La esperanza les duró tres días, recuerda Javier (nombre cambiado), el único menor de edad sobreviviente de la masacre. Junto a nueve de sus compañeros habían caminado 36 horas sin parar por las montañas del Cauca para escapar de las garras de las disidencias de Iván Mordisco, que los reclutaron a la fuerza y obligaron a servir en un régimen de terror en el que no querían estar.

Cuando finalmente vieron una carretera, creyeron que el objetivo estaba cumplido, pararon un campero que presta servicio de transporte público e iba con rumbo a Popayán; entonces lloraron de alegría, se abrazaron, festejaron y gritaron, hasta que cuadras más adelante el conductor los entregó en un retén ilegal. Allí mismo los masacraron. Javier recibió un disparo en el pecho, pero pudo correr y lanzarse por un peñasco. Sus compañeros no corrieron con la misma suerte, a todos los mataron con sevicia. Hoy, tres meses después de aquel acontecimiento, el único sobreviviente de esta masacre cuenta detalles desgarradores en SEMANA.

“Nosotros llegamos a la carretera como a las diez de la mañana. Llevábamos tres días caminando sin parar, sin comer, sin descanso. Entonces, cuando ya vimos la vía hacia Popayán, nos alegramos, pero fue en vano. Avanzamos pocos metros cuando ya esa gente nos estaba esperando; el conductor nos entregó. El retén estaba frente a una escuela de una vereda que se llama La Paz, allí mismo nos dispararon. Yo sentí el disparo en el pecho y salí a correr, pero a los otros les amarraron los pies, les dispararon y luego los montaron en una camioneta de platón para ir a enterrarlos (...) Todos eran muy niños, tenían entre 13 y 14 años”, cuenta Javier.

Los cinco cuerpos hallados en la fosa de Buenos Aires, Cauca, eran de menores de edad, según señaló Indepaz. Una de las niñas había sido reclutada en La Plata, Huila, y llevada con engaños hasta el Cauca, donde finalmente la asesinaron.

A sus compañeros los había conocido dos meses antes, cuando todos llegaron secuestrados a Argelia, sur del Cauca. En mayo de 2024, Javier y su hermano fueron arrancados del seno de su hogar y llevados a un campo de entrenamiento donde solo había niños.

“Nosotros no queríamos estar ahí, nadie quería. Eso es muy duro y todos eran muy pequeños. Así que empezamos a pensar cómo irnos, cómo volver a nuestras casas”, relata. La planificación de la fuga duró varias noches. Lo discutían antes de dormir. El día cero fue el 24 de julio a las diez de la noche.

“Arrancamos a caminar por sitios llenos de monte y nos guiábamos por las luces de una ciudad grande, suponíamos que era Popayán”, dice Javier. En el viaje aprendió a conocer más a sus compañeros. Recuerda que a Valentina, a Dana, a Miguel, a la otra Valentina. En total eran tres niñas y siete niños.

“Mientras más nos alejábamos, más alegres caminábamos. No sentíamos cansancio; al contrario, el miedo nos daba más fuerzas. Creamos una buena amistad durante la escapada”, puntualiza. Javier también recuerda los sueños de quienes lo acompañaron: unos querían ser profesores, otros salir del Cauca e ir a estudiar a otra región, a uno en particular le llamaba la atención la Medicina, mientras que al más introvertido lo desvelaba la idea de ser pastor de iglesia, pues su familia es evangélica y él quería seguir por el camino de Dios.

“Cuando quedé herido pensaba mucho en mi hermano, pero también en ese niño. Hablaba poco, pero nos aprendimos a conocer en el viaje. Yo no sé cómo sobreviví, eso fue un milagro. Así herido caminé por cuatro días más, lo hacía solo por el monte y no me dejaba ver de la gente, porque allá no se puede confiar en nadie, la mayoría pertenece a la guerrilla. Cuando ya perdía las esperanzas, llegué a un pueblo y de ahí me remitieron a Popayán”, agrega Javier.

Las disidencias de las Farc de Iván Mordisco e Iván Márquez son las causantes de la mayoría de reclutamientos forzados en el Cauca. | Foto: AFP or licensors

Aún la pesadilla de esos momentos lo atormenta. Dice que sus recuerdos quedaron congelados cuando les empezaron a disparar. “Lo que más rabia me da es que yo estuve ahí, pero no pude hacer nada para defender a mi hermano. Me lo mataron”.

Esta masacre fue reportada por el general Federico Mejía, comandante de la Tercera División del Ejército Nacional, quien ayudó a Javier, a su familia y ahora trabaja para evitar más reclutamientos. Las acciones ofensivas de las tropas han permitido que más de un centenar de menores recobren su libertad en varios municipios del departamento en 2024.

Los permanentes dispositivos de seguridad que integran los soldados del Batallón de Fuerzas Especiales Urbanas n.° 3 en el casco urbano de El Plateado posibilitaron que una madre pudiera recuperar a sus dos hijos, tras ser obligados a integrar las filas de la disidencia Carlos Patiño. Los adolescentes de 17 y 12 años, respectivamente, escaparon del grupo armado, poniéndose a salvo en un sector cercano al corregimiento. El mayor de los dos integró el grupo ilegal durante más de dos meses y había sido obligado a reclutar a su hermana, quien acudió a esa zona del departamento para visitarlo.

“Soñaba con ser estilista”

Otro de los casos que ha generado conmoción en el departamento del Cauca es el hallazgo, hace un mes, de una fosa común con cinco cuerpos en el municipio de Buenos Aires. El único cadáver identificado es el de Mauren Alejandra Ulchur, una adolescente de 14 años que vivía en La Plata, Huila, y fue reclutada por las disidencias mediante las redes sociales.

SEMANA habló con Nancy Milena Candela, madre de la menor, quien relató que la última vez que conversaron fue el 6 de noviembre a través de Messenger. Les confesó que estaba con “la guerrilla del Cauca”.

“Tenía 14 años, apenas 14 añitos. Creo que algún conocido de ella, o alguien con quien hablaba por Facebook, pudo haberla motivado. Ella decía que quería irse, pero no para allá, sino tal vez para donde las tías o algún familiar. Nunca mencionó que quería irse a ese lugar”, dice Nancy. La decisión de su hija la tomó por sorpresa.

“Era una niña muy alegre. Para hablar, era muy abierta, decía todo sin pelos en la lengua. Muy inteligente, siempre ocupaba los primeros puestos en el colegio. Le encantaba el microfútbol, jugaba mucho y también quería ser estilista. Practicaba peinados y soñaba con tener un salón de belleza, con todas las herramientas necesarias”.

Los menores asesinados llevaban muy poco en las filas de las Farc.

Mauren era la segunda de seis hermanos. Vivía en un humilde hogar y su muerte golpeó a toda la comunidad de La Plata. “Me enteré de lo que ocurrió porque me escribió un perfil por Messenger diciendo que era familiar de una persona que estaba allá. Me dieron un número para comunicarme directamente con quienes la tenían. La persona que nos contestó nos dijo que nos desplazáramos hasta Suárez, Cauca. Tuvimos que viajar hasta allá, pero al llegar nos informaron que ya la habían sepultado. Esperamos varias horas, pero después nos dijeron que el cuerpo ya lo habían trasladado a Santander. Nos tocó devolvernos y encontrarlo allá, en la funeraria”, recuerda Nancy. Quienes la recibieron eran miembros de la disidencia Jaime Martínez, la misma estructura que opera en el noroccidente del Cauca, Jamundí, Buenaventura y la subregión del Naya.

“Eran los guerrilleros, compañeros de mi hija, quienes entregaron el cuerpo. Dijeron que ella llevaba un mes en entrenamiento y que luego les tocó ir al Pacífico. Allí fue donde la asesinaron, al parecer otro grupo fue el que atentó contra ella”. Esa es la versión que le dieron a Nancy; no obstante, las autoridades tienen otra información: tanto Mauren como los otros asesinados intentaron fugarse y cuando fueron delatados por unos compañeros, los asesinaron con tiros de gracia y luego enterrados en una fosa común.

“Cuando nos avisaron, ya habían pasado tres días. Esto ocurrió el 17 de noviembre, como a las cuatro de la mañana. Es una noticia muy dolorosa. Como madre, uno nunca espera algo así. Ahora tengo mucho miedo por mis otros hijos menores. Mi mensaje para que esto no siga ocurriendo es estar más pendientes de los niños, darles más confianza, evitar que usen en exceso las redes sociales, porque influyen mucho en que hagan cosas que no deben. La tecnología puede ser muy mala para los adolescentes, especialmente en la etapa de la rebeldía. Hay que estar pendientes para que ellos no sigan el mismo camino”, dice Nancy.

Las historias de Javier, Mauren, Valentina, Miguel y los otros muchos menores reclutados y asesinados por las disidencias en el Cauca, así como otras regiones, son el reflejo de la violencia silenciosa que está consumiendo a la Colombia profunda.