En las últimas horas de este jueves 2 de marzo se registró un intento de motín en el centro de formación juvenil El Buen Pastor de Cali.
Los menores de edad recluidos en esta institución, ubicada en el oriente de la ciudad, tomaron las colchonetas en las que duermen, las agruparon y luego les prendieron fuego, en un intento por crear caos y confusión para propiciar el escape.
La emergencia tuvo que ser atendida por el Cuerpo de Bomberos de la ciudad, que llegó al sitio con varios socorristas y máquinas extintoras.
“Encontramos que varias colchonetas fueron incendiadas dentro del centro de formación”, dijo el cabo Marco Gómez, coordinador del Centro de Operaciones de Cali.
La intervención de los Bomberos resultó efectiva y el incendio fue controlado. Según Gómez, las llamas no dejaron personas lesionadas.
No obstante, trascendió que cuatro internos habrían resultado afectados por inhalación de humo. Por el momento, no hay reportes que den cuenta de que el intento de fuga haya prosperado.
Hasta las afueras de El Buen Pastor han llegado familiares de los internos para reclamar respuestas sobre el intento de motín y el estado de los jóvenes.
Se espera que en las próximas horas las autoridades emitan un reporte oficial sobre lo ocurrido dentro del centro de formación juvenil.
La quema de colchonetas dentro de cárceles ha terminado en tragedia, como sucedió el año pasado en el centro penitenciaron del municipio de Tuluá, Valle del Cauca, donde murieron más de cincuenta reclusos en un incendio.
Tragedia en Tuluá
A uno de los bomberos que atendió la tragedia en la cárcel de Tuluá, donde fallecieron más de cincuenta internos producto de un salvaje incendio, la imagen devastadora lo paralizó por algunos segundos. No había visto algo igual en sus años de servicio como voluntario. En el baño del pabellón ocho había, aproximadamente, 17 cuerpos: personas que intentaron abrir las duchas para hacerles el quite al humo, las llamas y la muerte, pero no lo lograron.
Las huellas desesperadas lo impresionaron e inmovilizaron hasta que un agonizante preso lo agarró de la pierna y con el último suspiro le pidió ayuda. Luego dejó de respirar. La tragedia comenzó pasadas las doce de la noche en la madrugada del martes 28 de junio de 2022. Minutos antes hubo una riña grande, de esas que solo pueden conducir a escenarios devastadores.
Dos bandos intentaban quedarse con el dominio del patio; dos líderes (o también llamados plumas) dividieron a los más de 160 presos en dos bloques para disputarse el poder, en una batalla campal sin precedentes. La riña debía ser contenida por 26 guardas del Inpec, que no tuvieron más remedio que empezar a lanzar gases lacrimógenos, situación que molestó aún más a los presos.
Ante cada intento de la guardia por retomar el control del patio, los internos quemaban una colchoneta. En pocos minutos las llamas se apoderaron del lugar. El infierno llegó para quedarse por el resto de la madrugada. “Cuando ingresamos al pabellón, vimos una escena muy fuerte. Había una cantidad impresionante de gente en el piso, aún se escuchaban las respiraciones agónicas de ellos mientras nos pedían ayuda”, le contó a SEMANA uno de los bomberos que atendió la emergencia.
Cuenta que en algún momento les tocó priorizar la vida de quienes aún respiraban y caminar por encima de los muertos. No había otra manera. El pabellón ocho es un laberinto con una única salida y entrada. “Solo hay una entrada. Atrás está el baño. En un incendio uno solo puede ir al baño. Es un espacio largo en el que cada recluso tiene un pequeño lugar, como una especie de garita, para poner la colchoneta en la que duerme y uno lo tapa con una cobija o una cortina. Ahí mismo uno tiene su ropita. Todo eso es inflamable. Tuvieron suerte de no haberse quemado todos”, le dijo a SEMANA un hombre que estuvo recluido varios meses en ese sitio.
Por eso, la mayoría de los más de cincuenta muertos y heridos se encontraban en los baños. Quien llegó primero tuvo unos minutos más de vida. Los que aún respiraban suplicaban por ayuda, y los socorristas empezaron la evacuación rápida luego de controlar las llamas. No había tiempo para hacer a un lado los cuerpos calcinados, así que la ruta de evacuación era una especie de camino de la muerte.
El símbolo de esta tragedia es, quizás, un recluso encontrado arrodillado, con sus manos sobre la taza de un baño y su cabeza dentro del sanitario. El ahogo y las quemaduras provocadas por el fuego los llevaron a recurrir a cualquier método que les diera una oportunidad de sobrevivir.