El general Federico Mejía, comandante del Ejército nacional en el Cauca, define a El Plateado, corregimiento de Argelia, sur del departamento, como ‘el Wall Street’ de la economía ilegal de las disidencias de las Farc; es decir, el área más importante y con mayor presencia criminal del suroccidente colombiano.
Este territorio, que está sitiado con explosivos de detonación rápida y otros a remoto, cámaras que registran el más mínimo movimiento y una ubicación estratégica con la población civil como escudo humano, es casi un fortín medieval en el que ni la fuerza pública puede entrar. Los terroristas del frente Carlos Patiño, antiguos socios de Iván Mordisco, lo controlan todo.
El Plateado queda sumergido entre las imponentes montañas del cañón del Micay y desde hace varias décadas es un paso obligado para sacar las toneladas de droga que se producen en el macizo hacia el Pacífico caucano. Las rutas porosas conducen a puertos como Guapi, Timbiquí, López de Micay, que a su vez conectan con Tumaco por el sur, si el destino es Ecuador, y Buenaventura por el norte, si el rumbo es directamente Centroamérica.
Las disidencias de las Farc hicieron de ese lugar su nicho criminal tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016. Su poder creció rápidamente; instrumentalizaron a la población civil, los obligaron a sacar el Ejército con un par de asonadas, y cuando ya tenían el control absoluto, se despacharon con una cátedra de barbarie solo comparable con los periodos más oscuros del conflicto colombiano.
Los disidentes caminan por el casco urbano de El Plateado, donde residen aproximadamente 8.000 personas, con sus armas largas, incluso en el parque principal tienen una carpa de atención a la comunidad; allí mismo han masacrado a varios pobladores para mostrar su maldad. “Ya nos acostumbramos a vivir con la zozobra de quién será el siguiente”, le contó a SEMANA un profesor de la zona al ser interrogado por la escalada de asesinatos que nunca se reportan, pero que todo el mundo sabe cómo y cuándo ocurren.
El pico de la violencia en El Plateado se vivió en 2020, cuando el frente Carlos Patiño inició una cacería de brujas en el corregimiento. Registraron casa por casa y sacaron a quienes ellos consideraban traidores por apostarle a la sustitución de cultivos ilícitos y los asesinaron con sevicia. De acuerdo con datos oficiales, desde la firma del Acuerdo de Paz en esta zona han asesinado a 17 líderes sociales y diez firmantes que no quisieron retornar a las dinámicas violentas.
“Aquí han matado gente por sospechas, y últimamente ellos (los disidentes) están paranoicos, sienten que les pisan los talones, entonces arrecian contra la población civil, a la gente la matan en la plaza principal y luego se los llevan para el monte (...) Y aquí uno a quién le pone quejas, si la ley son ellos mismos”, agregó el profesor. Incluso el director de la Policía, general William Salamanca, reconoció en un mensaje desalentador para la población civil que sus uniformados no podían ingresar a ese corregimiento porque “no hay garantías de seguridad”.
“Cuando haya garantías para la vida, la seguridad y el bienestar de los policías, estaremos en El Plateado”, dijo el general Salamanca. Y añadió: “Hay situaciones adversas; la primera, es que no tenemos un comando de Policía en el lugar para que nuestros policías lleguen al sitio. La segunda, no tenemos las condiciones de salud, y me refiero a algunas ofertas en materia de salud en caso de que un policía deba ser atendido. Y la tercera, es que no tenemos las condiciones de bienestar”.
Lo cierto es que aunque son incómodas, las palabras del general son ciertas. SEMANA llegó hasta Argelia, a una hora por carretera de El Plateado, y pudo constatar que en la zona no hay presencia de la fuerza pública. La carretera para llegar hasta este lugar está sin pavimentar en gran parte del trayecto, en todos los rincones hay mensajes alusivos a las disidencias de las Farc y en cierto tramo hay un aviso de “prohibido ingresar sin permiso”.
Los dueños de todo
“El Plateado es ‘el Wall Street’ de las economías ilegales en el Cauca; ante ese escenario, ellos tienen un área copada desde hace muchos años, hasta ahora logramos avanzar hasta inmediaciones de El Plateado, de allí para allá ellos están muy bien organizados. Nos colocaron unos 4.000 campos minados en las partes altas, porque ellos no van a permitir que nadie les llegue por las partes altas, las entradas al casco urbano están monitoreadas por cámaras de seguridad, las tres entradas vehiculares están llenas de explosivos controlados a control remoto”, le explicó a SEMANA el general Federico Mejía.
Uno de esos artefactos explosivos, que al parecer era una moto equipada, estalló el pasado 23 de abril en pleno casco urbano sin dejar heridos, ni muertos, solo daños materiales. Por esa misma semana, el Ejército asestó un duro golpe desde el aire: 15 disidentes fueron dados de baja en El Plateado. No obstante, el general Mejía sabe que ese tipo de operativos no se podrán repetir con mucha frecuencia.
“Ellos, en su afán de seguir blindando a El Plateado, lo que hicieron fue poner cinco campamentos en la parte alta, que fue los que atacamos nosotros; uno de ellos está en el acueducto, que es el que suministra agua potable a más de 8.000 personas en el corregimiento, y tratan de emplear todas estas áreas donde se hace imposible entrar porque colocan campamentos al lado del colegio, al lado de las casas, plataformas de lanzamiento de armas de tiro parabólico cerca de los solares de las casas dentro del caserío”, puntualizó el alto oficial.
Y agregó: “¿Imagínate ese escenario donde yo ingrese allá?, ¿usted se imagina el escenario bélico que se puede vivir en medio de la población civil? Han desplazado a la gente de las viviendas para poder ubicarse estratégicamente en esta población.
Todo esto dificulta nuestra operación”. El Plateado es, entonces, un fortín casi impenetrable porque tiene una especie de murallas imaginarias repletas de explosivos, una mimetización entre la población civil y cámaras con capacidad de registrar todos los movimientos.
En su momento, este corregimiento estuvo en el ojo del huracán porque el ministro de Defensa, Iván Velásquez, reconoció que se había hecho un acuerdo con las disidencias de las Farc para que el Ejército pudiera entrar, de cara las elecciones regionales de octubre pasado, pero que luego de las votaciones los militares tenían que salir de la zona.
El general Mejía insiste en que para recuperar El Plateado se necesita un plan robusto, una unión de todas las fuerzas posibles. “Aquí se necesita mucho compromiso, porque no es solo yo meterme allá e irme a dar bala con ellos, sino que se necesita de un componente social muy robusto que me permita entregarles a los campesinos lo que por muchos años han venido solicitando, y es una oportunidad de programas y proyectos que le ofrezca el Gobierno. La solución no es solo bélica, si fuera así ya la guerra hace rato la hubiéramos acabado en Colombia”.
El fortín de las Farc es también un campo de concentración de las peores prácticas criminales, donde nadie puede entrar ni salir sin el permiso de los terroristas del frente Carlos Patiño.