A Killer, uno de los caninos antinarcóticos más aventajados del Ejército Nacional, lo vigilan las 24 horas de los siete días de la semana. Un centinela lo acompaña a donde se mueva. Su hombre de confianza no lo deja solo ni le quita la mirada de encima. Incluso dormido, este soldado, con fusil en mano, lo sigue monitoreando.
Este labrador retriever de 7 años, adiestrado en el Centro de Entrenamiento de Caninos, en la Sexta Brigada del Ejército Nacional, se ha convertido en uno los activos más importantes de la institución castrense, por su tremenda capacidad para detectar cargamentos de drogas en las carreteras del país. No es para menos: en los últimos dos años ayudó a los soldados a incautar 1,5 millones de dosis de marihuana que iban a ser comercializadas en el centro del país.
Su olfato minucioso lo ha llevado a ganarse el respeto de los uniformados, quienes lo consideran un lanza más, y el temor de las organizaciones narcotraficantes, que lo han declarado objetivo militar por los golpes que les ha dado.
Killer, ante la menor oportunidad, le hace honor a su nombre, pues se escabulle usando su entrenamiento olfativo para hallar estupefacientes, principalmente marihuana, en lugares impensados donde la pericia más alta de los soldados no alcanza a llegar y mata las ilusiones de los narcotraficantes. Por las mismas razones que las autoridades lo alaban, lo quieren asesinar los criminales.
“Ojo abajo en Cajamarca, porque allá están los verdes de casco que tienen el amarillo (Killer) que no deja pasar nada. No se vayan a meter, verifiquen con el de las arepas para que les dé luz verde”, dice un narcotraficante en un audio conocido por inteligencia militar, advirtiendo a los traficantes que mueven droga desde el Cauca hacia el centro del país sobre la presencia del canino en la carretera. En el mismo material, asegura que desean verlo muerto, pero que no han logrado entrarle: “No hemos podido con el amarillo, no hemos podido hacerle la vuelta”.
Esas amenazas son las que han hecho de Killer, quizás, el canino más protegido en Colombia. Como temen un atentado en su contra, el Ejército también ha puesto a su disposición protocolos para su alimentación y salida a los operativos de control en las vías. El teniente coronel Néstor Fabián Castellanos Caicedo, comandante del Batallón de Infantería n°18 Jaime Rooke de la Sexta Brigada del Ejército Nacional, ubicado en Ibagué, Tolima, le contó a SEMANA que la alimentación de Killer solo se la confían a su guía, quien vela para que no sea envenenado, y que antes de llevarlo a trabajar los soldados montan un dispositivo de seguridad y analizan el perímetro para su tranquilidad.
Al canino, pese a sus contribuciones, no lo dejan romper la dieta y solo lo alimentan con un concentrado específico que contiene “propiedades energéticas y el balance alimenticio necesario” para que se mantenga sano. A Killer las amenazas ni le van ni le vienen. Se mantiene enfocado en su trabajo y cuando no está buscando estupefacientes en caletas, está jugando u observado para ser pintado en murales, tal y como quedó plasmado en una pintura que hicieron en su honor.
En la imagen, que exalta su importancia en las filas del Ejército, el canino aparece junto a un equipo de soldados. Los uniformados anhelan que no se pensione, pero el fin de su misión cada vez se ve más cerca. La vida útil de los caninos determinada por el Ejército es de máximo diez años para luego pasar a un programa de adopción con exhaustivos controles. Mientras tanto, Killer seguirá patrullando, olfateando y hallando cargamentos de droga, aunque busquen con sevicia sacarlo del camino.