A comienzos de 2008 el Ejército llegó a los territorios Awá en Nariño con un gran contingente para disputarle el control a las Farc. Los resguardos de los indígenas Awá en Nariño están en Roberto Payán (resguardos de Saunde y Guiguai) y en Barbacoas (resguardos de Saunde, Guiguay, Guelmanbí, Caraño, Tronquería Pulgande, Palicito, Tortugaña Telembí, Honda Río Guiza, Alto Ulbí Nunalbí, Pipalta Palbí Yaguapí, Ñambí Piedra Verde). La mayor parte de esos territorios son selváticos y montañosos. En Nariño hay 26 resguardos de este pueblo que ocupan 300.000 hectáreas con pequeños caseríos dispersos. En ellos viven 29.000 de los 30.500 awás que hay en Colombia. El resto están en Putumayo. Allá lejos, entre el monte, dicen que no quieren casarse con ninguna ideología ni con ningún grupo armado. Lo único que quieren es vivir, como lo han hecho durante siglos, en armonía con la naturaleza y con autonomía sobre su territorio ancestral, según lo define su cosmovisión. Entonces la manera como recibieron la noticia de la llegada de las tropas no se trataba de un lamento por lo que pudiera pasar con las Farc, sino porque la información que tenían era que las tropas estarían cerca de sus casas. Y en una zona de conflicto, eso significa convertirlos en objetivos militares por parte de la guerrilla. Insistentemente, pidieron que no llegaran los militares y que ellos tenían autonomía sobre su territorio. Pero era inminente. La Seguridad Democrática debía llegarles y en eso fueron enfáticas las autoridades regionales y nacionales. Entonces propusieron sus líderes que, con ayuda de Naciones Unidas, fueran trasladados temporalmente los indígenas Awá que habitaban las zonas que el Ejército iba a ocupar. Así, no los afectarían los enfrentamientos y los bandos podían hacer sus hostilidades sin poner en peligro a civiles, según le explicó a Semana.com uno de los proponentes. “Prevención era lo que estaban pidiendo”, comenta Luis Evelis Andrade, consejero mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic). No hubo respuesta pronta. Mientras tanto, la inevitable llegada de los soldados hizo que las Farc vieran como sospechoso a cualquier Awá. Por eso, cortaron la señal de la emisora por la que los indígenas, en su propia lengua, hablaban de su rechazo al conflicto y a la presencia de actores armados en su tierra. Hablaban en su propia lengua, primero, por preservar su identidad. Segundo, porque no todos los Awá dominan perfectamente el español. Selva adentro, hay grupos que hablan sobre todo en su lengua. A veces no entienden cuando se les habla en español y si les preguntan algo, la respuesta que dan es, simplemente, sonreír con la calma que los caracteriza. Y no siempre es porque simpaticen con alguno o con otro, sino porque no comprenden bien lo que les dicen. Que los indígenas emitieran por la radiodifusora en su propio lenguaje hizo pensar a las Farc que podían estar entregando información que le diera ventaja a su enemigo, el Ejército. Por eso, cortaron la señal de la radio. Quisieron eliminar cualquier facilidad de comunicación entre los diferentes caseríos y en los pocos que había señal telefónica, les quitaron los celulares a los indígenas, de acuerdo con testimonios de habitantes de la zona. Y nunca llegó la respuesta sobre el traslado que habían requerido. En cambio, los indígenas empezaron a sentir sonidos de hélices en su cielo. Soldados descendían desde las aeronaves y, hasta se hospedaban sus viviendas, según han denunciado reiteradamente ante autoridades y medios de comunicación. El rechazo de los nativos no sirvió. Dicen denunciantes que los soldados también pidieron información que permitiera encontrar a los guerrilleros. “Pero si el Ejército sabe dónde están, ¿para que les tiene que preguntar a los civiles y ponerlos en riesgo?”, se cuestiona Andrade, de la Onic. Todo eso era suficiente para que las Farc tomaran represalias contra los Awá. Y así lo hicieron. Desde septiembre de 2008 hasta lo que va de 2009, han muerto, posiblemente bajo la estigmatización de ser colaboradores del Ejército, 44 indígenas Awá. La Defensoría del Pueblo empezó a enterarse oportunamente de lo que ocurría. El pasado 9 de enero, emitió una nota diciendo que “los grupos guerrilleros han declarado objeto de ataque a integrantes de los Cabildos y dirigentes indígenas por considerarlos como colaboradores e informantes de la Fuerza Pública y de los grupos armados contrainsurgentes; además han minado caminos y senderos de acceso a los sitios de trabajo, caza y pesca, lo cual mantiene confinadas a las comunidades”. En todos estos meses, tras cada visita del Ejército a un caserío indígena, llegaban las Farc acusando a alguno de colaborador para matarlo después. Pero lo que ocurrió la semana pasada encendió las alarmas. Los indígenas cuentan que a partir del primero de febrero llegó el Ejército a las veredas Volteadero y Bravo, del resguardo Tortuguña Telembí, en el municipio de Barbacoas. Dicen que los militares entraron a las viviendas y pidieron información que permitiera ubicar a las Farc. Pese a que los nativos no quisieron hablar, el 4 de febrero llegaron hombres armados que vestían prendas con distintivos de esa guerrilla. Se llevaron a 20 personas, entre las que había hombres, mujeres y niños, hacia una quebrada llamada El Hojal, de la vereda Bravo. Algunos testigos vieron que mataron a varios de los indígenas con arma blanca. Otros testigos contaron que esos mismos hombres regresaron al día siguiente al mismo caserío y se llevaron a los niños que quedaron en sus casas y aún no se sabe qué pasó con ellos. En los días siguientes, se presentaron combates entre el ejército y las Farc. Las versiones las ha dado gente que ha salido desplazada hacia el municipio de Samaniego. Unas 50 personas ya han llegado a ese destino y otras van en camino. El éxodo se inició pese a que las parcelas de los indígenas están rodeadas por campos minados y al triste significado que tiene para estos indígenas abandonar los territorios que han heredado de sus ancestros. Pero la tragedia no terminó ahí. Mientras huían, 10 personas más fueron masacradas en la madrugada del pasado miércoles 11 de febrero, hasta donde hoy se sabe, también por las Farc . La nueva matanza ocurrió cuando los indígenas tomaban un descanso en la comunidad de Tangarial, entre los resguardos El Sande y Tortugaña, a dos días de camino del municipio de Samaniego. Los militares han negado su presencia en los caseríos. Y el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, ha pedido a los indígenas que suministren información que permita hallar los cadáveres de los masacrados hace una semana. Pero los hechos han demostrado que cualquier intercambio de palabras con los militares, les puede costar la vida a los nativos. Ahora, todos los indígenas del país están dispuestos a unirse para acompañar a los Awá. En los próximos días harán una asamblea para definir cómo hacer para llevar la guardia indígena llegue al territorio donde están ocurriendo tantas muertes y expresarles de frente a las Farc el rechazo a sus bárbaros actos. Por lo pronto, le piden a Alfonso Cano, líder de las Farc, que explique por qué está masacrando a los indígenas, que devuelva vivos a los niños que se llevaron de Tortugaña, que no siembre más minas antipersonal, que respete la autoridad de los indígenas, que se lleve a sus guerrilleros de los territorios indígenas y que entregue a los responsables de las masacres para que los juzguen los nativos. Y al gobierno, le dicen que no mienta negando la presencia de soldados en territorios de los Awá, que atienda la crisis humanitaria que se ha generado en Nariño, que dé garantías para la minga que se avecina en apoyo a ese pueblo indígena y que deje de pregonar la seguridad democrática como fórmula para proteger la vida.