En Cali, las mujeres emprendedoras presentan el doble de intensidad de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres; mientras ellas alcanzan 31,9 puntos, los hombres tienen 15,2. Los negocios a cargo de mujeres obtienen en promedio 30,7% menos ingresos en ventas que aquellos que administran los hombres. Además, son las mujeres entre 18 y 39 años las que presentan las mayores cargas de cuidado, que implican ocuparse de sus negocios, de las labores del hogar, y del cuidado de los hijos y de las personas dependientes de su familia.
Para las mujeres afrocolombianas o negras, la carga de cuidado es superior, 37,6%; situación similar enfrentan las indígenas, con un 36,9 %. En relación con la ubicación de sus negocios, en el caso de las mujeres, el 57% funciona en sus viviendas, en comparación con un 35% de los hombres. Las razones se relacionan con la necesidad de ocuparse del cuidado. A pesar de que ambos destinan similar porcentaje de tiempo a los negocios, los ingresos son significativamente inferiores en las mujeres, lo que correspondería a que los oficios que las mujeres eligen, para que sean compatibles con su responsabilidad en el hogar, tienden a ser menos rentables.
Estos son algunos de los hallazgos de la investigación ‘Cuidadoras y proveedoras: caracterización de la incidencia de trabajo no remunerado en las personas emprendedoras de Santiago de Cali’, realizado por la Fundación WWB Colombia y el Proyecto Digna, Trabajo y Género, de la Universidad de los Andes. Una radiografía que evidencia cómo el cuidado no remunerado es determinante en la economía de las familias que emprenden en contextos vulnerables y cómo el no redistribuir las cargas en el hogar, repercute no solo en la calidad de vida de las mujeres, sino en los ingresos que obtienen.
“Las normas y prácticas de género que socialmente han existido, impactan el desempeño que tienen las mujeres en sus negocios, ya que las condicionan para dedicarle más horas a su trabajo. Debido a sus responsabilidades domésticas, esto se les dificulta, ya que tienen una alta carga de cuidado y una doble jornada y presencia productiva, tanto en sus hogares como en sus negocios”, explica Soraya Husaín, directora de Investigación, de la Fundación WWB Colombia.
De acuerdo con el estudio, otras razones por las cuales las mujeres podrían preferir mantener sus negocios pequeños, es porque funcionan solo como de subsistencia o para complementar los ingresos de sus parejas, debido a que consideran que su principal responsabilidad es dedicarse al cuidado del hogar. Una preocupación adicional es que las emprendedoras, al alcanzar 60 años o más, ven comprometida su calidad de vida, al presentar menores promedios de ventas, continuar respondiendo por el cuidado no remunerado en sus hogares, convertirse en personas que necesitan cuidado de terceros, y no contar con protección social dentro del sistema contributivo.
Para Natalia Ramírez, profesora asociada de la Facultad de Derecho y codirectora del Proyecto Digna, Trabajo y Género de la Universidad de los Andes, “este estudio permite visibilizar la perspectiva de género, y generar espacios de reflexión en torno a la economía del cuidado, con el fin de comprender cómo estas variables tienen efectos en el emprendimiento que ejercen las mujeres, para así llevar estos temas a la agenda pública”.
Del total de la población emprendedora estudiada, el 19% presenta al menos una condición de discapacidad, proporción que se eleva al 39% para las personas de 60 años o más. Al desagregar por hombres y mujeres en este grupo de edad, el 42% de ellas presenta al menos una condición de discapacidad, en contraste con el 35% de los hombres. Además, el bajo nivel de cotización tendrá consecuencias a largo plazo para las personas emprendedoras, debido a la baja probabilidad de obtener seguridad y protección económica para la vejez, contribuye a sus niveles de vulnerabilidad.
Colombia y el mundo
En Colombia existen aproximadamente cinco millones de emprendimientos que surgen en contextos vulnerables, caracterizados por operar en la informalidad, tener ingresos reducidos y variables; tamaños pequeños (menos de 10 empleados) y estructuras productivas y financieras combinadas con las relaciones familiares y del hogar.
En el mundo, las mujeres dedican más tiempo que los hombres al trabajo de cuidado no remunerado. Según la Organización Internacional del Trabajo, OIT, las mujeres ocupan diariamente entre 2 y 8 horas a estas labores, mientras que los hombres dedican máximo 4 horas. En América Latina, el 19,6% del tiempo de las mujeres se ocupa en trabajo no remunerado, en contraste con el 7,3% de los hombres, de acuerdo con la Cepal. En Colombia se mantiene esta brecha, donde las mujeres dedican al día 7 horas y 44 minutos a cuidados, mientras los hombres ocupan 3 horas y 6 minutos, según el Dane.
Para la ex senadora y exministra Cecilia López, estudiosa del tema del cuidado, si bien es bueno que el cuidado no remunerado esté en la agenda en Colombia, le preocupa cómo se asume. “La clave para que el cuidado se convierta realmente a una actividad que responda a las demandas que va a tener no solo Colombia, sino el mundo, está en que la mujer deje de ser vista como como la cuidadora. La mujer puede jugar muchos otros roles si el cuidado se reconoce como un sector tan importante como la educación y la salud, donde el Estado y el sector privado tienen un papel qué cumplir”, dijo.
Otro de los factores a considerar para la exministra, es la necesidad de parar el cuidado del amor, porque en esa confusión se insiste en que la mujer debe ser la cuidadora. “El amor es tener tiempo con los hijos para transmitir los valores de la familia, para que conozcan la historia. Y vimos cómo todo eso se perdió en la pandemia, por las labores de cuidado no remunerado en el hogar”.
Por ello, la prioridad para quienes adelantan estas investigaciones, es que el cuidado sea considerado en las distintas políticas públicas como un factor relevante y no se relegue solo a las dependencias que se ocupan de la atención a las mujeres en el país.
Recomendaciones del estudio:
*Contribuir a la autonomía económica de las mujeres, ya que esta es fundamental para la toma de decisiones. Apostar por la generación de estrategias que faciliten la re-negociación espacial del cuidado en los emprendimientos a través de alianzas público-privadas que subsidien valores de arriendos y servicios, con el fin de impulsar dinámicas comerciales locales que promuevan el traslado de los negocios de las mujeres desde sus viviendas a espacios barriales cercanos.
*Las dobles jornadas y doble presencia que tienen las mujeres emprendedoras afectan las posibilidades para su crecimiento económico, por lo que sería positivo tener ofertas de cuidado privadas y públicas que brinden servicios de atención y cuidado de niños y niñas enfocados a mujeres con micronegocios.
*Las mujeres deciden emprender, ya que son segregadas del mercado laboral por su maternidad y la sobrecarga de trabajo de cuidado no remunerado que esto conlleva. Por lo anterior, es importante enfocar estrategias que promuevan la continuidad y empleabilidad de las mujeres durante y después del embarazo para fortalecer su autonomía y protección económica en el presente y futuro.
*Las posibilidades de que la población emprendedora en la vejez esté protegida se ven comprometidas, especialmente en las mujeres, por lo que sus condiciones de vulnerabilidad se incrementan al tener una avanzada edad. Deben fortalecerse alternativas al esquema pensional contributivo, para que la población emprendedora con menores ingresos pueda acceder a una pensión, de acuerdo con el tiempo dedicado y la cantidad de personas a su cargo, entre otros.