Pocos colombianos lo saben: el país tiene el 45 por ciento de su territorio en los océanos. Un territorio, sin embargo, que pese a su riqueza ha sido poco explorado debido a la falta de recursos y a que se requiere una tecnología muy especializada para la exploración de estas zonas en gran parte inaccesibles para el ser humano.

Pero, en el marco de la COP16 que se desarrolla en Cali hasta el próximo 1 de noviembre, Colombia le apuesta al conocimiento de su territorio en aguas marinas. Por ello, a través de la Comisión Colombiana del Océano (CCO), se presentó el Plan Nacional de Expediciones Científicas Marinas, un documento que se convertirá en la hoja de ruta para el estudio y conservación de estos ecosistemas.

Las ballenas jorobadas nadan por el Pacífico cada año. Precisamente, para proteger especies como esta, en la COP15 se firmó el Tratado Mundial de los Océanos, el primero centrado en la conservación de la vida marina en alta mar. | Foto: Getty Images

Para dicha exploración se requieren “equipos tecnológicos de punta que el país trata de adquirir por medio de proyectos de investigación, con entidades como la Dirección General Marítima, como el Ministerio de Cultura y el de Ciencias”, asegura Sebastián Reyes, teniente de navío y jefe del área de asuntos marinos y costeros de la secretaría ejecutiva de la CCO.

Para lograr este objetivo, Colombia tiene en desarrollo dos programas. Se trata del Seaflower y el Pacífico, a través de los cuales se realiza investigación científica marina, con apoyo de universidades e investigadores y varias instituciones gubernamentales y no gubernamentales y, claro, las comunidades locales, lo que permite “entender los territorios, sus necesidades en lo que respecta a la investigación científica marina y costera”, explica Juliana Acero, coordinadora del programa Seaflower del Plan Nacional de Expediciones Científicas Marinas.

Se trata de una tarea largamente aplazada por Colombia. Y hay que recordar que en 2022, la COP15 fue histórica pues se firmó el Tratado Mundial de los Océanos, el primero centrado en la conservación de la vida marina en alta mar.

En otras palabras, los países firmantes asumieron el compromiso de tomar medidas urgentes con el objetivo de proteger al menos el 30 por ciento de estos ecosistemas para el año 2030. En el objetivo de cumplir esta meta, la Organización de Naciones Unidas (ONU) estimó que cada año se debían proteger 11 millones de kilómetros cuadrados de estos territorios marinos.

Según denuncian los científicos, en el Pacífico colombiano todavía se hace la pesca de arrastre, que es la más destructiva que existe en el mundo. | Foto: El País

Pero, la meta está lejos de cumplirse y el país se raja en el cuidado de áreas protegidas. Un estudio publicado por Dynamic Planet y National Geographic Pristine, reveló que actualmente solo está protegido de forma efectiva el 8,2 por ciento de los océanos y únicamente el 3 por ciento está altamente protegido de actividades perjudiciales.

Y, de acuerdo con los investigadores, dentro de los que encuentra el biólogo colombiano Juan Mayorga, al ritmo actual, en el año 2030 solo se habrá conservado el 9,7 % de las zonas marinas del planeta. Y es una tarea contrarreloj pues la áreas marinas protegidas, AMP, además de restaurar la vida marina dentro de sus límites, mejoran la seguridad alimentaria, aumentan la resiliencia frente al cambio climático, apoyan la creación de empleos, impulsan la economía y promueven una mejor salud para las comunidades costeras.

Mayorga, junto a National Geographic, ha apoyado varias iniciativas en Colombia para la protección de los océanos. Y es optimista. Dice que el país está haciendo la tarea y desarrolla varias estrategias para salvaguardar sus mares. Pero, advierte que es necesario hundir el acelerador pues pese a que se ha “cumplido esa meta del 30 por ciento, se debe analizar qué es lo que se está conservando con ese porcentaje”.

Y reflexiona en este sentido: en muchas de esas áreas se protege muy poco a la vida marina, pues en varios de estos puntos aún existe la pesca industrial. Una de estas zonas, señala, es el Pacífico colombiano, donde “todavía se hace la pesca de arrastre, que es la más destructiva que existe en el mundo”.

Y es claro en su pronóstico: aunque Colombia está haciendo las cosas bien en papel, aún tiene un amplio camino por mejorar, por ejemplo en ser un poco más severo con las regulaciones.