La semana pasada, las autoridades de la ciudad de Cali entraron en alerta por la aparición de dos pancartas con mensajes alusivos a las disidencias de las Farc.
En el puente peatonal de la calle 5 con carrera 38 y en el puente vehicular de la Autopista Suroriental con calle 26 fueron dejadas, en las madrugadas del pasado miércoles y jueves, estos mensajes que causaron zozobra.
Las dos pancartas contenían el mismo mensaje: mostraban fotos de dos cabecillas de estas estructuras y aseguraban que detrás de las mismas estaría el frente Jaime Martínez, el cual tiene una fuerte presencia en el municipio de Jamundí, ubicado a unos 20 minutos de Cali. “Nos llegó un compromiso vital, a toda prueba con la revolución”, se podía leer en las pancartas.
Las pesquisas para dar con la persona que estaba dejando estos mensajes en horas que la ciudad dormía, no habían dado resultado hasta ahora, tras casi una semana de misterio.
La situación cambiaría en la madrugada de este martes, cuando un hombre fue sorprendido colgando una de estas pancartas alusivas al frente Jaime Martínez de las Farc. Antes de ser descubierto, el sujeto había instalado dos más en diferentes puntos de la ciudad.
El comandante de la Policía Metropolitana de Cali, José Daniel Gualdrón, confirmó que uniformados de esta institución efectuaron la captura del hombre que estaba instalando las pancartas y que se está llevando a cabo el proceso de judicialización. “Estamos investigando cuál era el objetivo con la instalación de estos mensajes”, señaló.
“Existen varias hipótesis, entre ellas que las disidencias buscan generar la sensación de que tienen presencia en la ciudad”, añadió Gualdrón.
Hay que recordar que a solo 20 minutos de Cali, en Jamundí, la disidencia de las Farc Jaime Martínez montó un imperio del crimen. El alcalde de este municipio, Andrés Felipe Ramírez, ha pedido ayuda del Gobierno.
Una fuente consultada recientemente por SEMANA señala que la estructura Jaime Martínez es la única ley en la zona rural de Jamundí: dictan las normas sociales y son dueños de los extensos sembradíos de coca. También de los laboratorios y las rutas para sacar la cocaína por la región del Naya hasta Puerto Merizalde, Pacífico vallecaucano, o López de Micay, Pacífico caucano. Con lista en mano, citan a reuniones de los diferentes gremios campesinos y cultivadores de coca y les dan una señal clara: cuando el Ejército quiera incursionar con operaciones fantasmas en la zona, deben salir a bloquear el paso y hacer cordones humanos.
Ni las autoridades locales pueden hacer presencia en zonas vetadas por este grupo. Por ejemplo, a la zona rural alta de Jamundí no pueden llegar muchos funcionarios de la Alcaldía. El problema de violencia en ese municipio va mucho más allá de una administración municipal y regional. Es un monstruo de mil cabezas que, incluso, amenaza con sobrepasar a las entidades del orden nacional.