Este largo conflicto nuestro ha envilecido todo, muchas de la imágenes que ha producido Jesús Abad Colorado son la mortaja que sirve como testimonio de esta barbarie, es el sudario que guarda la memoria de la ignominia humana, es un espacio en el que mora el recuerdo, pero también, y así lo hace evidente esta exposición, el lugar en el que habita la inocencia y la ternura.La primera fotografía del conflicto realizada por Jesús Abad Colorado es de 1992, es del tablero que narra la historia de Caín y Abel, tragedia repetida en el país y el mundo, “un país en el que nos hemos matado entre hermanos desde hace siglos".Le puede interesar: La foto que destapó los desmanes de la operación OriónDurante 25 años, Jesús ha fotografiado las diversas caras del conflicto armado, lo ha registrado no para la prensa sino como un ejercicio de memoria y reflexión, porque dejar un testimonio de esta guerra es para él un deber ético, un ejercicio de solidaridad. La imagen fotográfica le permite sobrevivir a la víctima, estar presente, ser relato de su propia ausencia, la llena de dignidad, la hace eterna.En este inventario de dolor y resistencias y gracias a que su visión no esta puesta al servicio de poderes políticos o económicos, Abad Colorado se aproxima al territorio lleno de sensibilidad y desprovisto de prejuicios, lo lee, lo entiende y lo habita, desde ese contexto produce las imágenes que dan fe del suceso y que nos ayudarán a recomponer los fragmentos del cristal que la guerra rompió, ahí ve, escarba, rastrea y encuentra dentro de los escombros y el llanto, el asombro que produce la ternura, porque en ella se reafirma la posibilidad de la esperanza.Puede leer: La obra histórica de Jesús Abad ColoradoAunque se trate de victimas o victimarios Jesús los hace suyos y convierte en parte de sí los nombres y las historias de cada uno los sujetos retratados, hay un gesto solidario que lo hermana con ellos, que humaniza al otro y que encuentra en ese territorio que habita el horror, la posibilidad del amor, respetar(lo) y transmutarse en él para entender(lo) le permiten construir su estética, plena de ética. Al dignificar los sujetos, los llena de sensibilidad; la compasión y la ternura son las pulsaciones con las que alimenta su mirada, que le permiten descubrir y ver “la dignidad, la belleza, la fuerza de tantos hombres y mujeres que en circunstancias difíciles siguen creyendo, educando, sembrando, haciendo constantemente un homenaje a la vida". En sus últimas fotografías deslumbran unos increíbles cielos estrellados en lugares donde se ofendió la vida. Es menguante, no hay luna y se ven las estrellas, época de corte o de siembra, esos cielos son los tableros del campo, las estrellas son brújula y bitácora. Las imágenes tienen que ver con la esperanza en regiones apartadas, en las que la única guía son las estrellas. Esas fotografías hablan de sueños y vida, de ilusión, de destellos fugaces que iluminan el mañana de esta historia, que no es la de otros, sino la de todos nosotros.Ojalá estas imágenes que son un reclamo a la memoria, un manifiesto contra el olvido y caligrafía de la esperanza expresada en los rostros de la Colombia ignorada, nos ayuden a entender que toda guerra es la derrota de todos.En memoria de Alberto Sierra, quien con su certera mirada descubrió siempre en estas fotografías la ternura y la esperanza.Por: Julián Posada.Más información el lugar y los horarios de la exposición.