A Olga Lucía Zambrano, de apenas 16 años, le tocó presenciar la barbarie. Hombres armados ingresaron a su vivienda en la vereda Puentecita del municipio de Piendamó, Cauca, y acribillaron, ante sus ojos, a su padre y hermano mayor.
Los recuerdos la atormentan y aún siente correr sobre sus pies la sangre derramada por quienes cayeron arrasados a causa de una violencia sin justificación. Los asesinos llegaron vestidos de negro y fuertemente armados.
Al menos diez sujetos, que aseguraron ser integrantes de las disidencias de las Farc, irrumpieron en la vivienda en la madrugada del 9 de abril. Primero tocaron la puerta y luego intentaron derribarla ante la negativa de la familia. Fue Olga la que finalmente les abrió.
Al ver las pistolas y fusiles que cargaban supuso lo peor y les pidió, entre lágrimas, no atentar contra ningún miembro de su familia. Ni el llanto ni las súplicas los hicieron desistir de su objetivo. Entraron a la vivienda y les pidieron a todos poner sus manos en la cabeza. Entre gritos, los sacaron al patio y luego los tendieron en el piso.
La madre de Olga, que necesita un generador de oxígeno para sobrevivir, también suplicó, pero nada de eso sirvió. Los asesinos abrieron fuego casi a quemarropa. Primero asesinaron a Jorge Alejandro Sandoval, el hermano de Olga. Antes de dispararle a sangre fría a este joven, de 22 años, le dijeron que lo “estaban buscando desde hace tiempo para cobrarle sus actividades criminales”, le contó una fuente a SEMANA, bajo reserva de su nombre.
Al parecer, estaba dedicándose a la venta de sustancias alucinógenas en la vereda. Ya había sido advertido por este grupo armado. Después abrieron fuego contra Jaír Zambrano Morales, el padre de Olga. A este hombre, de 46 años, quien laboraba como obrero en la construcción de una importante vía del Cauca, le “estallaron la cabeza” a tiros. Los criminales le cobraron que les pidiera no hacerle daño a Olga ni reclutarla.
El secuestro
El horror que vivió Olga esa madrugada no acabó con los asesinatos de su padre y hermano. Los hombres armados la subieron a la fuerza a una camioneta y se la llevaron lejos. Durante 12 horas su madre la buscó desesperadamente.
El clamor de los habitantes del municipio por la liberación de la adolescente se hizo sentir en redes sociales y pasado el mediodía del 9 de abril apareció con vida en la vereda El Caimito del corregimiento de Siberia, zona rural del municipio de Caldono. Olga volvió con un mensaje.
A su regreso, dijo que los sujetos armados la interrogaron. Le preguntaron, principalmente, por dos hombres que ella conoce y que están buscando para acribillarlos. Olga y su madre dependían económicamente de los hombres asesinados y están desesperadas.
La menor está lidiando con el dolor de las pérdidas y unas heridas por esquirlas que sufrió a la altura de las costillas en la incursión armada en su casa, y la madre, enferma y quebrada emocionalmente, afirma que de momento no tiene otro sitio a donde irse con su hija.
A pesar de lo ocurrido, la menor aspira a terminar sus estudios en una escuela del resguardo indígena La María, a la que acude. Debido al terror sembrado por las disidencias de las Farc, hay un temor gigante en Piendamó. Las autoridades tienen planeado intervenir la zona rural en un intento por prevenir nuevas retaliaciones, pero primero tendrán que pedirles permiso a los violentos para ingresar. “Hasta donde nos permitan, empezaremos a trabajar allá”, dicen.