José Alfredo Ordóñez saltó de la Iglesia católica hacia la política porque se cansó de ver la corrupción desde el altar: se quitó la sotana para buscar firmas que avalen su candidatura a la Alcaldía de Santa Marta. Por tercera vez, su nombre aparecerá en el tarjetón electoral.
En diálogo con SEMANA, entregó detalles de la vida que sorteó entre el sacerdocio y el activismo, reveló que ha sido testigo de lo más oscuro del poder y habló de los consejos que le dio Alberto Linero para tomar la crucial decisión: colgar el ornamento y pedir votos.
SEMANA: ¿qué lo aburrió del sacerdocio?
JOSÉ ORDÓÑEZ (J. O.): no estaba aburrido de ser cura, pero estaba aburrido de la forma en que los otros estaban haciendo la política, no le estaban respondiendo a las necesidades de Santa Marta. Hay que ponerle un freno a eso.
SEMANA: ¿qué tan común es encontrar a un cura en la política?
J. O.: es poco común. Es una excepción de vida. Hay unos reglamentos en el derecho canónico que limitan la actividad de la política. Yo tomé otra opción de vida.
SEMANA: ¿cómo se ve la política desde la Iglesia?
J. O.: un distanciamiento entre los que gobiernan con los gobernados y, acá en nuestra región, se ha marcado mucho la corrupción. No le está llegando al pueblo lo que realmente es del pueblo.
SEMANA: esta es la tercera vez que usted sale de las parroquias para participar en política, ¿cómo ha sido ese recorrido?
J. O.: hace 24 años viví este caminar. Fui candidato a la Gobernación y me tocó enfrentar a la clase política del Magdalena. Al período siguiente, debí de ser el gobernador, pero tuvieron injerencia las autodefensas y pusieron a su candidato.
El obispo me suspendió el ejercicio. Cuando pasó la actividad política, él estuvo facultado para volverme a reintegrar. Ahora me quitaron el ejercicio del ministerio definitivamente, así lo pedí a Roma en enero de 2023.
SEMANA: ¿usted qué le dijo al Vaticano?
J. O.: digo que no tengo crisis en el sacerdocio, sino que las dos actividades no son compatibles. Para no hacer daño, tomo la decisión definitiva de dar un paso al costado. Desde la parroquia, tenía un servicio imparcial.
SEMANA: ¿quién lo ayudó a tomar esa decisión?
J. O.: lo conversé mucho con Alberto Linero. Él me decía: “Bro, uno donde está, puede ser feliz”. Después de orar mucho, fue la decisión. Su consejo fue oportuno y prudente. La decisión fue mía.
SEMANA: ¿cómo recibieron sus feligreses la noticia?
J. O.: tienen un sentimiento encontrado. Aman al cura Ordóñez. Los fieles quisieran quedarse con el cura predicador, pero dicen que no abandonan al cura candidato.
SEMANA: ¿y sus colegas sacerdotes?
J. O.: algunos tienen esperanza de que regrese, otros me dicen que me apoyan y el señor obispo está dolido por el paso que di. No la censuran.
SEMANA: ¿cómo lo han tratado los políticos?
J. O.: he venido recibiendo ataques. Comienzan a desinformar a la ciudad para que comience a dudar del proceso. No es fácil porque son estructuras las que tenemos que remover. Cada ofensa la devolveré con una bendición.
SEMANA: ¿qué le responde a la gente que lo acusa de hacer política con la fe?
J. O.: no estoy haciendo política con la fe, sino política con fe, que es distinto. Cuando un taxista se lanza a una corporación, sus primeros aliados son sus compañeros taxistas. Indiscutiblemente, la base de este proyecto tiene que estar en hombres y mujeres de fe.
SEMANA: ¿le genera miedo este proyecto?
J. O.: es normal sentir temores en un nuevo estilo de vida. En este proceso, le estoy pidiendo al Gobierno que nos garantice seguridad a todos los candidatos, que la democracia sea libre y se pueda expresar.
SEMANA: ¿se volvería a poner la sotana?
J. O.: la respuesta la tiene Roma. Después de cuatro años siendo alcalde, voy a seguir sirviendo en ayudar a jóvenes a tener esperanza en la vida.