Dos décadas después, Jaime Castro –a sus 73 años, con dos hijos y seis nietos– espera volver a salvar a Bogotá de la crisis. Hace veinte recibió de una mujer, encargada, el segundo puesto público más importante del país. Tiene una fe ciega en que el primero de enero de 2012 repetirá lo mismo teniendo en cuenta la situación actual de la ciudad, donde Clara López remplaza a Samuel Moreno. En 1992 Juan Martín Caicedo Ferrer, alcalde mayor de Bogotá, fue hallado culpable de peculado por apropiación, razón por la cual el presidente César Gaviria designó a Sonia Durán para remplazarlo. Este año la Procuraduría suspendió a Samuel Moreno Rojas por el ‘carrusel de la contratación’, obligando al presidente Juan Manuel Santos a nombrar a Clara López Obregón como su remplazo. Jaime Castro tiene hoy el respaldo del movimiento Autoridades Indígenas de Colombia, AICO. En la década del noventa representó al Partido Liberal, al cual perteneció desde joven. Fue secretario jurídico de la presidencia de Carlos Lleras Restrepo, ministro de Justicia del presidente Misael Pastrana, senador de la República, consejero del presidente Alfonso López Michelsen, embajador en Italia, ministro de Gobierno del presidente Belisario Betancur y Constituyente en 1991. Su alcaldía, entre los años 1992 y 1995, se recuerda por el Estatuto Orgánico de Bogotá, que estableció las bases para que las administraciones posteriores pudieran instaurar programas como la cultura ciudadana, Transmilenio, andenes para la gente y Bogotá sin indiferencia. Él dice: “Trabajé para mis predecesores, pero bueno esa es la política”. Después de esa trayectoria y los logros administrativos y fiscales de su alcaldía no ha logrado conquistar otro cargo de elección popular. En el 2003 se presentó como la esperanza del Partido Liberal, pero logró un tímido quinto lugar ante la victoria de la izquierda personificada en el sindicalista Luis Eduardo Garzón. Después, en 2007, participó en la consulta liberal para las elecciones de gobernador en Boyacá y fue derrotado por Rafael Romero Piñeros. Según la última encuesta publicada por El Espectador, Jaime Castro registra el 1 por ciento de intención de voto frente un 25 por ciento de Gustavo Petro. Sin embargo, eso no parece afectarlo porque –según dice– él trabaja para los electores y no para las encuestas. Rebeca Castro Jaime Castro se presenta diciendo que nació en un hogar humilde en Moniquirá, Boyacá, donde sólo estudió la primaria, porque en aquel pueblo la escuela llegaba hasta quinto. La educación secundaria la inició en Tunja en el Colegio de Boyacá, pero su buen desempeño escolar le permitió obtener una beca para terminar sus estudios de secundaria en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Bogotá. Sus buenos resultados en el colegio jesuita le permitieron obtener otra beca para ser abogado de la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, hoy Universidad del Rosario. Más adelante, de nuevo, sus buenas calificaciones y buenas referencias lo llevaron a estudiar becado Administración Pública y Ciencia Política en la Escuela Nacional de Administración en París, Francia. Sus meritorios resultados académicos le valieron el sobrenombre de ‘Rebeca Castro’, anécdota que él comenta con agrado. Su condición de disciplinado lo hace afirmar: “Bogotá es una ciudad Estado, yo soy estadista, por eso puedo gobernar a la ciudad, ya lo probé. Hay muchas propuestas de los candidatos, pero no hay una propuesta política que sea viable”. Un día en la Feria del Hogar A las 11:10 de la mañana del último día de la Feria del Hogar en Corferias, un grupo de muchachos con camisetas negras estampadas con la caricatura de Jaime Castro comienza a moverse por toda la plazoleta principal. Ha llegado la información de que el candidato va a llegar y se dirigen a la taquilla donde hay un gran número de personas dispuestas para entrar. Una pareja de señoras recibe el pequeño volante donde aparece la foto de él exclamando “¡Se acabó el recreo!”, y se comentan entre ellas: “¿Él es candidato? Pero yo no sabía”. Al parecer, nadie en la feria sabía que Jaime Castro iba a estar caminando, mirando y preguntando precios de productos como cualquier ciudadano. Unos 18 minutos después llega un hombre canoso que vestía de camisa a rayas azules con cuello y puños blancos, suéter caqui y sobre este la misma camiseta negra del grupo de muchachos; bluyín y zapatos café de gamuza. Detrás, siempre atenta, se encontraba Milena Morales, su asistente personal, amante de los toros igual que él. Ella comenta estar sorprendida por la aceptación entre algunos jóvenes que, en otros lugares, se han acercado para decirle “Yo soy castrista”, haciéndole pensar que esta campaña, iniciada hace dos meses, se pueda ganar. Dentro de la feria Jaime Castro no es el candidato a la Alcaldía de Bogotá por el movimiento de Autoridades Indígenas, AICO, sino un ciudadano más que pregunta el precio de utensilios de cocina. Por un momento da la impresión de buscar una olla para su casa. Más adelante saluda a una monja que por su contemporaneidad lo recuerda como senador, ministro o consejero presidencial. Finalmente, al terminar la vuelta al primer pabellón de la feria se encuentra con un representante de las comunidades indígenas de Cundinamarca y lo invita al stand, Kokasana. Allí le ofrece una infusión que le permite sentarse, descansar y meditar. Los indígenas lo buscaron porque se sienten orgullosos por la trayectoria que ha tenido y porque por medio de la visibilidad que él pueda tener, ellos podrán ser vistos y reconocidos localmente. Los asesores de campaña han diseñado unos pequeños videos en donde Jaime Castro opina sobre los demás candidatos con el propósito de generar ruido, bien sea a favor o en contra. * Estudiante de la Maestría en Periodismo de SEMANA y la Universidad del Rosario.