Zarco no tenía nombre todavía, pero luego lo bautizarían en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, como hacen los antioqueños más creyentes. A las seis de la tarde del sábado doce de mayo bajaba por el río Cauca aullando como si fuera un perro grande y musculoso, pero apenas era un cachorro envuelto en olas del agua sedimentada que brotaba del muro de presa de Hidroituango. Venía cerca de la orilla, con las patas delanteras pegadas de ramas de árboles cuando María Isabel Giraldo le gritó a su marido que se tirara para que lo rescatara: “Y él braceó un poquito y lo agarró, entonces lo bañamos con agua tibia y ya me quedé con él.” Giraldo habla mientras tiene al perro cargado entre los brazos, el perro parece un pitbull que apenas conoce el mundo. No tiene más de un mes. “Yo cómo lo iba a dejar, ¿no ve cómo es de lindo? Ya me han ofrecido plata por él y todo, me iban a dar 20.000 pesos pero yo dije que no. Qué tal”.Le puede interesar: En imágenes: Los rostros de los desplazados por la grave emergencia de HidroituangoEn el albergue hay más de una veintena de perros. Algunos comen en los platos desechables donde sus dueños les dejan algo de caldo y un pedazo de carne, pero Susy —una perra criolla que está a los pies de una niña en las gradas— come en un vaso plástico. “¿Y por qué no le dejaron en Puerto Valdivia?”, se le pregunta y la niña responde: “Ay no, se va río abajo”, y su madre, María Eugenia, la respalda: “Ella es la otra niña de la casa, cómo la íbamos a dejar pues. Es una perrita muy hermosa, muy juiciosa”.Mercedes Areiza llegó a Puerto Valdivia en la noche del miércoles con tres perros: Niño, Niña y Chuky, todos pequeños: en esa talla que parece a medio camino entre una adultez fuerte y un infancia estancada. Mercedes tuvo que volver a su casa porque Chuky, juguetón, se le había perdido entre el monte, “y yo no me quería venir sin ellos”. Chuky tiene rastros de una sarna persistente, las manchas rozas en el pelaje son evidentes: “Aunque yo lo tengo todo enfermito no lo iba a dejar. Aquí dan su lidia porque toca sacarlos a hacer sus necesidades, pero no importa”.Pero como hay personas que tienen a sus mascotas al lado como si se tratara de un hijo de las entrañas y los llevan a todas partes como si fueran una extremidad, otros se preguntan qué será de sus mascotas en el pueblo, como Orlando Echeverry: “Yo dejé dos gaticos en la finca, ojalá no se los lleve ninguna avalancha”.