Asdrúbal Herrera Mora es un gigante. Un gigante noble, de esos que solo se ven en la ficción, de aquellos con extremidades increíblemente largas y una bondad infinita, sin límites. Mide dos metros con 38 centímetros, calza 54 en talla colombiana, es el hombre más alto de Colombia y Latinoamérica, nació en Floridablanca, Santander, y pocas veces la tristeza lo ha derrumbado.

A las miradas de asombro ya se acostumbró, también a las preguntas incómodas, y ante los comentarios de burla tiene una única respuesta: “Dios los bendiga”. Su existencia, dice, no está marcada por la tragedia de ser diferente.

“Me dicen que si tengo las piernas de palo, que si son zancos, me tocan las piernas y me preguntan en forma de burla ‘¿son de verdad?’, yo les respondo sonriente que sí, son de verdad”, cuenta Asdrúbal.

El secreto de la felicidad lo aprendió de un amigo deportista, meses después de la cirugía que le cambió la vida a los 11 años. Su infancia fue igual a la de los demás niños, hasta que tuvo que ser intervenido en una craneotomía cerebral para extirpar un tumor generado en sus primeros años de vida.

Su infancia fue igual a la de los demás niños, hasta que tuvo que ser intervenido en una craneotomía cerebral para extirpar un tumor generado en sus primeros años de vida. | Foto: Liliana Rincón

En la cirugía salió todo bien, Asdrúbal recuperó las fuerzas rápidamente, pero con un nivel excesivo de crecimiento. Cada mes su cuerpo se estiraba de dos a cuatro centímetros; la ropa comprada le duraba pocos días y los zapatos cómodos eran un lujo de pocas horas, luego empezaban a apretar.

Ante el crecimiento anormal, hubo una junta médica en Bucaramanga que determinó que, en medio de la cirugía, fueron alteradas las glándulas de crecimiento y el niño Asdrúbal, el hijo menor de un matrimonio de seis hijos, ya no sería el pequeño Herrera, sino el gigante de Floridablanca.

Al gigante de 11 años le tocó enfrentar su nueva realidad. “Conocí a un amigo que jugaba baloncesto conmigo y me veía llorar por las burlas y me dio tres consejos: acostúmbrese a que lo vean, acostúmbrese a que le pregunten y, el tercer consejo, acostúmbrese a responder. Si le dicen alguna bobada, ignórelos”, señala Asdrúbal.

Los sueños de un gigante

A Asdrúbal pocas veces lo ha derrumbado la tristeza. En los primeros años, cuando no comprendía su crecimiento acelerado, el llanto amenazó con acabar con la chispa de niño soñador, pero el deporte lo rescató. Por su estatura empezó a colgarse de las canastas en las canchas de baloncesto del barrio, luego lo hizo en una academia que fijó sus ojos en él y en su potencial; sus habilidades con el balón mejoraron, representó a Bucaramanga a nivel regional y a Santander en el ámbito nacional.

Asdrúbal, de 37 años, sueña con tener una fundación en Bucaramanga y Santander para ayudar a los menos favorecidos. | Foto: Liliana Rincón

Su estatura era, ahora, la mayor de sus fortalezas. “Pero cuando todo estaba listo para ir a Estados Unidos e iniciar una carrera allá para posteriormente probar suerte en la NBA, me hicieron unos exámenes y nuevamente la junta médica determinó que mi cuerpo no era apto para un deporte de alto rendimiento que implicara contacto físico.

La decisión fue que no podía volver a jugar baloncesto nunca más”, cuenta Asdrúbal. Los médicos, luego de los exámenes, llegaron a la conclusión que por la cirugía y las secuelas de ese proceso, su cráneo había quedado frágil y con cualquier contacto fuerte podría perder la vida. El sueño de representar a Colombia se desvaneció por un momento y Asdrúbal volvió a llorar. Mientras lidiaba con el dolor de la frustración, su cuerpo seguía creciendo.

En el mercado no había ropa que le quedara, los dos metros con 38 centímetros que alcanzó a los 18 años eran un impedimento de peso, y de altura. “Yo sufría mucho para conseguir ropa, mis papás hacían hasta lo imposible para conseguir lo necesario. Una vez me hicieron un documental, y luego de eso muchas personas me escriben para regalarme algunas prendas y zapatos”, dice.

Pero, más allá de la caridad, el gigante Asdrúbal tiene su ángel de la guarda: una de sus hermanas mayores, de profesión modista, lo vio llorar por la falta de ropa, así que consiguió varias cajas de cartón, las abrió y obligó a su hermano mayor acostarse en ellas, luego hizo un trazo con marcador y generó el molde con el cual le hace algunas prendas. “Los zapatos son los más difíciles de conseguir, porque aquí en Colombia la talla más grande es 45, entonces toca conseguirlos por fuera, pero como yo no tengo los recursos, algunas personas de buen corazón me los obsequian”, reseña este gigante.

El papá de Asdrúbal medía 1,95 y la más bajita de sus hermanas, 1,82. | Foto: Liliana Rincón

Familia de altura

“Al parecer, Dios le advirtió a mi mamá que venía un gigante”, dice Asdrúbal, entre risas, al describir la casa en que nació y habita en la actualidad. Es una vivienda de espacios amplios, como para un gigante. O varios gigantes, en este caso.

Su papá medía 1,95 y la más bajita de sus hermanas, 1,82. Los Herrera Mora eran la excepción a la regla en Floridablanca y Bucaramanga: sus estaturas están por fuera del promedio. “Con lo único que tuve problemas fue con la cama; me tocaba dormir con las piernas afuera, hasta que un día mi mamá le dijo a mi papá: “Mi hijo no puede seguir durmiendo con los pies afuera”, entonces con los ahorros y mucho esfuerzo fueron a un sitio donde hacían camas y colchones, y mi mamá le dijo al señor: ‘Necesito una cama y un colchón de 2,40 metros para mi hijo’. Al principio, el vendedor se impresionó, pero luego dijo que no había problema”, recuerda.

En el transporte público está el otro problema, aunque él no lo ve así. “Yo sé que soy muy alto, entonces lo que hago es acomodarme. Algunas personas me ven como alguien extraño, pero para mí todo está bien, todo está normal”, dice.

La fama lo acechó y empezó a viajar a diferentes partes de Colombia para hacer activación de marcas. | Foto: Liliana Rincón

Renacer

Cuando el sueño de ser jugador de la NBA sucumbió en los documentos de una junta médica, decidió que su camino –o mejor, su propósito– era servir.

La fama lo acechó y empezó a viajar a diferentes partes de Colombia para hacer activación de marcas. Lo invitaron a la Feria de las Flores, en Medellín, a eventos privados en municipios de Santander. El gigante Asdrúbal se convirtió en un foco imposible de ignorar. Desde hace algunos meses decidió abrir su página, El gigante Asdrúbal, en redes sociales.

“Con el dinero recaudado ayudamos a personas menos favorecidas, de estratos vulnerables que no tienen para comer. Le hago un llamado a la ciudadanía para que me apoyen con un like o compartiendo el contenido”, señala.Asdrúbal Herrera Mora es un gigante de corazón noble que no vive en la ficción, sino en la crudeza de una realidad que a veces no está a su altura.