Uno de los hombres más cercanos a Juan Manuel Santos resume así los actuales tiempos de tormenta: “Pareciera que estuviéramos haciendo todos los esfuerzos para no ganar”. Tras un gran esfuerzo, en la carrera electoral el candidato-presidente termina de dejar atrás uno de los obstáculos atravesados en su camino cuando se estrella contra otro también puesto allí por sus propios seguidores. Los tropezones son el pan de cada día. Abundan los ejemplos. ¿Se imagina alguien la angustia del presidente escuchando a Blu Radio la semana pasada cuando Néstor Morales puso en contacto al ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, con César Pachón, uno de los líderes de la protesta campesina que tanto le está costando al Gobierno? —No puedo reunirme con usted hoy, dice el ministro. —¿Mañana? —Tampoco. Estoy muy ocupado. —Pero, ¿es sábado? —No. Otro día. —Bueno, entonces el domingo. —Pero por la tarde porque por la mañana debo dedicárselo a mi familia. ¿Tendrá el ministro de Agricultura un asunto en su agenda más importante hoy por hoy que resolver que el paro agrario? ¿Qué pensarían los posibles electores que tienen dudas hoy para votar por Santos? El mismo día, el ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez, soltó la idea de la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para solucionar los problemas de la justicia. Este mecanismo ha sido negado una y otra vez por el presidente Santos y, sobre todo, por su equipo negociador en La Habana. Con semejante 'papayazo', la guerrilla saludó la sorprendente iniciativa. En un comunicado leído ante la prensa, la insurgencia dijo que “la reforma implica cambios profundos, radicales, y por ello vemos con simpatía las recientes manifestaciones del ministro de Justicia” y “con beneplácito” que Gómez Méndez abra “la posibilidad de que sea una Asamblea Nacional Constituyente la instancia donde se dilucide el asunto”. Otra vez reuniones de urgencia, a apagar un incendio más, tanto en La Habana como en Bogotá, para indicar que no, que Santos le dice de manera tajante que no a la Asamblea Nacional. No hay un asunto de mayor trascendencia para la historia reciente de este país que el proceso de paz. Por eso, cualquier elector puede preguntar: ¿Al fin qué? ¿Hasta dónde cederá Santos con las FARC en su idea de alcanzar la paz? Casi de manera simultánea, el candidato a la Vicepresidencia, Germán Vargas Lleras, escenifica otro hecho con un ciudadano en Arauca. Es cierto que este fue incisivo, molesto, dirán otros, e iba con el propósito de provocarlo en su condición de militante uribista: “¿Por qué nos robaron las regalías?”, “las casitas no se ven”, “tengo derecho a preguntar”, todo un cirirí hasta que Vargas Lleras explotó: se volteó y en voz baja, pero amplificada por el micrófono que tenía en su mano, dijo: “Con este gamín no se puede”. ¿Qué pensaran de esta expresión los electores? Estos casos no han tenido como protagonistas a anónimos santistas sino a algunas de las personas más cercanas al hombre que busca su reelección y quienes con cualquier palabra, gesto o acción pueden variar la idea de uno de los millones de indecisos que, según las encuestas, hay en este momento. Por eso, es tan vital la coherencia y la inteligencia en el manejo de temas tan sensibles. El asunto fue tema de análisis y de debate este fin de semana. No es para menos. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, en las huestes de Óscar Iván Zuluaga andan encantados. Su candidato sube en las encuestas, se da como un hecho que pase a segunda vuelta y es natural su satisfacción personal por lo que ocurre alrededor de Santos. “Eso sí, nada le ha ayudado tanto a Zuluaga como la pésima gestión de campaña del santismo reeleccionista –escribió en su columna del domingo en El Tiempo, Mauricio Vargas–, Ligera en conceptos, frívola en intentar disfrazar a Santos de Juan Manuel y cargada de incoherencias y contradicciones. Si sigue así, puede lograr algo que hace poco lucía imposible: que una reelección que estaba garantizada en enero termine derrotada en junio. Entre un gerente como Roberto Prieto, que no conoce a Colombia ni sabe de política; una primera dama llena de buena voluntad y poco más, y hasta un hijo del presidente que se anima a decir, con orgullo, que su papá y el candidato vicepresidencial, Germán Vargas, son de la misma estirpe bogotana, muchos santistas –me consta– se tapan la cara aterrados”. Y lo que faltaba. A contados días de las elecciones, viene el sacudón por el supuesto intento de sometimiento a la justicia del narcotraficante Javier Antonio Calle Serna, miembro del clan de los ‘Comba’ y quien, según su testimonio, habría dado 12 millones de dólares a J. J. Rendón y Germán Chica para gestionar el proceso aprovechando su inmensa cercanía con el presidente. ¿Es cierto? ¿Recibieron la plata? ¿Quién se quedó con ella? El jefe del Estado ha denunciado en público que es víctima de “una campaña sucia” puesta en marcha por sus adversarios. Es posible que así sea, pero, como dice la sabiduría popular, con esos amigos ¿para qué enemigos?