Este 31 de agosto del 2023, se cumplen 21 años de una de las masacres más sangrientas que se han registrado en los Montes de María, en el marco del conflicto armado.
Se trata de la masacre de Los Guáimaros y El Tapón, que tuvo lugar en el municipio de San Juan Nepomuceno, al norte del departamento de Bolívar, en el año 2002. No es secreto que los Montes de María fue una de las zonas del país más golpeadas por el conflicto armado entre finales de los años 90 e inicios de los 2000.
Específicamente, en el municipio de San Juan tuvieron lugar los hechos que a día de hoy permanecen en la memoria de sus residentes, como lo fue el asesinato al personero mientras realizaba un programa de radio en el año 1999.
La masacre
Para el año 2002, los sanjuaneros tenían un gran sentimiento de desconfianza y la tensión en el ambiente aumentaba día, tras otro, pues todos estaban a la expectativa de quién sería el próximo en ser asesinado a manos, ya sea de la guerrilla o los paramilitares.
El 30 de agosto del 2002, ocho trabajadores de la finca El Tapón fueron torturados y masacrados con un único testigo, un muchacho de 17 años que, al escuchar los gritos de ayuda, subió un árbol para ver qué ocurría y se encontró con la impactante escena.
Rápidamente, se dirigió a la finca Los Guáimaros a avisar “que los estaban matando”, pero nadie le creyó, así que el joven ―aunque lleno de temor― permaneció escondido toda la noche a la espera de alguien que puede brindar ayuda.
“Mi hermano fue un viernes en la mañana, un 30 de agosto a buscar el ganado con tres trabajadores más. Yo no tenía mucho tiempo de haber llegado del trabajo, cuando me llamaron por teléfono y me dijeron: ‘mira, que te vayas para tu casa’. Cogí mi bicicleta y cuando doblé la esquina, yo veo la gente afuera de mi casa. Me sorprendí y aceleré el paso. Cuando llegó aquí, no encontré ni a mi mamá, ni a mi papá. Me dicen: ‘tu papá y tu mamá está en la estación de la Policía que a tu hermano lo mataron’. Cuando llego a la Policía encuentro que me dice me dicen: ‘nos mataron a Francisco’”.
Este fue el relato de José Contreras, así como muchos familiares, a día de hoy recuerdan con tristeza a sus seres fallecidos. Luego de la impactante noticia, el padre de familia, José Luis Contreras, se vio en la necesidad de buscar por sus propios medios el cuerpo de Francisco.
La búsqueda
Camino a la finca El Tapón, José Luis se encontró con un gran amigo, Manuel Luna, su compadre de toda la vida, quien decidió acompañarlo en ese momento tan doloroso.
Según contó Yamid Luna, hija de Manuel, su padre fue en busca de las víctimas de la masacre del 30 de agosto.
“Ese día iba para el monte, pero decidió al final no ir a la finca y se quedó sentado en la puerta; cuando él ve pasar a su compadre con los ojos llenos de lágrimas y él le cuenta que qué te pasa. Entonces le dice que le mataron a su hijo Francisco y que va a buscarlo, pero que nadie quiere ir con él, entonces él después se ofreció”, relató Luna.
A partir de allí, la situación se volvió cada vez más complicada, pues aunque el Ejército Nacional ya había sido notificado del atroz hecho, varios uniformados que estaban cerca de la finca El Tapón, no acompañaron a la comunidad que iba en búsqueda de los cadáveres.
Lisinio López era el conductor, un pequeño furgón que puso a disposición de los familiares de las víctimas, pero al ser una vía de difícil acceso, se quedó junto a los militares que se encontraban haciendo la guardia.
Pasaron las horas y la preocupación seguía creciendo, por esta razón López pidió a los uniformados ir en busca de los hombres que habían ido a la finca, pero ellos hicieron caso omiso y continuaron almorzando. No fue hasta una hora después cuando los militares salieron en la búsqueda de las víctimas. Minutos después, Lisinio escuchó dos fuertes detonaciones.
El pueblo estuvo a la expectativa de lo que pasó, la preocupación por el paradero de sus familiares, estuvo presente durante cuatro días, hasta conocer que quienes fueron en busca de los cuerpos, también habían sido masacrados.
Recuperación de los cuerpos
Beatriz Valencia, alcaldesa del municipio en ese año, envió una petición al entonces presidente Álvaro Uribe para que el ejército realizara el levantamiento de los cuerpos. No fue hasta entonces cuando enviaron helicópteros a recorrer la zona y encontraron 15 cadáveres de las víctimas de la masacre.
Los cuerpos fueron encontrados con señales de tortura, algunos degollados, quemados, con golpes de martillo y otros con tiros de gracia en la nuca. Debido a que pasó casi una semana para traer a las víctimas, los cuerpos se encontraban en un alto grado de descomposición que hacía muy difícil reconocerlos.
A pesar de eso, los familiares les dieron cristiana sepultura a todos. Hasta la fecha, la masacre de Los Guáimaros es uno de los tantos casos sucedidos en el marco del conflicto armado que no han sido esclarecidos.
Los familiares de las víctimas siguen a la espera de poder conocer los responsables de uno de los hechos que marcó un antes y un después en la vida de un pueblo lleno de júbilo que solo desea poder ponerle rostro a los responsables para otorgar el perdón.