La noticia llegó a casa de Álex de Lima pasadas la 1:05 de la madrugada del lunes 13 de septiembre. Un sobrino dedicado al transporte informal en moto le avisó que su hija Laura fue atropellada por una camioneta Toyota Hilux en la avenida principal. Como pudo, Álex se incorporó, aunque por segundos pensó que aún seguía dormido y se trataba de un mal sueño. Mientras caminaba por inercia hacia el lugar del accidente, se repetía como un mantra el último diálogo que sostuvo con su hija ese día a las 8:30 de la noche: “Te amo, papi, porque nunca me desamparas (...). Yo no te desamparo, mi niña”, decía una y otra vez para calmar el dolor.
A la avenida principal, contigua al barrio Gaira de Santa Marta, llegó siete minutos después. Recuerda poco de ese momento, no vio los otros cinco cuerpos sobre la vía, solo se enfocó en tratar de abrazar el cadáver de su hija. Quiso tocarla para comprobar con sus propias manos que ya no respiraba, pero la Policía lo detuvo. Cinco días después parece que su alma se quedó detenida en ese momento. “Ellos venían caminando por la acera y el carro los levantó como si fueran piezas de bolos”, le contó Álex a SEMANA.
Su sobrino relató todo lo que vio esa madrugada: “Él me dijo que sonó un golpe duro y que vio en el aire cosas que volaban, como si fueran cartón. Los cuerpos quedaron totalmente destrozados”, agrega Álex. En el accidente no solo falleció su hija de 17 años, también murieron Camila Romero Troncoso, 19 años; Eleonor de Jesús Romero Troncoso, 17 años; María Camila Martínez Mendoza, 24 años; Rafaela Petit, 30 años, y Juan Diego Alzate, 17 años. Este último era futbolista en formación y ya tenía todo arreglado para incorporarse al Junior de Barranquilla. “Era arquero, me prometió que sería jugador profesional y el reemplazo de David Ospina en la selección Colombia”, dijo su papá, Armando Alzate.
Quien estaba detrás del volante es el reconocido empresario samario Enrique Vives Caballero, ingeniero electrónico y especialista en ingeniería portuaria; sin embargo, su capital económico procede del sector gastronómico. En 2019 aspiró al Concejo de Santa Marta, y en menos de dos años tiene dos multas de tránsito, una de ellas por conducir con exceso de velocidad. El día del accidente, no solo llevaba el pie al tope en el acelerador, sino que conducía con grado tres de alcohol (el nivel más alto), según la prueba de alcoholemia conocida por SEMANA.
Álex de Lima no alcanzó a ver a Vives Caballero en la escena de la tragedia, porque un cuadrante de la Policía lo había trasladado a un centro asistencial por el riesgo de un posible linchamiento. “Desde el primer momento le dieron acompañamiento, a él nadie lo tocó y luego sale en una foto con un montón de cables. Según eso, quedó peor que el niño de 13 años que sobrevivió”, cuenta.
Al niño que se refiere Álex es a Brayan José Añez, de 13 años. Fue el único sobreviviente de un grupo de siete. En medio de esa tragedia, salir con vida y con heridas leves es un verdadero milagro que tiene una responsable: su tía, Rafaela Petit, quien antepuso su cuerpo para evitar que la camioneta lo golpeara de frente. Ella murió, sus extremidades quedaron separadas del cuerpo, pero su sobrino vivió para contar la historia. Rafaela era la única con hijos: dejó a tres pequeños de 10 y 7 años, así como un bebé de 4 meses.
“Una cosa es decirlo y otra verlo. La escena era impactante. Yo todavía no me repongo de lo que vi”, subraya Álex. Sobre su hija, recuerda que era muy carismática, alegre y con un propósito insistente por ingresar a la Policía Nacional. “Todos eran muchachos muy sanos. En el momento del accidente venían de un cumpleaños e iban para otro”, añade.
Camila, Eleonor, Laura, Juan Diego, Rafaela y María Camila vivían en Gaira, una subregión urbana de familias humildes ubicadas sobre la bahía del mismo nombre. El barrio fue levantado por pescadores y obreros de clase económica baja. Las calles son polvorientas y algunas en mal estado, no hay excentricidades y la dinámica comunal funciona como una gran familia. Por eso, el dolor es generalizado. No es la tragedia de siete familias, es la tragedia de toda una comuna.
“Nosotros somos conscientes de que ahora se viene una pelea de David y Goliat, porque la familia de Vives Caballero es de mucho dinero y es muy poderosa, no en vano se han presentado tantas irregularidades en tan poquito tiempo”, cuenta Álex, quien junto a decenas de vecinos realizaron un plantón el pasado jueves en la clínica psiquiátrica, a donde fue trasladado Vives Caballero, incluso pasando por encima de una orden de la jueza primera penal municipal de Santa Marta, Olmis Cotes, quien lleva el caso.
La sorpresa de la Fiscalía
La jueza de control de garantías de control decidió, en una extensa audiencia que se prolongó hasta el lunes en la madrugada, enviar a la cárcel a Enrique Vives, el empresario que mató a seis jóvenes en un accidente de tránsito en Santa Marta.
El proceso dio un giro en los últimos días. Cuando todo apuntaba a que el delito a imputar en el caso de Vives Caballero era el homicidio culposo, es decir, involuntario, la Fiscalía imputó en la noche del viernes al empresario el crimen de homicidio doloso. Según el argumento del fiscal, el conductor tenía pleno conocimiento de que al manipular su vehículo bajo los efectos del alcohol podría ocasionar daño a un tercero.
También dijo que en la zona donde ocurrió el accidente el límite de velocidad es de 30 kilómetros por hora y el conductor iba mucho más rápido. “Usted, por el exceso de velocidad y por el estado de embriaguez, no pudo frenar ni maniobrar (…) Encontraron un cadáver encima de su vehículo (…) usted sabía que estaba poniendo en riesgo la vida y la integridad personal y pese a ello dejó el resultado al azar. Es un accidente sin precedentes en la ciudad; en ese orden de ideas, se considera que es una conducta dolosa”, manifestó el investigador en la audiencia, a la cual asistió Vives Caballero luego de una serie de maniobras dilatorias.
Ante esta imputación, el empresario se declaró inocente. Además, manifestó que estaba haciendo un esfuerzo extra por comparecer ante la jueza. “Para mí es algo nuevo. Yo nunca en mi vida había tenido una situación como esta, y es un shock tremendo el que he recibido, que me ha llevado a estar en una clínica a someterme a ciertos tratamientos. Pero aquí estoy realmente haciendo un esfuerzo porque no quiero que la gente (ni las autoridades) piensen que estoy tratando de huirle de la justicia. No he comparecido anteriormente porque mi estado de salud no me lo ha permitido, no estaba consciente para hacerlo, y hoy estoy haciendo un esfuerzo sobrenatural para poder acompañarlos”, dijo Vives Caballero.
Las irregularidades
El manejo de las autoridades y de la defensa de Vives Caballero está en el ojo del huracán por presuntas irregularidades para dilatar el proceso. A la revelación de SEMANA de su intento de no ser imputado usando una excusa médica supuestamente manipulada, se suma que, aunque las autoridades afirmaron –minutos después de la tragedia– que se encontraba en grado dos de alcoholemia, en realidad era en grado tres, lo que implica una diferencia significativa que repercute directamente en la pena que podría recibir Vives Caballero.
A las pocas horas del lamentable incidente, le fueron realizadas de manera extraña, en un lapso de una hora, cuatro pruebas de alcoholemia, a las que tuvo acceso SEMANA. Al registrar grado tres de alcoholemia, que implica tener desde 150 miligramos de etanol por 100 mililitros de sangre en adelante, la sanción sube a entre cinco y diez años, y 80 horas de curso de sensibilización.
Mientras avanza la investigación y el juicio contra Vives Caballero, Álex de Lima se aferra al recuerdo de su hija Laura. No quiere desprender de su mente aquel domingo cuando compartieron una pizza a las 8:30 de la noche, y ella, contenta, le dijo: “Por eso te amo, papi, porque nunca me desamparas. Eres el mejor del mundo”. Ese recuerdo, dice, es el que aún lo mantiene en pie para gritar con todas sus fuerzas que se haga justicia, al tiempo que reconoce que daría todo lo que tiene porque esto solo se tratara de un mal sueño.