Zipaquirá sin su catedral La Catedral de Sal ha dejado de recibir a unos 50.000 visitantes mensuales, la mayoría extranjeros.
La Catedral de Sal de Zipaquirá, una de las maravillas turísticas de Colombia, cerró sus puertas el 17 de marzo y desde entonces el municipio cundinamarqués no es el mismo. Cada mes, alrededor de 50.000 personas visitaban el lugar y quedaban maravilladas con sus imponentes bóvedas, naves y altares, construidos en las antiguas minas de sal del municipio. Sin ellos, Orlando Sotelo Suárez, el gerente, calcula que dejarán de recibir 12.000 millones de pesos que tenían presupuestados. Sin embargo, llevan la peor parte los restaurantes, operadores turísticos, hoteles, artesanos y comerciantes que dependían del funcionamiento de la mina. Según las cuentas de la Alcaldía, las pérdidas, en promedio, ascienden a 20.000 millones de pesos mensuales. Pero muchos miran con optimismo al futuro. Creen que la situación ha demostrado, por fin, la importancia del turismo para el municipio y planean estrategias para que los visitantes no se queden en la mina y bajen a disfrutar de lo que ofrece Zipaquirá. La Catedral tampoco se ha quedado quieta y aprovecha la cuarentena para reinventarse al desinfectar el enorme socavón y al adecuar lavamanos y puntos para suministrar alcohol y gel en la zona circundante. También planean organizar los recorridos en pequeños grupos a fin de evitar aglomeraciones. La principal estrategia, sin embargo, es aprovechar el ambiente salino para atraer a los visitantes extranjeros interesados en la haloterapia, muy popular en Europa, que simula el ambiente de una mina de sal para tratar enfermedades respiratorias. Una cosa, además, es segura: cuando todo esto pase, la Catedral seguirá siendo una de las grandes maravillas del continente y atraerá otra vez a miles de visitantes de todo el mundo.
El triste cierre de Cafalandia Melgar vive de los turistas bogotanos y sin ellos pasa las horas más tristes de su historia.
La ‘playa’ de los bogotanos vive desde hace décadas del turismo y tiene su mejor época, aparte del final del año, en estos puentes de junio. Uno de los mayores atractivos de Melgar es precisamente lo que ha dejado de existir con el coronavirus: la aglomeración de miles, la fiesta, la plaza llena de gente que come raspado. Quienes hoy transitan por sus calles ven sillas y mesas apiladas, barras vacías y un silencio casi sepulcral. La cuarentena, según datos de la Alcaldía, ha hecho que el pueblo apenas haya recibido el 30 por ciento del recaudo en impuestos. “Resistimos con dolor y paciencia”, cuenta Arturo González, dueño de la discoteca La Roca y el hotel El Bosque. El hombre no se acostumbra a ver los locales cerrados, la piscina vacía y los pasillos sin un alma. “Se vende o se arrienda”, dicen los avisos por todos lados. “Estamos muy mal”, cuenta el gerente del Parque Ecológico Ciudad Reptilia, Leonardo Orjuela. Se ven en problemas para alimentar a los cientos de animales que tienen allí. El complejo vacacional de Cafam quizás ofrece la imagen más poderosa de lo que sucede. Esa especie de Disney de los trabajadores hoy apenas opera algunos domicilios. Sin embargo, este centro ha salvado al pueblo, pues la caja de compensación ha mantenido intacta su nómina de cerca de 1.000 empleados de la zona.
En Paipa, los hoteles devuelven la plata Más de 120 están cerrados, y los locales resisten con la ayuda de sus paisanos.
Atrás quedaron los días en que las termales de Paipa, famosas por sus propiedades curativas, recibían hasta 8.000 visitantes en un solo fin de semana. Hoy, las piscinas están vacías. No hay enamorados en los botes del lago ni artesanos vendiendo ruanas. Los 120 hoteles están desocupados y solo reciben cancelaciones y devuelven el dinero. Victoria Lozano, gerente de la Casona El Salitre y dueña del Hotel El Lago, lucha por sacar adelante al histórico lugar, cuartel general de Simón Bolívar durante la campaña libertadora. Antes de la pandemia, ella tenía 55 empleados directos entre los dos alojamientos, pero las cuentas no le dan ya para pagar más de 27. Cada puente festivo que pasa se lleva una ilusión. Hasta el barco del lago está en crisis. “Hacíamos seis giras al día y recibíamos al año 5.000 turistas. Las pérdidas son incalculables”, cuenta Natalia Corredor, nieta del fundador de este y otros negocios. A los paipanos los impacta la soledad. “El silencio es tan impresionante que se oye hasta cuando los vecinos de la otra calle se saludan”, cuenta Patricia Sandoval, habitante del pueblo.
Endeudados y sin ayuda: el triste momento del sector turístico en Colombia
El turismo de la paz se desvanece Decenas de familias que dejaron los cultivos ilícitos están en jaque por el coronavirus. Sin turistas no hay sustento y tambalea el tránsito a una economía legal.
El sueño de convertir a Guaviare en una potencia turística tendrá que esperar. Luego de recibir más de 30.000 visitantes el año pasado, la cifra se desplomó. Los asiáticos que paseaban en la plaza de San José ya no están. “Esperábamos a un grupo de fotógrafos aficionados que venían por el gallito de roca, pero todos cancelaron”, cuentan en Biodiverso.travel, una operadora que apoya a las comunidades y que hoy ofrece paquetes virtuales. “Dejamos de recibir por lo menos 2.000 millones de pesos en lo que va de 2020”, detalla Jairo Bueno, secretario de Turismo. Solo después de la firma de la paz ese epicentro de la guerra terminó convertido en el foco del turismo natural y arqueológico del país. El coronavirus, sin embargo, tiene de brazos cruzados a miles que montaron hoteles y restaurantes para aprovechar la economía emergente que se abría camino. “La ayuda no es suficiente”, explica Leyver Pabón, uno de los líderes de la vereda El Raudal del Guayabero, hasta donde llegan los foráneos a conocer el arte rupestre. Los lugareños hacen esfuerzos por estos días no solo para resistir, sino también para no retroceder el terreno que han abonado.
El fantasma de la ópera de bogotá La Candelaria vacía tiene en jaque a decenas de hoteles y restaurantes.
En el Hotel de la Ópera, una joya de la arquitectura republicana, no hay un visitante. Los extranjeros, el 90 por ciento de los clientes, no pudieron volver y así este lugar conocido por las vistas que ofrece, con sus cúpulas y techos coloniales, vive la crisis con fuerza. Europeos y norteamericanos que querían conocer la capital del país eran el alma de ese negocio. Pero en los últimos días, todo se desplomó. “En estos meses solo hemos recibido cancelaciones. Julio y agosto prometían mucho, pero ya nos cancelaron las reservas que habían agendado”, cuenta Lina Caro, su directora comercial. Este huracán los ha puesto en una situación difícil. “Ahora hacemos servicio a domicilio, a través de los restaurantes del hotel, para hacerle frente a la crisis de alojamientos. No suple y no suplirá lo que vendíamos antes, pero es un ingreso”. Antes del coronavirus, Bogotá recibía alrededor de 13 millones de turistas al año, de los cuales 1,9 millones eran extranjeros. En las épocas de bonanza, según el Dane, el turismo venía creciendo en un 4,6 por ciento. En 2019 llegó a representar el 2,9 del PIB de Bogotá y generó 111.000 empleos en la capital y Cundinamarca. Todo eso hoy está en riesgo.
"La candelaria es el corazón cultural de nuestra ciudad": Andrés Cepeda
Cartagena, la playa de la soledad En la Heroica, la ocupación de los hoteles no llega ni al 2 por ciento. Están en riesgo más de 260.000 empleos.
Hace tres meses que los ocho coloridos vestidos de la palenquera Shirley Cassiani están arrinconados en su casa del barrio La María, en Cartagena. Simbolizan la parálisis y soledad de la ciudad por la llegada del coronavirus, que tiene en apuros económicos a más de la mitad de su población. El año pasado, más de 2.300.000 colombianos y 528.000 extranjeros visitaron Cartagena. Las cifras para 2020 eran más prometedoras. Hoy no hay a quién venderle nada, el 95,5 por ciento de los establecimientos del sector turístico están cerrados. La mayoría de los trabajadores informales agonizan día a día. Shirley, por ejemplo, sobrevive por la solidaridad de dos hermanos que le regalan alimentos para ella y sus dos hijos. A su pequeña de 7 años la tuvo que sacar del colegio. La crisis ataca en todos los niveles. La ocupación de los hoteles no llega al 2 por ciento, cuando antes promediaba un 65 por ciento. Según cifras de los gremios de comercio, si los cierres en la ciudad se extienden unos 30 días más, se perderían 261.000 empleos.
En Leticia, hasta Kapax está en duelo y no tiene trabajo La capital de Amazonas ha sufrido el virus con severidad. La economía dependía de turistas que ya no van y su ubicación remota y fronteriza lo complica todo.
En Leticia todo era exuberancia y turismo. Cada mes, 12.000 visitantes llegaban allí para dejarse atrapar por sus encantos y embrujos. Pero la covid-19 arrasó con todo. La única forma de viajar desde el resto de Colombia, por avión, está cancelada. A mediados de mayo, Leticia tenía la tasa de contagio más alta del país con cerca de 100 enfermos por cada 10.000 habitantes. Esta semana llegó a 2.200 contagiados. Al confinamiento extremo y prolongado hay que sumarles el aislamiento geográfico y la extinción del turismo, su principal ingreso. El efecto dominó implica que el 90 por ciento de la gente de súbito quedó en la pobreza. Según la Cámara de Comercio, en Leticia hay 71 hoteles y 97 agencias de viajes. Hoy, solo hay tres alojamientos abiertos para hospedar al personal de salud. Kapax, el emblemático hombre que nadó buena parte del río Magdalena, perdió su empleo en el hotel Decamerón y a su hijo por el virus.
La tristeza de Kapax
En Panaca, ni las vacas mugen Ya los animales del parque temático no están allí.
En las 130 hectáreas de Panaca, en Quindío, hay un silencio incómodo y prolongado. En un día de fin de semana recibían en promedio 2.000 visitantes, pero ya no hay nadie. Con el cierre, hasta los animales tuvieron que irse. Los trasladaron a fincas cercanas para optimizar gastos. Jorge Mario Acosta, director de Mercadeo, explica que los caballos y otros mamíferos ahora permanecen en predios de algunos socios del parque. “Aquí no podemos hablar solo de estos tres meses de cuarentena, sino de lo que va a pasar cuando podamos abrir. Estimamos entre 15 y 17.000 millones de pesos en pérdidas”, dice. De los 320 trabajadores, quedan 220. Es imposible sostenerlos a todos. A los que aún se mantienen no les pagan el salario completo. En cambio, Panaca les cedió sus diez unidades productivas de lácteos, trapiche, panadería y planta de transformación para que aprovecharan esos recursos y los comercializaran. “Veníamos con un crecimiento del 23 por ciento. Este año prometía mucho. Parte de nuestra esencia es demostrarle a Colombia por qué sin campo no hay ciudad”. En el Eje, sin embargo, esperan que los colombianos se lancen a viajar apenas tengan la oportunidad de hacerlo.
"El eje cafetero es una maravilla": Robert Farah
Nadie visita La Piedra del Peñol En Guatapé, el 92 por ciento de la población vive del turismo. Quieren ser el primer destino seguro del país.
En Antioquia todos saben de Guatapé: de la impresionante piedra que se levanta como un faro que todo lo ve, del embalse en el que navegan barcos y en el que parejas cumplen sus citas amorosas como en una isla. Parecen lejanos los días de El Giro de Rigo, cuando Urán trajo a la élite del ciclismo mundial para hacer una competencia exigente y divertida. Se calcula que a ese municipio del oriente antioqueño podían llegar en un fin de semana de puente unas 25.000 personas. Pero hoy todo está en el pasado y muchos tienen miedo, pues el 92 por ciento de la población vive del turismo. Aprovechan la contingencia para mejorar protocolos. Ya han pasado otras crisis que le han alejado turistas, y su optimismo no los deja perder la esperanza. El ciclista Rigoberto Urán se ha convertido en el embajador de ese regreso.
"Entonces qué mijito. Hay que recordar los buenos momentos que pasamos en Guatape, esa tierra tan bonita": Rigoberto Urán.
En la Tatacoa, no hay un huésped agendado hasta Año Nuevo Sin turistas, algunos dueños de hoteles ya piensan en vender.
Cuando de la noche a la mañana llegó el confinamiento, a Tania Peñafiel, administradora del hotel boutique Yararaka, propiedad de su familia en el desierto de La Tatacoa, le tocó pasar tres días enteros cancelando reservaciones nacionales y extranjeras. Hoy no tiene ni un huésped agendado hasta el 31 de diciembre y solo le quedan de empleados un vigilante y la persona del aseo. Sin recibir un peso, tiene que sacar 4 millones cada mes para pagar las obligaciones fijas: desde los compromisos bancarios hasta el cloro de la piscina. La situación es tan compleja que ya están pensando en vender si de ahora a julio no se reactiva la actividad turística. Eso dejaría definitivamente a unas 15 familias sin una fuente de ingresos. El desempleo es fuerte y “muchas personas se han devuelto a las zonas rurales”, dice el coordinador municipal de turismo, Yilver Lozano. A Guillermo García también le tocó prescindir de sus tres colaboradores en el Observatorio Astronómico Star Light, un emprendimiento “de turismo científico” que apenas lleva un año y recibía unos 15.000 visitantes por mes. Con la actual situación, se ha dedicado a hacer transmisiones en vivo de los planetas, no para generar ingresos, sino recordación. Como muchos otros, ha recurrido a la ayuda de los bancos para buscar solventar sus obligaciones, pero sin fortuna. “Nos niegan los créditos por estar en actividades de alto riesgo”. En Huila, 80.000 personas dependen del turismo.
“Al estar dentro de la Tatacoa, el resto del mundo desaparece”: Peter Ptassek, embajador de Alemania
Nairo Quintana invita a volver a Villa de Leyva Más de 150 establecimientos han tenido que devolver sus locales. En el pueblo hablan de un retroceso de más de 20 años en el turismo.
El ciclista colombiano tiene más que su corazón en este municipio de Boyacá. Organiza para noviembre el Gran Fondo Nairo Quintana, un evento que busca reunir a ciclistas de todo el país. No solo es un certamen deportivo, sino la oportunidad de invitar a regresar al pueblo, cuando ojalá la amenaza del coronavirus esté controlada. “Extrañamos Villa de Leyva, el poder caminar de la mano con la familia en sus calles empedradas, el disfrutar de sus hermosos paisajes, su arquitectura colonial. Esto es algo que en esta cuarentena nos ha marcado a muchos. Nos gusta mucho Villa de Leyva, pero recuerden que el 29 de noviembre están superinvitados a volver”, le dijo Nairo a SEMANA. Sin turistas, el pueblo vive uno de los momentos más críticos de su historia. Más de 150 establecimientos han entregado sus locales. El municipio calcula que dejará de percibir 5.000 millones solo en impuestos. Y parece que esto apenas es el comienzo. “Hemos perdido en dos meses lo que habíamos hecho en 20 años”, resume Claudia Rico, representante del sector empresarial del municipio.
"Acá estamos con los brazos abiertos": Pirry y Nairo recuerdan Villa de Leyva
El fútbol podría salvar las Termales Los créditos y el torneo de fútbol colombiano son la esperanza del orgullo de los manizalitas.
Al hotel Termales El Otoño, en Manizales, muy cerca al nevado del Ruiz, la pandemia lo golpeó cuando el viento soplaba a su favor. Había crecido 43 por ciento en enero y febrero, y cayó a cero. Hoy se aferran a dos opciones para sobrevivir: los bancos y el fútbol. La idea es conseguir créditos con plazo a diez años y albergar el regreso del campeonato de fútbol profesional si se aprueba el Eje Cafetero como sede para lo que resta del torneo. “El fútbol sería la salvación, porque serían 20 equipos aquí por más de dos meses”, dice Carlos Gallego, su propietario. El hotel tiene pérdidas por 3.000 millones de pesos y lucha por sostener la nómina de 60 trabajadores. Han pensado en vender activos.