Después de siete años de pertenecer a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Jaime Pérez Charris se convirtió en el testigo estrella de la Corte Suprema. "Yo mismo le entregué 800 millones de pesos a Dieb Maloof después de tres veces que lo acompañé a verse con 'Jorge 40'", les dijo a los magistrados. Luego describió con lujo de detalles los vínculos del senador barranquillero con los paramilitares. Pérez es de esos testigos que da nombres de políticos, militares, policías, empresarios, terratenientes y ganaderos de la Costa que trabajaban con las autodefensas. Llegó a dirigir la alta delincuencia de los paras en buena parte de la Costa. Y de una manera impresionante, le relató a SEMANA la manera como torturaron a dos hombres para que confesaran el atentado contra Álvaro Uribe en abril de 2002 en Barranquilla, cuando finalizaba, en compañía de Maloof, su campaña a la Presidencia.Cuando Jaime Pérez habla de su vida parece que se sintiera orgulloso de haber estudiado en el mejor colegio de Barranquilla con los hijos de la clase dirigente: los Char, los Name y los Gerlein. Pero también dice que en el mismo colegio estudiaban los hijos de los narcos. Con los primeros gozaba en Bongo, la discoteca de moda. Con los segundos aprendió el negocio de la droga. Andaba con la gente de la sociedad, se vestía bien y jamás se acostaba sin comer, pero su única ambición era la plata y las mujeres. Relata sus 30 años de vida como si fuera uno de esos cuentos que los costeños saben contar muy bien. Recuerda que un día en Barranquilla un tremendo carro frenó y era un viejo amigo que no veía desde hacía años. Le decían 'Boliche'. Pero su verdadero nombre era Jorge Luis Hernández Villazón, un joven de Valledupar que, como él, creció en una de las familias de sociedad."Cuando lo volví a ver ya era la mano derecha de Mancuso que lo quería como a un hijo porque era en el único que confiaba para que le sacara la droga del país. 'En el momento de gozar se goza', me dijo. 'Vente a trabajar conmigo y jamás te faltaran las mujeres, la plata, los carros, el poder y las armas'. Y así fue. Me convertí en la mano derecha de 'Boliche'. Me presentó a Mancuso y después conocí a 'Jorge 40' cuando no tenía tanto poder. Ni siquiera pertenecía al estado mayor. 'Boliche' vivía enseguida de Dieb Maloof, en el barrio Villa Campestre al norte de Barranquilla y se hicieron muy amigos. Pero fue Carlos Castaño, cuando todavía era el jefe máximo, quien dio el aval para la campaña de Maloof. Así fue como un día me tocó llevarlo a un lote frente a Coca Cola en Valledupar que era de los Gnecco y se lo habían vendido a 'Boliche'. Ahí se reunió con 'Jorge 40'. Yo no estuve en la reunión pero después dentro de la camioneta, escuché cuando mi jefe le decía a Maloof: 'tranquilo, que si el hombre se lo prometió, se lo cumple'. En ese momento no había comenzado la campaña pero mi jefe dijo: el man va a ser senador . Maloof era suplente y después se pegó la disparada. Como al mes, se volvieron a reunir con 'Jorge 40' en una finca en San Ángel, Cesar, que era el cuartel general a donde llegaban los alcaldes y se discutían los nombramientos. Como al mes, 'Boliche' me entregó en su casa 800 millones de pesos y me dijo: pase a la casa de enseguida y llévele esto a Maloof. Él simplemente me recibió el paquete. Después lo llevaron a la finca 58 en Tierra Alta, Córdoba, a una tremenda recocha que hicieron para celebrar el cumpleaños de Mancuso".Cinco abogados y un magistrado escucharon el relato de Pérez Charris hace una semana en el búnker de la Fiscalía. Su interés era conocer los detalles de la parapolítica, pero este hombre también conoció al dedillo el negocio de la cocaína que su jefe 'Boliche' le manejó a Mancuso desde el 95 hasta 2001."'Boliche' tenía fama de coronar y por eso le sacamos toneladas de droga a Mancuso. Pero mi jefe tenía un problema. Que quería comprarlo todo y después andaba enculebrado. Una vez se gastó la plata del adelanto que le dieron para mandar una coca de Nicolás Bergonzoli, el comandante 'Julián', que se entregó después a las autoridades norteamericanas. ¡Qué problemononón! '¡Usted h.p. me paga esa droga!', le dijo don 'Julián'. Mancuso salió en su defensa: '¡No la cojas con el pelado que él te paga esa droga!. O mejor mátalo, pícalo y te lo comés... pero eso sí, después te lo hago cagar'. Ese día Mancuso le salvó la vida a 'Boliche'. Pero después la volvió a embarrar. Le robó una coca a Mancuso que iba para las Bahamas y ahí sí no tuvo quien lo salvara.Por eso cuando pudo se escapó por La Guajira y luego supimos que se entregó en Venezuela a la justicia norteamericana. Quien lo sacó hasta la frontera fue el mayor Jesús Orlando Barón, quien era el jefe del Gaula de Barranquilla y el que manejaba era el soldado Palomino. El carro era una camioneta Mitsubishi Nativa roja divina que le prestó Maloof a 'Boliche' para que se volara con su señora y su hijo recién nacido".Pérez lo dice porque a él le tocaba pagar la nómina del Gaula. "Barón nos colaboraba al cien por ciento. Mentira, al 500 por ciento (ver recuadro). Nos daban cuatro o cinco juegos de placas para cada carro. Instrucción de tácticas militares a los muchachos. Teníamos salvoconductos, munición y nos vendían cada camuflado en 60.000 pesos. Pero nosotros también les ayudábamos. Rescatamos al gerente de Coca Cola, en Usiacurí, y a los secuestrados de la Ciénaga del Torno. Quien legalizó esos operativos fue el Ejército. 'Los enemigos de mis enemigos, son mis amigos', nos decían. Por eso el comandante Darío Laíno, ya capturado, nos ordenó investigar el atentado contra el candidato Álvaro Uribe en 2002. Nosotros capturamos a dos de las Farc. Los llevamos a una finca que se llama El Paraíso. Me acuerdo porque era un Viernes Santo. Se les puso tizones calientes, se les golpeó, los metíamos en agua helada para refrescarles la memoria, hasta que se les hizo la prueba del termómetro. Consistía en coger un radio de bicicleta, se le introducía como si fuera una sonda por el pene, lo que queda por fuera uno lo calienta y lo demás ya usted se lo puede imaginar. Siempre cantaban".En julio de 2003 se desató una pugna al interior de las AUC y Pérez decidió colaborar con la Fiscalía. Pero en los tres años que lleva en el programa de protección de testigos, no sólo ha sido sometido a un trato inhumano, sino que jamás había sido escuchado por nadie sobre sus siete años en las autodefensas. Sólo ahora, cuando los magistrados supieron de su existencia.