Muchos recuerdan que Jorge Perry un día, en medio de unos tragos, le dijo a su padre que quería correr la maratón en unos Juegos Olímpicos. Don Alfredo le brindó su apoyo con una condición: debía correr desde Samacá hasta Sogamoso, la misma distancia de la competencia olímpica. Jorge aceptó el reto y lo cumplió. En esos días, Colombia no tenía comité olímpico y la inversión en el deporte era mínima. Jorge, sin embargo, envió por su cuenta una solicitud para participar en los juegos de 1932 en Los Ángeles. El COI, además de aprobar su asistencia, le patrocinó los gastos y lo llevó a Estados Unidos para que se preparara cuatro meses antes comenzar el certamen. Sus resultados en la competencia no fueron los mejores. Según él, una intoxicación causó el desmayo que le impidió finalizar la carrera: de los 42 kilómetros corrió solo diez. Algunos creen que no estaba bien preparado. Sin embargo, el COI le otorgó la medalla al mérito olímpico. Todo sobre él es un misterio y hoy muchos se preguntan. ¿Quién era realmente este señor? Su familia tiene un vago recuerdo de su participación en los Olímpicos. Santiago Perry, su nieto-sobrino, asegura que fue poco lo que se habló en el seno de la familia y en los medios de la experiencia de Perry en los Juegos; no hubo interés por hacer memoria y la medalla que le dieron a su tío abuelo sirvió como uno de sus juguetes de infancia. La camisa, dice Alejandro Perry, sobrino del atleta, fue desempolvada este año. La familia tiene la tradición de no mantenerse en el pasado, los objetos y las fotografías hacen parte del recuerdo. Tal vez por eso la medalla al mérito, la foto como abanderado, el carné que lo acreditaba como deportista en los Juegos Olímpicos y la camiseta con la que corrió, permanecen intactos. Se sabe que si bien Jorge Perry no tenía afinidad con la política de Hitler, sí visitó un campamento de la juventud nazi en Berlín; recibió una invitación del gobierno alemán y la aceptó. Allí se entrenó para mejorar su desempeño en la ‘cultura física’, como llamaban en la década de los treinta a la educación física. Además de mejorar como atleta, se volvió preparador. “Mr Perry”, así le decían por su cabello rubio y tez blanca, gritaba y cantaba mientras entrenaba a sus equipos. Él hizo que el béisbol y el voleibol llegaran a Sogamoso, donde vivió y organizó la primera tropa de Boy Scouts en su región. Se dice que se convirtió en ídolo de jóvenes cuando decidió imponer el fútbol americano en las instalaciones del Gimnasio Moderno de Bogotá. Entre viajes, otra de sus pasiones, terminó su vida. El 21 de diciembre de 1946, en vísperas de las fiestas de fin de año, se trasladó en moto hasta Samacá. En la carretera sufrió un desmayo, perdió la conciencia por una semana y contrajo una pulmonía que acabó con su vida ocho días después. Pocos recuerdan a Jorge Perry Villate. No se casó, hablaba poco inglés y por eso sufrió un percance en Estados Unidos. Un día se tropezó con un norteamericano y este le dijo “I’m sorry”, a lo que Jorge respondió: “I’m Perry”.