Se trata de una aventura en la que se pone en juego la propia vida. Saldrá de Cuba y llegará hasta Guyana. Contratará a unos coyotes para llegar a Brasil, por medio de un paraje desconocido. Buscará Manaos y tomará un barco que subirá por todo el río Amazonas y lo dejará en Colombia. Pasará por Leticia y seguirá derecho hasta un puerto donde se pueda tomar un bus, sin saber cuál. El requisito es que lo deje cerca del Tapón del Darién, muy cerca de Panamá.Una vez llegado el momento, se dará cuenta de que tendrá que abordar varios buses más y se verá la cara con policías que le quitarán el dinero, el poco que tiene, así que lo esconderá como pueda. Llegará a Turbo, un pueblo del Urabá antioqueño dominado por coyotes que responden al mando de bandas criminales. Llegará a Turbo y constatará que la frontera está cerrada y que lo mejor será devolverse. ¿Pero adónde?Asiel Ramón Cantillo Pérez salió de Cuba el 17 de febrero con la esperanza de encontrar la libertad, alguna libertad. Pero ese camino ha sido largo y la libertad una promesa que parece rota. Cuenta que casi naufraga, que vio un bus volteado en la carretera y que en Brasil los coyotes parecían caníbales, hombres que se comen todo lo que los migrantes traen: la esperanza, los sueños, que se aprovechan del terror porque que todos temen que la mano revolucionaria los encuentre en tierras extranjeras.Asiel Ramón está parado en el parque principal de Turbo (Antioquia) y se le revuelve el estómago cuando un funcionario de Migración Colombia, muy bien intencionado, les dice a más de 400 hombres, mujeres en embarazo, niños con cara de hambre, todos de otras tierras no tan diferentes a esta, que lo mejor es que se devuelvan por donde vinieron.Para emprender el viaje, Asiel vendió su casa en Cuba y llegó a Brasil sin una sola moneda, pero allá, desde hacía ocho meses, lo esperaba Marisel Pérez Rubio, su madre, que había trabajado todo ese tiempo en un supermercado limpiando el piso para reunir monedas y llegar a Colombia. Y llegaron, otra vez sin dinero, y ahora siguen el camino con la ayuda de otros cubanos que han contado con más suerte y ayuda generosa.    Las autoridades aún no hacen el cálculo de cuántos son los migrantes que están represados en Turbo. El secretario de Gobierno del municipio, Emélides Muñoz, asegura que son más o menos 200 personas las que están pidiendo una solución, aunque no se pueden contar con exactitud pues están en el subregistro de hoteles y residencias, y algunos más se quedan en casas de familia donde les cobran algunos dólares por dejarlos dormir.Este se ha convertido en un problema para los municipios del Urabá, tanto que el Concejo de Turbo le pidió a la Cancillería que repatríe a las decenas de cubanos, haitianos, africanos y asiáticos que están llegando a la región. Pero no se necesita de mucho sentido común para saber cuál es la suerte de un cubano que regresa a la isla después de salir clandestinamente.Regresar no es una opción para Asiel, que desde hace una semana que está en Turbo ya ha recibido varias ofertas de coyotes que lo pasan por el Darién, cruzando por un cerro que tiene 1.400 metros de altura, un recorrido casi suicida minado de contrabandistas, guerrilleros y paramilitares. Ese tránsito que cuesta entre 500 y 1.000 dólares.Se dice que varios coyotes han sido ajusticiados en medio de la selva tropical, quedando los migrantes sin rumbo, perdidos; otros han asesinado a los migrantes a medio camino, a sabiendas de que los interesados por ese cuerpo están muy lejos y siempre esperan que pase lo peor.El punto cerrado de la frontera es en Sapzurro, ubicado en Acandí (Chocó) dijo el comandante de Policía de Urabá, coronel Javier Sierra. Por esa razón, los coyotes y la bandas criminales se aprovechan se las ingenian para aprovechar los 225 kilómetros de frontera en los que se pueden mover libremente para pasar a los migrantes. Se trata de un territorio tan amplio que es muy difícil de controlar por parte de las autoridades.Asiel sabe muy bien que no se va a mover del parque de Turbo, donde el mismo párroco les cerró a los migrantes la puerta de la iglesia en la cara: “Yo no me voy a devolver, porque decirle a un cubano que se vuelva es echarlo a la muerte”. Las autoridades colombianas tienen la palabra para darle solución a este drama de cientos de migrantes que ya no saben qué hacer en tierras ajenas. Una verdadera ‘papa’ caliente.