En menos de un año, el municipio de Cartago, Valle del Cauca, ha contabilizado tres masacres. Una cruenta guerra por el control del territorio librada por bandas criminales dedicadas a la venta de drogas y el sicariato sería el detonante de esta oleada de violencia en el norte del departamento.
Los Flacos, La Nueva Alianza y La Nueva Generación, son los nombres de las bandas temidas por los más de 135 mil habitantes de Cartago. Con solo escucharlos, saben que las noticias vienen cargadas de balas, muerte y dolor.
La Nueva Alianza surgió como una disidencia de Los Flacos que inmediatamente declaró la guerra, mientras que La Nueva Generación apareció apenas el año pasado expendiendo drogas y matando por encargo por un millón de pesos.
La guerra urbana que libran estas organizaciones delictivas ha dejado una estela de homicidios. El rastro más reciente data de hace apenas una semana, cuando sicarios dispararon contra un grupo de personas que veían un partido de fútbol en el barrio Robertulio Lora. Cuatro muertos y varios heridos, el saldo. Las víctimas estarían vinculadas a venta y consumo de estupefacientes.
A esta masacre hay que sumarle las perpetradas en el barrio La Paz, en abril de 2022, y en la vía que conduce al municipio de Alcalá, en octubre de ese mismo año, las cuales dejaron cinco y cuatro muertos, respectivamente.
La crueldad con la que se enfrentan estas bandas en plena zona urbana del municipio y los recursos con los que cuentan han avivado la voz sobre el resurgir del Cartel del Norte del Valle. A los integrantes de estas estructuras los han visto recorrer las zonas rurales de Cartago portando armas de largo alcance, como fusiles y escopetas, y a bordo de lujosas camionetas.
El alcalde Víctor Álvarez, en entrevista con SEMANA, dio crédito a estas afirmaciones al asegurar que integrantes que ostentaban rangos medios en este antiguo Cartel y que sobrevivieron a las guerras y capturas efectuadas por las autoridades años atrás, podrían estar inyectando recursos para financiar las bandas que se tomaron Cartago.
Cabecillas como alias Zarco, Pirringo, Pantera, Reverso y Paisa, por quienes se ofrece hasta 200 millones de recompensa, serían solo fichas visibles puestas al mando de estas bandas por los verdaderos jefes, ocultos en las sombras.
“Hay unas organizaciones con unos líderes encubiertos, que no se saben quienes son y que cuentan con un fuerte poder económico”, dice Álvarez. Y añade: “Se especula que dentro de La Nueva Alianza hay personas que fueron mandos medios del Cartel del Norte del Valle, y puede que tenga a excapos extraditados detrás”.
Las bandas son grandes en número, pues aunque las autoridades han hecho diferentes capturas de sus presuntos integrantes, la guerra por el control del territorio no se detiene y parece lejos de hacerlo. Sus integrantes son, principalmente, hombres jóvenes que no superan los 30 años, pero que cuentan con amplios prontuarios criminales.
En el caso de Los Flacos ha trascendido que han buscado alianzas con el Ejército de Liberación (ELN) para ganar la guerra y quedarse con el control total de la venta de las drogas que entran a Cartago provenientes del Chocó, Cauca y Nariño.
En este municipio los expendios de droga no solo distribuyen marihuana o cocaína, también venden sustancias como el tusi, cuyo valor es alto en el mercado ilegal. Esto le dice a Álvarez que detrás de estas bandas, sí o sí, tiene que haber capos que las financian.
Otro factor que enciende la violencia en el municipio tiene que ver con que las venganzas. Los ajustes de cuentas personales por las muertes de familiares vinculados a las bandas que han sido asesinados en medio de la guerra han dado origen a más asesinatos.
“Así mismo, matan al que denominan que está metiendo contrabando al narcotráfico, es decir, a aquellos que vende droga sin permiso, o al que no estaba cancelando los recursos de la venta de droga que debía pagar, o al que se le torció a la banda, o al que no quiso irse a trabajar con otra de estas estructuras”, añade Álvarez, quien ha sido declarado “objetivo militar” por estos grupos delictivos. Las amenazas en su contra, dice, se mantienen.
La Defensoría del Pueblo ha advertido que esta guerra ha provocado la vulneración de múltiples derechos humanos y constituye un riesgo para la vida de los habitantes, quienes corren el riesgo de terminar muertos en medio de los enfrentamientos a sangre y fuego que se están librando.