A las cinco de la tarde se cerraron las puertas del estadio Atanasio Girardot de Medellín porque 45.000 paisas llenaron cada una de las sillas de todas las tribunas, vestidos de blanco, vela en mano, ramos de flores, se prepararon para rendir homenaje. En las tribunas sur y norte los miembros de la barra Los del Sur cantaron a voz en cuello vítores para el Club Chapecoense, era difícil sobrevivir a tanto sentimiento, a esa solidaridad ciega, a ese dolor de saber 71 personas muertas por el azar más terrible. Pero esos del estadio no eran todos, afuera del Atanasio, en la calle, en una pantalla gigante ubicada al lado del centro comercial El Obelisco, había miles de aficionados, ¿cincuenta mil, sesenta mil?, la cifra es lo de menos, lo que importaba era ese fervor como de ver pasar lo que de verdad importa, lo eterno.Consulte: Audios de la torre de control revelan dramáticos detalles del accidenteEl acto empezó con setenta y un palomas blancas que abrieron vuelo desde el centro de la cancha, luego pasaron los helicópteros black hawk en los que transportaron los cuerpos de los viajeros fallecidos en el accidente.Sin embargo, el momento más emotivo de la noche vino con la intervención del canciller brasilero, José Serra, quien estuvo a punto de llorar en varias oportunidades, conmovido: “En estos momentos de gran tristeza las expresiones de solidaridad que aquí encontramos nos ofrecen un grado de consuelo inmenso. Una luz en la oscuridad cuando todos estamos intentando comprender lo incomprensible. Los brasileños no olvidaremos jamás la forma como los colombianos sintieron como suyo el terrible desastre que interrumpió el sueño de ese heroico equipo de Chapecoense. Una especie de cuento de hadas con final de tragedia”.Puede leer: El milagro de sobrevivir a un accidente aéreoFueron momentos en los que muchos asistentes al homenaje no pudieron contener las lágrimas y detrás de las palabras del canciller sólo quedaba el silencio, algo muy raro en el Atanasio, que cuando está lleno nunca para de tronar por tantas voces.Cada tanto, el canciller trastabillada, su voz se quebraba pero retomaba con fuerzas: “Tras lo ocurrido en esta fatídica noche del 28, Brasil despertó perplejo ante la dura realidad de una fiesta que no hubo, ante la expectativa frustrada de un partido histórico para Chapecó que ya no se podrá realizar, para el dolor inmenso de la pérdida. Pero quizás no sea una casualidad que los colores de Chapecoense y Nacional sean verde y blanco: esperanza y paz”.Le sugerimos: “Obrigada Colômbia”: Brasil tras apoteósico homenaje en MedellínPero Serra no fue el único que trastabillo, que sintió las lágrimas de golpe en los ojos, el presidente del Atlético Nacional, Juan Carlos de la Cuesta, estuvo a punto derrumbarse, conmovido por la tragedia: “Hoy es un momento para invitar a la reflexión, a saber, que lo más importante en la vida son la unión, la convivencia, la convivencia en el futbol. Si no tenemos equipos rivales, sino tenemos hinchas rivales, no hay convivencia en el fútbol. El mejor honor que la vamos a dar a Chape es que vamos a seguir defendiendo los colores verde y blanco. Nos queda una responsabilidad más grande y es representar en el mundial de clubes al pueblo de Colombia y al pueblo de Brasil y al pueblo de Suramerica. Que me duele en el alma ver partir a estas personas, porque hemos pasado por la misma situación de los viajes, de los desplazamientos, de no dormir y salir para atender otro compromiso. La vida continúa y tenemos que seguir adelante todos”.A esas palabras también se unieron el alcalde Federico Gutiérrez, el gobernador Luis Pérez, el director técnico Reinaldo Rueda y todos los asistentes, que en medio de los discursos arrojaron a la cancha ramos de flores para despedir a todas las víctimas.Consulte: ¿Quiénes son los supervivientes del accidente del Chapecoense?Antioquia ha demostrado una vez más ser un pueblo unido, a veces para asuntos que el resto del país no entiende muy bien, como esa mayoría que votó No en el plebiscito de la paz, y en esta oportunidad, para tomar el dolor ajeno como propio, para hacer luto de una tragedia que demuestra lo frágil que es la vida, lo atroz del azar. Y los hinchas verdolagas mostraron que, si no son la barra más grande del país o la que más alienta, son entregados por el dolor ajeno, por el dolor que enluta un juego tan bello como el fútbol.