Uniformados de la Policía, adscritos a la dependencia de Tránsito y Transporte del Departamento de Nariño, lograron la incautación de más de 12.500 dosis de base de coca.
Según informaron las autoridades, el estupefaciente estaba camuflado en cocos que eran transportados en un vehículo de mensajería.
“La incautación de estos narcóticos se dio gracias a la pericia de los uniformados, quienes al realizar la señal de pare a un vehículo de una empresa de mensajería evidencian una encomienda de frutas, exactamente 17 cocos, los cuales al ser inspeccionados causan sospecha por su textura y peso, razón por la cual proceden a abrirlos y es cuando hallan ocultas al interior de los mismos las dosis de los narcóticos”, explicó la Policía.
De acuerdo con la institución armada, los dueños del alijo se encuentran identificados y próximamente se espera dar con su captura.
“Los delincuentes utilizan este tipo de modalidades para evadir los controles policiales, pero nuestros uniformados son altamente profesionales y su conocimiento y profesionalismo les permite actuar con contundencia y efectividad frente a los diferentes fenómenos criminales”, agregaron desde la Policía.
¿El alcohol es más peligroso que la cocaína?
Esta semana, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito reveló que Colombia tiene un total de 230.000 hectáreas sembradas con hoja de coca en todo el territorio nacional. El informe corresponde al monitoreo realizado para el año 2022. SEMANA habló de este informe con el ministro de Justicia Néstor Osuna sobre los resultados del informe y la nueva política de drogas presentada por el Gobierno nacional.
SEMANA: ¿Cómo recibe el último informe sobre cultivos de coca entregado por las Naciones Unidas?
Néstor Osuna (N. O.): Ese informe determina que en el año 2022 existían 230.000 hectáreas con cultivos de hoja de coca en Colombia, lo cual implica un incremento del 13 % respecto del año 2021. Si se comparan los resultados de 2021 con los de 2020, había un incremento del 43 %. Entonces, por supuesto que siguió subiendo el número de hectáreas de hoja de coca, pero en una proporción muchísimo menor.
Hay un término con el que todos nos familiarizamos en la época del covid, que era lo de “aplanar la curva”, o sea, al pasar del 41 % al 13 % de incremento realmente lo que está ocurriendo es que se desacelera esos cultivos de hoja de coca. Entonces, lo que entendemos es que hay un cambio de tendencia por múltiples razones que hacen que ya no sea tan atractivo cultivar hoja de coca, entonces, digamos que la forma como lo leemos es que se comienza a aplanar la curva.
SEMANA: Sin embargo, 230.000 hectáreas sembradas de coca sigue siendo una cifra alarmante. ¿Cuál es la meta de gobierno?
N. O.: No es un fenómeno generalizado del país, sino es un fenómeno localizado en Putumayo, Nariño, Cauca y Catatumbo, principalmente. Fíjese usted que el 86 % de los cultivos de hoja de coca están en apenas 52 municipios, que son el 4,7 % del territorio. O sea, no estamos ante un país inundado de coca, sino ante unos problemas locales que vamos a enfrentar con la nueva política de drogas.
Al poner ya en ejecución la nueva política de drogas, con esa ambiciosa apuesta por la sustitución, por la erradicación voluntaria de cultivos, consideramos que esa tendencia a la estabilización y comenzar la disminución se va a comenzar a ver.
Nosotros tenemos proyectado cómo va a ser el panorama en la hectárea de coca para 2026 y, apostándole sobre todo a la erradicación voluntaria, consideramos que puede haber disminuido ese número de hectáreas de las 230 mil actuales a alrededor de unas 150 mil. Eso nunca ha ocurrido en la historia de Colombia, disminuirlas de esa manera.
Este año los resultados van a ser mucho más modestos porque apenas está iniciando y eso se va a ver mucho más ciertamente en los años 2024 y 2025, pero sí consideramos que la tendencia a abandonar los cultivos de hoja de coca en Colombia va a seguir o va a comenzar a tener manifestaciones en la realidad.
SEMANA: ¿Por qué se está sembrando más coca en el Putumayo?
N. O.: Presencia de grupos armados en confrontación, falta de presencia del Estado y frontera con un río que es una autopista.
SEMANA: ¿Se están reorganizando los cultivos de coca hacia zonas de frontera?
N. O.: Sí, claro. La mayor parte de esos cultivos que incrementaron la cifra total están en el departamento del Putumayo y específicamente en la línea de frontera con el Ecuador, desde esa línea y 10 kilómetros hacia adentro.
SEMANA: ¿Cómo van a hacer para que los campesinos dejen de sembrar coca?
N. O.: Inicialmente para esos campesinos pobres, no para todos los cocaleros, para los pequeños cultivadores que son campesinos pobres, tenemos cuatro alternativas a elección de ellos. Una primera opción es para aquellos cultivos que están en zonas protegidas, en zonas selváticas, la posibilidad de pago por servicios ambientales. ¿Eso qué quiere decir? Que si ellos se comprometen a arrancar las hojas de coca, les pagaríamos un salario que les permita vivir dignamente para que ellos permitan que la selva recupere esa frontera natural selvática, es decir, recuperar medio ambiente, reforestar la Amazonia, sería otra forma de decirlo. Esa es una alternativa para aquellos que están en esas zonas.
Otra alternativa para cualquiera de ellos es recibir predios de la reforma agraria que implicaría, por supuesto, un traslado de ellos de los terrenos en los que actualmente están a terrenos dentro de la frontera agrícola, a terrenos que son productivos, a terrenos que quedan cerca de una carretera, de un municipio en el que hay hospital, escuela. Para eso también, claro, el compromiso es erradicar las matas y emprender los negocios dentro de la economía lícita que sean propios de esa reforma agraria y se les adjudicaría ese título en propiedad.
SEMANA: ¿La nueva política de drogas va a dejar de perseguir el narcotráfico?
N. O.: La persecución penal incluso se puede fortalecer, la política que presentamos no es nada concesiva con los narcotraficantes; por el contrario, toda la estrategia va en contra de ellos y es perfectamente compatible con la legislación actual. Es decir, para ponerla en ejecución no es necesario modificar la legislación que prohíbe el narcotráfico, que prohíbe la cocaína, que lo considera delito.
Lo que hacemos es concentrar ese esfuerzo policial en el narcotráfico principalmente, en el lavado de activos, comercio de cocaína, incautación, interdicción. Ahora, todos somos conscientes de que mientras haya demanda de drogas, mientras haya demanda de cocaína, de heroína, de fentanilo, de marihuana, va a haber oferta.
No es realista, pero digamos, en la hipótesis de que pudiéramos erradicar en Colombia toda producción de cocaína, se producirá en otra parte siempre que haya demanda. Entonces, es la solución a mediano plazo, pero una solución que tiene que ser internacional, porque un solo país no puede decidir ahí nada, ciertamente va hacia una regulación sensata, lejana del prohibicionismo algo parecido a lo que ocurre con el alcohol, el alcohol también es adictivo y el alcohol también es estupefaciente o psicoactivo.
SEMANA: ¿O sea que Colombia va camino a la legalización de la droga?
N. O.: Para quienes les preocupa mucho esa situación, lo que les puedo decir es que Colombia no dará un paso alejado de la comunidad internacional. El esfuerzo que haremos en ese sentido es persuadir a la comunidad internacional, que es una cosa difícil y lenta, pero en la cual estamos y de que el paradigma actual no ha funcionado. Y a medida que la comunidad internacional vaya cambiando de paradigma, nosotros iremos ahí.
Hacer futurismo es muy mala idea en la política, pero fíjese, en junio del año pasado se perdió, por unos pocos votos, la posibilidad de retirar de la Constitución la prohibición del comercio de cannabis para uso adulto; pero no era la primera vez que se proponía, la primera vez que se propuso –esta era la quinta– no llegó ni a primer debate. Y esta vez ya llegó hasta el octavo debate y fue por unos pocos votos. Así que yo creo que en cuanto al cannabis estamos próximos a una regulación más sensata.
Y así probablemente avance la humanidad, pero reconozco que en la humanidad y en la política hay zigzagueos, hay avances y retrocesos, por eso no me atrevo a hacer un cálculo, pero pienso que sí sería una muy buena idea para las generaciones futuras tener una regulación de las drogas parecida a la que hoy en día tenemos sobre el alcohol.
SEMANA: ¿Por qué comparar la cocaína con el alcohol cuando se habla de regular el consumo? ¿Es más peligroso el alcohol que la cocaína?
N. O.: Tenemos los siguientes datos: en los últimos 10 años, evidencias por medicina legal muestran que han muerto alrededor de 27.000 personas por sustancias psicoactivas, de esas, 23.000 por alcohol y no se llega a 3.000 por cocaína. Entonces sí, es mucho más peligroso el alcohol que la cocaína.
Por eso es distinta una política basada en evidencias a una política basada en prejuicios y en estigmatización. Pero a pesar de esos datos, a nadie se le ocurre que haya que prohibir el alcohol o que el problema del alcoholismo se resuelva a bala o con cárcel, sino que sabemos, bueno, (que) hay un consumo de alcohol que no es problemático, hay otro que sí lo es. ¿Qué necesita garantizar el Estado? Por ejemplo, que la gente sepa qué es lo que está tomando, sepa qué es un aguardiente o una cerveza, qué tiene, qué no tiene, qué consecuencias hay, y claro, las personas que tienen consumo adictivo, tienen toda una política de salud pública frente al alcoholismo. Que algún día lleguemos a eso con todas las drogas va a ser un avance.
Yo soy de los que no cree que vamos a vivir en un mundo sin drogas, porque es que desde la más remota antigüedad la humanidad ha utilizado sustancias psicoactivas, el licor, el café, el tabaco, las drogas, que cada vez van siendo distintas. Entonces, se necesita una regulación parecida, una regulación sensata en la que la gente sepa qué consume y que podamos reducir los daños.