Este martes 30 de agosto, el cruce entre la avenida 26 y avenida de Las Américas de Bogotá se convirtió en el escenario de un acto simbólico de los familiares de las miles de víctimas de desaparición que ha producido el conflicto armado en Colombia.Un grupo de 33 personas, entre víctimas y voluntarios, se reunió en el lote de lo que será el Museo Nacional de Memoria Histórica. A las 8:30 de la mañana, a plena luz del sol, los hombres y mujeres, entre ellos algunos niños y jóvenes, se quitaron los zapatos, metieron las piernas en bolsas plásticas negras, se arrodillaron sobre un montículo de tierra y se cubrieron hasta la cintura. Luego permanecieron quietos y silenciosos hasta la 1 de la tarde.El acto titulado ‘Cuerpos gramaticales’, que organizaron asociaciones de víctimas, el colectivo Agroarte y el Centro Nacional de Memoria Histórica, tenía como objetivo provocar una catarsis colectiva y pública. Los cuerpos medio enterrados y medio expuestos buscaban transmitir un mensaje doble: por un lado, el dolor que ha producido la guerra en Colombia, y por el otro, la lucha y la persistencia de quienes están con vida.Por esta razón, los involucrados insistieron permanentemente en que no se estaban enterrando, sino en que la puesta en escena representaba “una siembra”.“Esto no es un entierro”, dijo desde uno de los montículos de tierra Andrea Bautista, sobrina de Nydia Erika Bautista, una militante del M-19 que miembros de un batallón del ejército detuvieron, ejecutaron y desaparecieron hace casi 30 años y que hoy es un emblema de la lucha contra este crimen de lesa humanidad. “Esto simboliza el amor de los familiares por sus desaparecidos y su terquedad por encontrarlos”. Otra víctima que hizo parte de la puesta en escena fue Luz Marina Bernal, madre de unos de los jóvenes de Soacha que terminaron en los denominados falsos positivos. Para ella, el contacto con la tierra la conecta con su hijo asesinado. “Me fortalece para seguir luchando”. Entre los que estuvieron atentos a la manifestación de las víctimas se encontraba Martha Nubia Bello, la coordinadora del futuro museo. “Esto es memoria viva activa”, dice. “Y en eso consiste la verdadera reparación”. Según ella, en especial las víctimas de desaparición forzada, al no tener un cuerpo al que visitar, carecen de espacios para el duelo.A pesar de haberse celebrado a mediodía de un día de oficina y en medio de la ciudad, el evento solo atrajo a pocas personas. Brillaron por su ausencia los representantes del gobierno (a parte del personal del Centro de Memoria Histórica) y solo un par de fotógrafos aparecieron en el predio para capturar la escena. Para las víctimas de desaparición, la indiferencia ha sido pan de cada día durante décadas. El Estado los ha abandonado, la sociedad los ha ignorado y sus propias comunidades los han excluido. “Siempre nos han dado la espalda”, dice Gladys López, miembro de la organización Familiares Colombia. “Así no hay verdad, justicia y mucho menos reparación. Colombia no se preocupa por sus desaparecidos”.