Las acciones en Colombia han caído tanto que están a precio de ganga. Varias compañías se cotizan por debajo del valor en libros, lo que significa que el mercado no reconoce lo que verdaderamente valen las empresas. Ha sido tan vertiginoso el descenso, que hoy las compañías que transan sus títulos en la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) valen en el mercado un 25 por ciento menos que hace un año. En plata blanca eso significa que mientras en enero de 2015 las empresas valían alrededor de 350 billones de pesos (capitalización bursátil), hoy no pasan de 266 billones de pesos.  La diferencia, 84 billones de pesos, sencillamente se esfumó, o como dicen los expertos es valor destruido. Casi la mitad de esa pérdida de riqueza corresponde a Ecopetrol, que hoy vale 40 billones de pesos menos que hace un año. Si las cifras se llevan a dólares, la situación de los colombianos es aún peor por la devaluación del peso. Un año atrás, la capitalización bursátil de las empresas colombianas, calculada en la divisa estadounidense, ascendía a 143.000 millones de dólares, cifra que se ha reducido a 82.000 millones. Es decir, en este caso, la destrucción de valor equivale a 61.000 millones de dólares. Esto, en otras palabras, significa que los colombianos se han empobrecido. Su patrimonio ha ido disminuyendo conforme cae la bolsa y se deprecia la moneda. El índice Colcap -que refleja las variaciones de los precios de las 20 acciones más líquidas del mercado- ha caído 25 por ciento en el último año, pero llevado a dólares, el descenso es del 43 por ciento. Según un ranking publicado por la agencia Bloomberg, el año pasado la bolsa colombiana fue la cuarta de peor desempeño del mundo. Solo le ganó a las bolsas de Lusaka (Zambia), Ucrania y Kazajistán. Los colombianos de a pie, que no entienden cómo funciona el mercado, están atónitos al ver lo que está pasando con sus inversiones, mientras que los expertos tratan de buscar la forma de minimizar el impacto, aunque hay poco que hacer. Esta caída de la bolsa afecta a todos, directa o indirectamente y tanto a grandes como a pequeños accionistas. Por la vía de los fondos de pensiones, millones de colombianos sufren con el desplome bursátil. También muchas empresas, constituidas como portafolios de inversión, sienten el totazo.  Ni los billonarios se escapan. Luis Carlos Sarmiento Angulo ha bajado del puesto 40 al 100 en el ranking de Bloomberg de los hombres más ricos del mundo. Según esta clasificación, su fortuna hoy asciende a 9.800 millones de dólares, frente a los 18.000 millones de cuando el dólar estaba en 1.800 pesos. Esto, a pesar del buen desempeño de sus empresas. Para el mayor accionista del Grupo Aval, el impacto negativo ataca por partido doble, pues su riqueza está en pesos.   Entre la caída de la bolsa y la devaluación, una inversión puede haber perdido 90 por ciento del valor en dólares año y medio. Aunque la turbulencia en que ha vivido el mundo en los últimos años ha afectado por parejo al mercado bursátil internacional, la Bolsa de Valores de Colombia es una de las más castigadas. Hasta las compañías más grandes y rentables del país, que invierten en el exterior y tienen un gran futuro, están atrapadas en este torbellino. No es fácil explicar por qué la bolsa colombiana ha resultado más golpeada que otras. Se suele explicar que se trata de un mercado pequeño y poco profundo y que la correlación entre el desempeño de las empresas y el precio de la acción no es completamente directa. Todo eso es cierto, pero hay algo más.  Detrás de esta situación está el dólar. Analistas creen que la devaluación es el factor que está exacerbando el malestar económico en el país, entre ellos la bolsa.  El presidente de la Bolsa de Valores de Colombia, Juan Pablo Córdoba, dice que la expectativa de mayor devaluación de los inversionistas está afectado al mercado accionario. Si la gente cree que el dólar va a subir más –como efectivamente está pasando– se queda esperando otro momento para comprar acciones, y mientras tanto los pocos que necesitan vender sus títulos, porque requieren liquidez, tienen que salir de ellos a precio de ganga. Es decir, en este momento hay más oferta que demanda en la bolsa y eso presiona los precios a la baja. El presidente de Asobolsa, Jaime Humberto López, afirma que los inversionistas institucionales están ganando más afuera en dólares y prefieren no exponerse en el mercado accionario local. Esto es entendible porque su obligación es maximizar el dinero de sus afiliados o futuros pensionados.  Con el dólar por encima de los 3.200 pesos y con tendencia a subir más, los inversionistas internacionales, que han sido compradores en Colombia, son cautelosos. Aunque al precio actual de la divisa pueden adquirir más acciones no tienen la seguridad de que cuando conviertan los pesos a dólares esas ganancias se mantendrán. Esa duda le ha quitado el atractivo a las empresas colombianas. Esta no es una realidad exclusiva de las empresas que están en la bolsa. En últimas es un asunto de confianza que por ahora está muy baja, lo que termina por afectar a todas las empresas. El lado bueno es que las acciones están tan baratas, que por ley natural en cualquier momento llegará el rebote. Las empresas están sólidas, y a estos precios quien compre lo estará haciendo en el piso. Eso, por lo general, no es mal negocio. Un paso atrás Si la bolsa es el termómetro de la economía, en el fondo este alicaído mercado bursátil local está reflejando la realidad del país. Un desánimo general. Y la percepción de pérdida de riqueza, por efecto de la devaluación, explica en gran parte el bajón en el estado de ánimo con que arrancó este año. Aunque una devaluación tiene mucho de favorable, pues hace al país más competitivo, la verdad es que cuando se exagera, como ahora, se vuelve un problema.  La cruda realidad es que con el actual nivel del dólar, Colombia es más pobre. Basta con decir que con toda la producción nacional –es decir el producto interno bruto- hoy se compra mucho menos en el exterior que hace 18 meses. Desde agosto de 2014, el peso se ha devaluado un 75 por ciento. Colombia hace parte del grupo de países con las monedas que más han perdido valor en el planeta. Compite con el rublo ruso y el real brasileño. A pesar de que los colombianos no consumen en dólares, el efecto neto de la devaluación es una merma de su capacidad adquisitiva. Más allá de la restricción a viajar al exterior, por el mayor costo de los tiquetes internacionales, se afecta la calidad de vida de todos, por diferentes vías. Por ejemplo, la oferta de bienes y servicios ha disminuido para los consumidores colombianos.  No solo se volvieron más costosos los productos importados, sino que algunos almacenes de cadena los han limitado. Aunque el lado bueno es que los fabricantes nacionales tienen mayor opción de vender sus productos, para el consumidor final significa un abanico más reducido de opciones y, algunas veces, de calidad. Algo similar se observa en los restaurantes. Se sabe que algunos que ofrecen comida internacional han tenido que ajustar el menú para evitar que por la vía de los ingredientes importados se dispare el valor de los platos. Esto no solo impacta a las familias más pudientes. Un hogar con ingresos medios o bajos, que antes podía acceder a artículos electrónicos en busca de mejor calidad de vida, ahora deberá restringir estas compras, pues el precio de esos productos ha aumentado un 40 por ciento. Hay que decir que hace tres años, por efecto de la revaluación del peso, las cifras macro mostraban una realidad muy optimista para Colombia. En 2013, el ingreso por habitante (PIB per cápita), usado para estimar la riqueza de un país y su capacidad de consumo, llegaba a los 8.000 dólares. Con esa cifra Colombia se mantenía entre las naciones de ingresos medianos altos, según el Banco Mundial. Aunque todavía no hay revisión a estas cifras se da por descontado que esto cambiará. Algunos han calculado que el PIB per cápita de los colombianos bajó a menos de 6.000 dólares. Que lleguen dólares Si bien la fuente de todos los males está en la caída del precio del petróleo, el problema real para Colombia es la concentración del riesgo por la alta dependencia que ha tenido en la renta petrolera. Eso hizo al país más vulnerable, y es lo que se refleja en la alta devaluación. Si el país tuviera una oferta exportable mucho más amplia, hubiera podido minimizar los efectos del desplome del petróleo. Pero no sucedió así.  Aunque el gobierno destaca que ante la magnitud del choque externo la economía salió bien librada, no menos cierto es que la devaluación está pasando factura, y muy fuerte. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos llega al 7 por ciento del PIB, uno de los más altos de la historia de Colombia y uno de los peores del mundo. La forma de ajustar ese desequilibrio normalmente es a través de la devaluación del peso, pero en el país, a pesar de que los productos colombianos son cada vez más baratos en el exterior, las exportaciones no solo no han aumentado sino que han disminuido. Lo crítico es que no se ve pronto una moderación de la tasa de cambio. En primer lugar, porque el dólar es una variable atada a lo que suceda con el petróleo y ya se sabe que los pronósticos son a la baja (ver artículo en la página 48).  En segundo lugar, hay que reemplazar la fuente de ingresos fiscales y de exportaciones que proveía el petróleo, y eso no es tan sencillo y el país tampoco está preparado para ello. Se necesita más inversión y exportaciones. Lo primero es difícil en esta coyuntura. Y en lo segundo, ni hay encadenamientos productivos estratégicos ni parece haber suficiente vocación exportadora. A lo anterior hay que sumar otros factores. Entre ellos una tributación que recarga el mayor peso de los impuestos sobre las empresas. En la medida en que esto se alivie, habrá más inversión en la industria y agroindustria, donde  está el potencial exportador. Los entendidos dicen que no se puede esperar que exclusivamente la tasa de cambio haga el ajuste, es decir, que solo la mayor devaluación impulse las exportaciones. Esto puede funcionar pero tomará años. Mientras tanto, al ritmo del dólar, los colombianos sentirán que dan un paso adelante y dos atrás. Totazo petrolero Las acciones de Pacific Rubiales y Ecopetrol se han desplomado como ningún otro título. Hace tres años por esta época, el prestigioso diario británico Financial Times publicó una noticia sobre Colombia como para sacar pecho. La información decía que el Grupo Ecopetrol había crecido hasta convertirse en la más grande compañía de América Latina, listada en bolsa por delante incluso de la gigante brasileña Petrobras. Las cifras del momento validaban esa noticia. El 28 de enero de 2013 la acción ADR de Ecopetrol alcanzó un máximo histórico de 63,59 dólares por acción, lo que significaba que la petrolera colombiana tenía una capitalización bursátil (valor de mercado) de 130.900 millones de dólares. Ese mismo día, el ADR de Petrobras cerró en 18,67 dólares por acción, equivalente a una capitalización bursátil de 126.700 millones. Es decir, Ecopetrol en ese momento era más valiosa que Petrobras aunque tenía casi ocho veces menos reservas probadas. Eran las épocas de las vacas gordas. En el mercado local, la acción de Ecopetrol se cotizaba a 5.700 pesos, equivalente a una capitalización bursátil en pesos de 234 billones. Aunque algunos pensaban que la acción estaba sobrevalorada, con petróleo por encima de los 100 dólares el barril todo era alegría en el mercado. Pero la fiesta pronto se acabó. La acción de Ecopetrol se ha ido desplomando a niveles increíbles. Al cierre de la semana pasada, el ADR se transó en 6 dólares por acción, un desplome del 90,56 por ciento en solo tres años. El actual valor de mercado de Ecopetrol es de 12.400 millones de dólares, es decir, se ha producido una destrucción de valor de 118.500 millones de dólares. En ese mismo lapso, las acciones de Petrobras han bajado de 18,67 dólares a 3,60, una caída del 80,72 por ciento y su capitalización bursátil actualmente está en 23.500 millones de dólares, es decir, una destrucción de valor de 98.200 millones, aunque hoy vale casi dos veces más que Ecopetrol. La destrucción de valor de Ecopetrol en los últimos tres años ha sido estrepitosa y mayor que la de su similar brasileña, a pesar de que esta última ha estado envuelta en unos sonados y escandalosos episodios de corrupción y malversación de recursos.  En la bolsa local la acción de Ecopetrol ha caído a un nivel que ni el más pesimista se atrevía a pronosticar. La semana pasada se situó por debajo de los 1.000 pesos, es decir, la empresa insignia de los colombianos vale, en pesos, 40 billones. Eso significa que se han perdido 45 billones en 12 meses, y es casi seis veces menos que la capitalización bursátil de hace tres años. Cada vez que el petróleo cae (ya llegó a 30 dólares el barril) se hunde la acción de Ecopetrol. La historia de la acción de Pacific Rubiales es aún peor. Llegó a ser la compañía estrella del mercado gracias a su vertiginoso crecimiento, pero su descenso ha sido igualmente sorprendente. El máximo histórico de la acción de la petrolera canadiense se alcanzó en marzo 3 de 2011, cuando se cotizaba en la bolsa colombiana a 67.260 pesos. Al año siguiente, el título ya había descendido a 54.000 pesos y desde allí su caída ha sido imparable. La semana pasada, las acciones de Pacific cayeron 37,3 por ciento y 26,4 por ciento en Canadá y Colombia respectivamente. En la Bolsa de Valores de Colombia se cotizó a 1.990 pesos. Es decir, en cinco años, esta petrolera ha perdido el 97 por ciento de su valor.