Lo ocurrido esta semana con la suspensión por casi 48 horas del servicio de gas en gran parte del Eje Cafetero y el Valle del Cauca demostró, entre otras cosas, la fragilidad de las redes de conexión en Colombia y el atraso en la infraestructura de servicios básicos.
La emergencia ocurrió en Cerro Bravo, Tolima, por un aparente incendio interno que afectó seriamente una de las tuberías de la Transportadora de Gas Internacional (TGI) y, a su vez, todo el suministro hacia el suroccidente. Ciudades principales como Armenia, Pereira, Manizales, Buga, Cartago y Cali, la tercera metrópoli más importante de Colombia, se quedaron sin gas. Miles de hogares que utilizan el servicio de gas natural se vieron obligados a buscar otras alternativas.
La especulación de precios, como siempre ocurre en la adversidad, fue la protagonista. Las estufas eléctricas de dos boquillas pasaron de costar 70.000 pesos a casi 280.000 en el mejor de los casos. Los cilindros de gas propano subieron de 90.000 a 270.000 pesos.
Las filas –y súplicas– de taxistas, ciudadanos, empresarios, hospitales, escuelas y otros establecimientos buscando gas demostraron la vulnerabilidad social que puede ocasionar un simple incendio, derrumbe u otro evento natural de menor escala a miles de kilómetros. “Es la primera vez que se presenta un fenómeno de este tipo en Colombia, un fenómeno común en otros países. Estamos trabajando de la mano de expertos tanto locales como globales, para tomar acciones pertinentes”, dijo TGI en sus redes sociales, luego de superada parcialmente la emergencia.
La solución a corto plazo fue la creación de una tubería alterna, flexible, pero de poca duración para restablecer el servicio de gas en los hogares. “No podemos saber con certeza si las temperaturas subirán o bajarán en el futuro, lo que sí podemos hacer es un monitoreo constante para garantizar la integridad de nuestra infraestructura”, señaló Mónica Contreras, presidenta de TGI.
Pero según expertos consultados por SEMANA y algunos mandatarios regionales, los paños de agua tibia no son suficientes cuando una situación de esta –o de mayor magnitud– puede volver a ocurrir. La gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, señala que la solución debe ser grande, ambiciosa y efectiva.
“La solución planteada por la Transportadora de Gas Internacional para reconectar el servicio con una tubería flexible podría tardar entre nueve y 15 días en entrar en funcionamiento, por lo que se requiere del apoyo del Gobierno nacional para garantizar el acceso a este servicio vital, especialmente en el sector residencial y comercial, y evitar una crisis peor”.
“Esta emergencia que se presenta ahora con el servicio de gas para el suroccidente del país nos llama a insistir en la construcción de la planta regasificadora del Pacífico en Buenaventura, ubicación estratégica para la refinación de 400 millones de pies cúbicos por día, que abastezcan a todo el suroccidente del país, así como el almacenamiento de 170.000 metros cúbicos de gas natural licuado, que permita evitar contingencias como la que vivimos actualmente en esta zona del país”, puntualizó la gobernadora Roldán.
¿Fue culpa del volcán? Victoria Mejía Bernal –experta en magnetismo y materiales avanzados, con estudios de lavas y paleosuelos– y Eugenio Duque Escobar –experto en geología, geotecnia y movimientos de masa–, profesores de la Universidad Nacional de Colombia, afirman que la combustión por materia orgánica no es de origen volcánico.
La materia orgánica es una mezcla de sedimentos volcánicos con vegetación que se da con el pasar de los años. Esta se va introduciendo entre el suelo y forma pastizales bajo tierra; no se desintegra por completo para volverse suelo común.
“Al estar en un terreno escarpado y agrietado, la materia orgánica se concentra en una sola zona de la montaña, y sin una liberación natural de gases, como debería darse, entra en proceso de combustión”, explicaron los académicos.