“Nelly, por favor regrese, la estamos buscando”. “Aparezca, por favor”. “Nelly, queremos saber de usted”. Esos mensajes eran los que perifoneaban varios rescatistas de la Fuerza Aérea Colombiana desde un helicóptero Black Hawk, con la esperanza de encontrar a Maria Nelly Murillo Moreno y su pequeño hijo Judier, de un año de edad, en las selvas chocoanas. Ellos son los milagrosos sobrevivientes del accidente de una avioneta tipo Cessna 303 con matrícula HK-4677G, ocurrido el pasado sábado 20 de junio. La aeronave volaba el trayecto entre Nuquí-Quibdó (Chocó) y servía para el transporte de pescado entre estas poblaciones en el Pacífico. La historia cuenta que había pasado tan solo 20 minutos luego del despegue cuando la aeronave dejó de aparecer en los radares de la Aeronáutica Civil. Sumado a eso, el piloto no respondía los insistentes llamados de los funcionarios de la entidad a través de los equipos de comunicación. Era evidente que algo había pasado. La tensión en los aeropuertos locales crecía con el paso de las horas y en Quibdó, la capital chocoana, la noticia se regaba como pólvora. Desde el mediodía de ese sábado, socorristas de la FAC, de la Cruz Roja Colombiana con el apoyo del Cuerpo de Bomberos de Medellín y de la Policía Nacional, iniciaron las labores de búsqueda. No era fácil, pues se sospechaba que la avioneta había caído en la tupida selva que caracteriza a la región. Un avión de inteligencia comenzó a sobrevolar el espacio donde se creía había que había caído. Lo hacía con dificultad por las condiciones geográficas de la zona. Dos días más tarde, el lunes pasado, ubicaron a lo lejos un difuso punto blanco. Efectivamente, era la avioneta destruida en medio de la espesura. Los rescatistas inmediatamente bajaron. Lo primero que encontraron fue el cuerpo sin vida del piloto Carlos Mario Ceballos. Luego, mientras movían los escombros, hallaron restos de la carga de pescado que transportaba la aeronave. La desaparición Buscaron por un lado y por otro, pero no encontraron a los otros dos pasajeros que aparecían en los registros del vuelo, es decir, la mujer de 18 años y su hijo de tan solo uno. “Empezó la preocupación, pues no teníamos ni idea de qué había pasado con ellos. Era posible que estuvieran perdidos en la selva buscando cómo sobrevivir, o que ya hubieran muerto” contó el coronel Luis Carrascal, comandante del Comando Aéreo de Combate N° 5. Sin embargo, dos pistas aumentaron las esperanzas de encontrarlos con vida. “Primero, la cabina del avión estaba casi completa, y eso es un indicio de que puede haber sobrevivientes. Segundo, la puerta de la cabina estaba abierta desde adentro, lo que apuntaba a dos opciones: o se abrió del impacto o alguien la abrió para salir”, explicó el comandante. Con la esperanza de que María Nelly fuese quien abrió la puerta y llevara deambulando con su hijo en el monte esos dos días, empezaron nuevas labores de búsqueda. Era todo un misterio lo que rodeaba la situación, pero había esperanzas. Algunos rescatistas se le midieron a caminar en medio de la selva húmeda, pensando en los posibles caminos que Nelly pudo haber tomado con su hijo en brazos. Otros, se arriesgaron a volar sobre el monte en un helicóptero Black Hawk y gritar con un equipo alta voz: “Nelly, por favor regrese, la estamos buscando”, “Aparezca, por favor”, “Nelly, queremos saber de usted”, “Por favor ubíquese hacia el riachuelo”. El rescate Así, entre gritos y caminatas, pasaron dos días de intensa búsqueda. Y cuando las esperanzas parecían acabarse, este miércoles los rescatistas vieron a lo lejos a Nelly, con unos funcionarios de la Cruz Roja. Ella estaba ahí, en medio del monte y con su hijo en brazos. Los miembros del organismo de socorro, que buscaban en tierra, la hallaron a 400 metros del lugar donde había caído la aeronave. “Eso fue un milagro” -exclamó el coronel-. Nadie entiende cómo lograron sobrevivir de este accidente aéreo, y más aún después de estar cuatro días deambulando en una zona tan difícil como esta. Los rescatistas bajaron de inmediato por Nelly y su hijo, quienes fueron traslados a un hospital en Quibdó donde los sometieron a un intenso chequeo médico que aún no termina. A la joven mujer, los médicos le encontraron quemaduras de primer y segundo grado en la cara y en el brazo derecho. Su hijo, según los médicos, solo presentó signos de deshidratación. Mientras la joven era atendida, contó algunos detalles de su caminata por la selva. Aseguró al cuerpo médico que cuando la avioneta se estrelló y se incendió, ella abrió como pudo una de las puertas y corrió hacia la selva. Atendiendo a su instinto de madre, se devolvió a recoger a su hijo y fue allí donde sufrió las quemaduras. Dijo Nelly que luego de eso caminó hacia un río cercano pero que se devolvió. Fue allí donde, tras un tiempo, encontró la ayuda de dos aborígenes que transitaban por su camino. Esto es lo que se conoce hasta ahora de la increíble historia de una mujer y su bebé que sobrevivieron milagrosamente a un accidente aéreo y a cuatro jornadas en medio de la inclemente selva. Una historia de esperanza en medio de los desencantos que día a día trae la realidad colombiana.