El pasado 29 de diciembre Puerto Salgar (Cundinamarca) alcanzó 45 grados, la temperatura más alta que haya alcanzado un municipio en Colombia. Sus más de 15.000 habitantes supieron lo que era un infierno: el agua embotellada se agotó en las tiendas, los balnearios se atiborraron, la permanencia en las duchas batió récord y la sala de urgencias del hospital fue un caos. Luis Hernández, un hombre de 58 años que se mece semidesnudo en una hamaca colgada en el antejardín de su casa en el barrio La Esperanza, recuerda que “era desesperante, todo el mundo buscaba los ríos y el agüita porque el calor era insoportable, yo dormía de noche atrás en un solar, al sereno”. Dice que debido al bochorno, se bañó hasta cuatro veces durante la noche y la madrugada para poder tener algo de tranquilidad al dormir tranquilo, pero pocas veces lo logró. Su esposa, que carga un bebé de seis meses, su nieto, lo refresca al lado de un ventilador. “El calor es mucho y tenemos que mantener afuera al niño porque adentro no puede dormir”. A su lado está su suegra, doña Gertrudis, una señora de más de 70 años. Ella comenta que nunca, en los 60 años que ha vivido en Puerto Salgar, había soportado una temperatura tan alta. “Yo sí creo que mi Dios está cansado con nosotros y nos va a acabar”, dice con una sonrisa al considerar que el cambio climático es una muestra de que el mundo está llegando a su fin. La médica Laura Rendón, que atiende urgencias en el Hospital Diógenes Troncoso, señala que muchos pacientes han llegado aquejados por mareos, decaimiento, dolores de cabeza, taquicardia, deshidratación y otros síntomas producidos por un clima extremo. Ella y sus compañeras enfermeras también han padecido los síntomas. “Uno quisiera meterse en la nevera porque tal vez es el único punto para refrescarse porque ni siquiera los ventiladores son suficientes para soportar estas temperaturas”. Añade que se están presentando nuevamente casos de dengue por el aumento de mosquitos y hace unos días se registró uno de zika, el primero confirmado en esa jurisdicción. En la heladería más grande del pueblo, Delicias de Puerto Salgar, los pedidos de agua, refrescos, cerveza y limonada se han triplicado. Gabriel, el panadero, quien también atiende a los clientes, cuenta que es demasiada la gente que llega al local a hidratarse. “Muchos calores, uno no se halla. Se lo digo yo, que manejo los hornos. Es que ni los ríos, porque los bañaderos están secos, uno puede atravesar el Magdalena a pie”, comenta desconsolado. Uno de los clientes interviene y añade que son muchas las calamidades por los fuertes calores ya que los niños se están enfermando, los animales están muriendo, los cultivos afectados y hay racionamiento de agua en el municipio. “No ha sido un solo día, diciembre fue azotador y mire cómo estamos en enero, nunca se había visto esto”. Adentro una joven mujer llena con hielo dos vasos grandes y con un cucharón los llena de preparada (tamarindo, limón y panela) que saca de termos gigantes. En la mesa, un hombre toma el refresco ávidamente. “Todo esto es culpa del hombre, para qué tanto escándalo, ya nada se puede hacer”, comenta enojado.