. En Islandia, por ejemplo, tamizaron al 6 por ciento de la población, y 5,7 niños menores de 10 años resultaron positivos frente a 13,7 adultos. En Italia, en la municipalidad de Vo, testearon a 86 por ciento de la población, y todos los niños menores de 10 dieron negativo, comparados con 3 por ciento de los mayores de 21 años. Por otro lado, un estudio chino señaló que la posibilidad de que un niño resulte positivo en un hogar donde hay alguien con coronavirus es 4 por ciento, comparado con 17 por ciento en adultos. La evidencia de varios países indica que los niños son menos susceptibles a la infección. Y con estos resultados muchos han decidido abrir las escuelas.
Pero los científicos dicen que hay que tener cautela porque la relación de la covid-19 y los niños sigue en el misterio. Se sabe que ellos acogen gérmenes y virus, y transmiten la influenza. Con el coronavirus podría ser distinto, pero los expertos afirman que la evidencia aún es muy pequeña. Al comienzo, el virus no había desarrollado efectos letales en los más pequeños. Pero eso también ha cambiado y se han registrado casos, en especial en Estados Unidos, en los que niños han desarrollado graves síndromes inflamatorios, afortunadamente poco frecuentes. Frente a la apertura de la educación preescolar hay casos de todo tipo en el mundo. Algunos han flexibilizado y se han arrepentido. Por ejemplo, en mayo, Francia decidió abrir sus salones de clase. A la semana un rebrote hizo cerrar 70 instituciones. Ya están volviendo a retomar actividades. En España, plantearon que los niños menores de 10 años pudieran asistir sin tapabocas, con clases en el parque y turnos para salir a jugar en grupos pequeños. Hubo un debate nacional por eso. Dinamarca, el primero en abrir, les dio esa posibilidad primero a los menores de 11 años. El Gobierno consideró que en ellos la tasa de contagio es más baja, pero a su vez los padres de los más chiquitos tienen una necesidad más apremiante de dejarlos en la escuela. Estados Unidos estudia la posibilidad de volver en el otoño boreal.
De todos los dilemas que produce la pandemia, este quizás es uno de los más complejos. Abrir los jardines y arriesgar la salud de los niños o cerrarlos y arriesgar su aprendizaje. Encontrar este justo medio implica debates muy profundos y puede resultar casi imposible. Entretanto, los padres y los jardines deben encontrar, a su manera, la fórmula de que 2020 no se convierta en un limbo irreparable en una generación que apenas comienza en la vida. “Vale más la vida de mi hijo” Isabella Satine, mamá de Francesco (2 años), asegura que prefiere esperar a que no exista ningún riesgo.
“Francesco iba a entrar al jardín por primera vez en agosto. Con el nuevo panorama eso me da pavor. El jardín nos invitó a una reunión por Zoom. Nos explicaron todos los protocolos de seguridad. A mi parecer, estos son muy difíciles de aplicar y controlar en niños tan pequeños. Hablaron de jornadas semipresenciales con asistencia al jardín solo dos días. Para mí y para mi esposo no es una opción. Los niños pequeños se enferman mucho. El protocolo incluye el uso del tapabocas, y algunos médicos dicen que es mejor que los niños más pequeños no los usen porque podrían ahogarse. Nos mandaron una charla en la que se menciona que tener a nuestros pequeños encerrados es psicológicamente contraproducente para ellos, pues los primeros años de formación son muy importantes; pero para mí realmente vale mucho más la vida de él y de nuestra familia. Más adelante podrá entrar al jardín”. “Las pantallas deben dejar de ser un biberón emocional” El psiquiatra Felipe Agudelo alerta sobre el uso desmedido de la tecnología para mantener a los niños pequeños quietos y calmados. “La tecnología no debe ser más que un medio, un entramado de utensilios que sirve al ser humano. No es un fin en sí. Es una herramienta que ahora nos sirve para acercarnos, para no perder del todo espacios de socialización, para poder estudiar, para informarnos. Los aparatos deben dejar de ser un biberón emocional, un medio para mantenerlos quietos y calmados. Se convierte así en el único pasatiempo, negándoles ese juego activo que es tan necesario. Ahí el mal uso de la tecnología sería de los padres, y los afectados serían los niños y niñas. La recomendación de la OMS es una hora al día y dos horas para fines de semana solo para los mayores de 2 años, y siempre con supervisión e involucramiento respetuoso en sus juegos. Debemos asumir el reto de hacerles la vida divertida y en eso la tecnología podría ser un medio, pero no dejemos esta importante labor en manos de un instrumento”. “Retirar al niño del jardín puede impactar su desarrollo” La exviceministra de Educación Isabel Segovia cree que los jardines infantiles deben reabrir cuanto antes o habrá efectos irreversibles en los niños. Advierte que muchos de estos centros podrán quebrarse. “No enviar a los niños al jardín es una cura que puede ser peor que la enfermedad. Pueden crecer muy asustados con la vida, lo cual les impedirá desarrollarse como cualquier niño en otro momento; tendrán miedo de saltar, de ensuciarse, de convivir con los demás, aspectos fundamentales en su desarrollo cognitivo y emocional. Aunque en el momento no se noten los efectos, ese tipo de decisiones impactará el desarrollo y rendimiento de nuestros hijos. Hay padres que optan por la educación en casa. La mayoría de ellos tienen la virtualidad resuelta, viviendas amplias y buenas condiciones de vida. Pero esa no es la realidad de todas las familias y por eso también se necesita retomar la llamada ‘nueva normalidad’. Los más chiquitos tienen que empezar a salir de casa, relacionarse con sus compañeros, con sus profes y tener espacios de recreación… En Origami, que somos una organización grande y con respaldo, apenas hemos sobrevivido, pero otros jardines no llegan a agosto. Del Gobierno, los jardines no han recibido apoyos adicionales a los que tiene cualquier empresa, y esos alivios llegaron tarde porque muchos jardines están ahogados desde abril”.