Por Andrea Escobar, directora ejecutiva de la fundación Empresarios por la Educación.
Garantizar un regreso seguro a las escuelas para los 10 millones de estudiantes desde preescolar a bachillerato, en un contexto en que los contagios todavía no tienen una tendencia a la baja por todo el país, plantea un reto sin precedentes para las entidades territoriales. Sin embargo, la intención de todas converge con la del Ministerio de Educación, al hacer un análisis y revisión detallada para identificar qué tan preparadas están las comunidades educativas y si cumplen con las condiciones de bioseguridad e infraestructura que permitan la protección de estudiantes y docentes.
Para lograrlo, el gobierno nacional, local y organizaciones de la sociedad civil, han movilizado recursos humanos, técnicos y financieros para asegurar que los niños, niñas y jóvenes del país continúen aprendiendo desde los hogares. Pero cuando las escuelas reabran, es muy probable que muchos niños y niñas en condiciones de vulnerabilidad, no regresen a clases. La pobreza es la principal causa de inasistencia a la escuela, y las repercusiones económicas de la crisis del Covid‑19 se seguirán sintiendo mucho después del final de las cuarentenas y aislamientos preventivos, sobre todo, en el caso de las personas más pobres.
El resultado probable es que más niños se unan a los 152 millones de menores en edad en etapa escolar del mundo que reporta este año la OIT, obligados a trabajar; y más niñas y adolescentes sean víctimas del embarazo temprano o se conviertan en cuidadoras de otros miembros del hogar, en la mayoría de los casos sus hermanos más pequeños. La mayoría nunca regresa a la escuela.
Sabemos que con políticas adecuadas será posible iniciar la recuperación de las economías, generar lentamente nuevos empleos y proveer medidas de protección social que alivien la pobreza de los que quedaron desempleados. Pero hay escasa protección contra los efectos de una educación perdida, que pueden durar toda una vida.
Para la reactivación de la educación en el país, es imperante garantizar la conectividad en los hogares y fomentar la formación en uso de tecnologías en padres de familia y docentes. Si bien es urgente el regreso a las aulas en todos los niveles del sistema educativo, también es claro que el sistema educativo no da más espera en cuanto a la inclusión real de las tecnologías. Una encuesta liderada por la Fundación Empresarios por la Educación y realizada a docentes, reportó que más del 50% de los estudiantes se rezagan en el aprendizaje cuando los docentes no asistieron a formaciones de cómo dictar y planear clases virtuales, en cambio cuando los docentes asistieron, el porcentaje bajó alrededor del 20%.
Todos tenemos que ayudar a que ningún niño se quede por fuera del sistema educativo, que puedan recuperar el tiempo y que el rezago de esos aprendizajes no amplíe la brecha en calidad y acceso. Sobre esto, hay varios puntos clave: ¿Que enseñamos, por qué lo enseñamos y para qué?, este tiempo nos ha mostrado la importancia de contar con currículos flexibles y en contexto al mundo, los territorios y, sobre todo, currículos que permitan el desarrollo del proyecto de vida de cada estudiante, esta es la nueva educación y una de las grandes ganancias que puede tener el sistema educativo.
Los protocolos para el regreso, exigen del trabajo en equipo entre los Ministerios de Educación y Salud, secretarías y familias. Y de allí, se desprenderá un trabajo que no será nada fácil pero que, sin duda, valdrá la pena y es el de generar confianza y pedagogía en el valor e importancia del regreso a las aulas sobre todo en poblaciones más vulnerables. Para ello, será necesario también, que se trabaje en la contención emocional, el manejo del duelo, y la situación de diferentes familias con casos de parientes fallecidos. En la encuesta realizada a directivos docentes del programa Rectores Líderes Transformadores, el 59% expresó preocupación de no tener herramientas suficientes para gestionar la salud emocional no solo propia sino de sus pares y estudiantes.
La “Generación Covid” -como se le ha denominado- ya sufrió demasiado. Es hora de que demos a los niños y niñas las oportunidades que merecen. A pesar de los desafíos inmensos que enfrentamos, seguimos comprometidos con que esta sea la primera generación de la historia en la que todos los niños, niñas y jóvenes estén en la escuela aprendiendo y que la educación, sea el movilizador social que tanto se promete.
Ahora los gobiernos locales, nacional y la comunidad en general, debemos intensificar acciones colectivas para conseguir ese objetivo. Las alianzas público-privadas serán fundamentales en los territorios, pues se necesitará enfocar la inversión social en comunidades vulnerables no solo de las capitales sino de las zonas más alejadas del país.
Y por último, la reactivación del sistema educativo se dará en la medida en que no regresemos a lo mismo, se requieren familias más cercanas a los procesos de enseñanza y aprendizaje de los estudiantes, profesores y directivos más conectados con las familias, mayor comprensión de la sociedad, del gran valor del trabajo de los docentes y directivos docentes, los héroes detrás de este reto enorme y quienes han inventado los caminos para que sus estudiantes contra todo pronóstico, continúen vinculados al sistema educativo.