El fotógrafo tolimense Justo Pastor Velásquez se encontraba en Bogotá cuando se enteró que una avalancha había devastado a Armero (Tolima). Inmediatamente decidió viajar al lugar para retratar los hechos y buscar a sus familiares. A las 2:30 de la madrugada del 14 de noviembre de 1985 llegó a Armero. Todo era caos y oscuridad. Cuando la luz empezó a develar la tragedia, impactado por lo que veía, comenzó a registrar con su cámara Canon A1 cómo un próspero pueblo había sido borrado por la naturaleza. Velásquez tenía 27 años y nunca había visto algo igual. El olor a azufre reinaba en el lugar, los cuerpos flotaban al lado de los despojos de las calles, casas, autos y de los bultos de arroz que sobresalían en el lodo. Sin embargo, no dimensionó la magnitud de la tragedia hasta que logró subir a un helicóptero de rescate estadounidense y ver la devastadora panorámica. Cuando la aeronave aterrizó en Guayabal, un municipio cercano a Armero, se bajó y vio a las personas alarmadas que corrían hacia la parte alta de una montaña. Se rumoraba que otra avalancha se avecinaba. Para Velásquez ese fue un momento decisivo: debía escoger entre irse a una zona segura, cuya primera opción era refugiarse en Puerto Bogotá, o quedarse allí para lograr su cometido. Efectivamente escogió la segunda opción: "Lo siento por mi vida, pero yo me devuelvo a Armero", pensó. Para fortuna de los sobrevivientes la alarma resultó falsa. La osada decisión de este fotógrafo no le costó la vida, pero se la cambió. "Esta tragedia me obligó a darle una vuelta a la vida", cuenta después de treinta años. Después del dolor que presenció, decidió guardar las fotografías y no publicarlas, cambiar el enfoque de su profesión e intentar empezar de nuevo. No era para menos. Estando en el lugar se sintió como un vampiro que succionaba poco a poco la desolación de todo un pueblo para hacer buenas fotografías. “Ahí renuncié al periodismo”, expresó. Los dos meses siguientes Velásquez se dedicó a buscar a 12 familiares del esposo de su hermana en los centros de salud y hospitales en los que estaban siendo atendidos los sobrevivientes. En el recorrido otras personas le pedían ayuda para encontrar a sus seres queridos. Con lista en mano, él trató de buscar a casi 40 personas desaparecidas. Pero no encontró ninguna.