Arauca no fue la única región donde las Farc perdieron la guerra con el Eln. En Cauca y Nariño fueron fuertemente golpeadas. Dos de sus frentes fueron desmantelados y perdieron territorio estratégico. En cambio, el Eln se recuperó de una decadencia que parecía irreversible. De hecho, la única región donde ha existido un crecimiento visible del Eln en el país es Cauca y Nariño, incluso han creado nuevas estructuras. En esta región al suroccidente colombiano, las dos organizaciones guerrilleras comenzaron una guerra a finales de 2005 que tuvo su peor momento entre junio de 2006 y junio de 2007. En estos enfrentamientos el Eln pasó de un franco declive a causarle fuertes bajas y pérdida de territorio a las Farc. Pero el Eln no logró estos triunfos solo. Se alió con el grupo emergente muy ligado a mafias del narcotráfico, llamado Los Rastrojos y con dineros del propio negocio de ilícito de la droga. Además, al igual que sucedió en Arauca, como lo denunció en días pasados la revista Semana, hubo sospechosas “coincidencias” entre Eln y Fuerza Pública para darle golpes a las Farc. El 1 de diciembre de 2006 en una emboscada del Eln murió alias ‘Ramírez’, comandante histórico del frente 8 de las Farc, que tenía como centro de operaciones el Municipio de Argelia, Cauca. Desde este momento las Farc iniciaron el repliegue hacia el Pacífico colombiano, pues coicidió contra ellos una gran presión militar de Eln, Rastrojos y Fuerzas Armadas. La muerte de ‘Ramírez’, fue un golpe tal vez peor que la muerte de Dago hacia mediados de 2008 en el mismo departamento, pues la zona donde operaba el Frente 8 de las Farc, es cocalera y es donde las Farc habían logrado organizar el comercio de forma hegemónica. Con la pérdida de Argelia y Balboa, las Farc se quedaron sin un corredor clave y sin una fuente importante de ingreso. Con ello el Eln se apoderó del comercio de la coca en la región, cobrando un impuesto mucho más barato que el que cobraba las Farc. Pobladores de la región involucrados en el negocio aseguran que ahora “están mejor con Eln”. Su alianza con Los Rastrojos, le resultó fructífera al Eln, pues ésta le dio acceso a armas, uniformes y mayores posibilidades de reclutamiento. Y obviamente aumentaron sus ingresos. La estrategia para coordinarse con las demás fuerzas enemigas de las Farc fue relativamente sencilla. El Eln realizó los operativos militares en la zona con su nuevo armamento, Los Rastrojos luego ingresaban en la región intimidando a muchas personas de ser colaboradores de las Farc, y después los guerrilleros del Eln atacaron, asesinaron o forzaron a desplazarse a quienes no se alinearon con los nuevos amos. A la vez que esto ocurría, la Fuerza Pública lanzó las operaciones militares Espada II y Espada III que obligaron a las Farc a replegarse y dejar territorios estratégicos. Lo sospechoso es que, aunque el Eln y Los Rastrojos ya empezaban a controlar el negocio del narcotráfico y ya estaban aterrorizando a la población cuando entraron los militares, sus operaciones oficiales nunca los afectaron. Las únicas perseguidas fueron las Farc. Esto que pasó en Argelia, se ha replicado en otros municipios como El Tambo, Patía y Balboa. Allí el Frente Manuel Vásquez Castaño del Eln que para el 2005 estaba en un franco declive, aumentó su presencia en el sur del Cauca, mientras que las columnas José Luis Cabrera, Lucho Quintero, Milton Hernández y Camilo Cienfuegos han recuperado presencia en toda la zona y hoy regulan allí el negocio del narcotráfico. Los Rastrojos mantienen el control de las rutas de exportación de la hoja de coca. En su último reporte sobre el estado actual del conflicto armado, el Observatorio del la Corporación Nuevo Arco Iris ha clasificado este acuerdo como doble: “de interés” y de “pacto de guerra”. Según lo pudo constatar Arco Iris con investigación de campo, las alianzas entre algunos frentes guerrilleros de las Farc o del Eln con grupos rearmados y disidentes de la desmovilziación paramilitar, son de tres tipos. Están los “acuerdos por interés”, como estos del Cauca, en los cuales media algún beneficio particular para los grupos en cuestión. Segundo, están los “acuerdos de no agresión”, que es lo que primó en los Llanos Orientales hasta hace unos meses, entre las Farc y los hombres de alias ‘Cuchillo’ (un paramilitar del antiguo Bloque Centauros que no se desmovilizó). Y por último, están los “pactos de guerra”, que es la unión entre dos grupos para destruir otro que es lo que también ocurre en Cauca y Nariño A las comunidades de la zona les preocupa el constante acoso de Los Rastrojos y que estén en franca expansión. Intimidan y despiertan los peores temores de que la horrible violencia paramilitar que ya vivieron al comienzo del siglo vuelva a empezar. Por ejemplo, en el municipio del Tambo, entre 2000 y 2002, el Frente Libertadores del Sur, el Bloque Calima y comandos especializados de las entonces AUC tomaron a sangre y fuego el control municipal. Mantenían puestos visibles de control en la vía que comunica a El Tambo-Popayán, en el corregimiento de San Joaquín, en la zona conocida como el pedregal. La Fuerza Pública nunca detectó ni impidió sus acciones. Los amores entre el Eln y Los Rastrojos pueden ser pasajeros. A medida en que los dos ganen dinero y poder en la zona, empezarán a chocar, y finalmente se terminarán enfrentando entre sí para ver quién domina. Esta compleja situación de violencia y grupos armados ilegales, coincide con el desarrollo de mega-proyectos agroindustriales, en especial para la producción de biocombustibles a partir de la caña y de la palma, en la región, lo cual complica aún más las cosas, pues los nuevos desarrollos traen riqueza y con ella la atracción de grupos ilegales de sacar tajada; y también traen desplazamiento de población tradicional y ruptura de tejido social que ayudaría a un mejor control democrático. Así por ejemplo, en el municipio de Guapi, el Concejo Municipal realizó un acuerdo con la firma Palma Salamanca S.A lo cual implica desplazar y reubicar a decenas de la familias de la zona; y que campesinos dueños de tierra se conviertan en jornaleros con ingresos inestables. *Ariel Ávila es investigador del Observatorio del Conflicto Armado de la Corporación Nuevo Arco Iris.