“No soñé regresar a la Policía, pero cuando uno deja el uniforme siempre tiene el corazón lleno de color verde. Como decimos en Colombia, Policía toda la vida”, estas son las primeras palabras que le dijo a SEMANA el recién nombrado director de la institución, general William Salamanca, quien gracias a su cercanía con el presidente de la república, Gustavo Petro, volverá a vestir su uniforme.
Pero este nuevo reto para el general Salamanca no se hubiera hecho realidad sin su cercanía con el mundo político, que se dio casi que de manera accidental cuando, por cuestiones de trabajo, fue asignado como el enlace entre la Policía y el Congreso de la República.
Por eso, 2007 fue el año que le cambió la vida al general Salamanca. Para esa época fue nombrado como oficial de enlace entre la Policía y el Congreso, donde hizo amigos poderosos en el mundo de la política. Uno de ellos, el entonces senador Gustavo Petro, hoy presidente de la república, quien lo sacó del retiro y le puso esta nueva misión.
Los tres años que duró el oficial en el Congreso no fueron desaprovechados; en ese momento, Petro era el congresista más amenazado del país por sus candentes debates y denuncias sobre el paramilitarismo. Salamanca sabía que su seguridad no podía ser descuidada, le fortaleció el esquema de protección y atendía de manera directa cualquier requerimiento o necesidad del congresista o su familia.
Pero sus relaciones no solamente fueron buenas con Petro, también con otros políticos de la época que hoy están en cargos importantes en el Gobierno como el ministro del Interior, Alfonso Prada, y el director del Departamento Administrativo de la Presidencia, Mauricio Lizcano, quienes habrían empujado el nuevo nombramiento.
En el radar del Pacto Histórico En 2020 hubo un episodio que marcó de nuevo la carrera del ya general William Salamanca. La política o, mejor, los políticos, esta vez del Pacto Histórico, pusieron los reflectores sobre él. El oficial protagonizó un hecho poco usual en la Policía cuando casó de frente una pelea con su jefe, el entonces general Óscar Atehortúa, director de la Policía, quien incluso había sido su compañero de curso.
Salamanca, quien era el inspector general, reveló que había encontrado unas supuestas irregularidades en la construcción de 8.000 casas fiscales en San Luis, Tolima, que terminaron enredando a Atehortúa. La pelea entre los dos pesos pesados de la Policía llevó también a una especie de crisis dentro de la institución, pues se crearon bandos, los que estaban con Atehortúa y los de Salamanca. El caso terminó en los estrados judiciales y disciplinarios, y con la salida de los dos generales de la institución.
El general Atehortúa fue liberado de responsabilidades por la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía, que señalaron que no incurrió en irregularidades durante la ejecución del contrato para la construcción de viviendas fiscales, pero personas cercanas al Pacto Histórico vieron esa batalla contra la corrupción como un acto heroico, y por eso consideraron que debían tenerlo como un aliado.
Retirado de la Policía y sabiendo muy bien el arte de la política que había heredado de su padre, Otoniel Salamanca, un reconocido político de Úmbita, Boyacá, no fue reacio a los coqueteos del movimiento político que buscaba llegar a la presidencia de Colombia con Gustavo Petro. Tras ganar las elecciones presidenciales en 2022, el nombre del general Salamanca volvió a aparecer en escena cuando lo designaron para que hiciera el empalme en materia de seguridad con el equipo del saliente Gobierno del presidente Iván Duque.
Desde ese momento se comenzó a murmurar en los pasillos de la Policía que sería reintegrado al servicio activo luego de su polémica salida y asumiría como director de la institución, pero el rumor se desinfló con su nombramiento como cónsul en Miami, Estados Unidos.
Alejado de los temas de seguridad y enfocado en su rol de diplomático, la idea de ser director de la Policía era algo que ni siquiera se le pasaba por la cabeza. Desde Estados Unidos veía cómo Colombia vivía aterradoras escenas de orden público, como el secuestro de 78 policías en la vereda Los Pozos, en Caquetá, donde fue asesinado un subintendente.
Ese episodio, sin pensarlo, le abrió el camino a Salamanca para su inesperado regreso. El saliente director de la Policía, el general Henry Sanabria, en entrevista con SEMANA, entregó unas explosivas declaraciones que incomodaron al alto Gobierno, según le indicaron varias fuentes a SEMANA.
Una de esas, la que más pesó, fue haber aceptado que los policías del Caquetá habían sido secuestrados, cuando el ministro del Interior, Alfonso Prada, había dicho que se trataba de un cerco humanitario. También levantó ampolla haber revelado que el ministro Prada se canjeó por los policías.
A este malestar se sumó haber manifestado públicamente sus radicales posiciones religiosas y hablar de exorcismos en la Policía, al igual que haber mencionado el número de uniformados contagiados con VIH dentro de la institución. Así lo confirmó su exjefe, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, quien reconoció que “cuando las creencias religiosas se expresan en acciones institucionales, aunque el propio general Sanabria no lo quisiera así, esto tiene una repercusión en todo el manejo de la institución”.
La salida de Sanabria estaba cantada. El alto Gobierno, incluido el presidente Petro, se encontraba en República Dominicana cuando conocieron la entrevista con SEMANA. El mandatario ni se inmutó, pero quienes lo acompañaban dieron por hecho que esta era casi una renuncia, un paso al costado. Decisión que se hizo formal de voz del ministro Velásquez, casualmente el martes de esta semana en el evento de condecoración de los policías secuestrados en Caquetá, hecho que fue transversal en la salida.
Mientras los asuntos con la Policía estaban al rojo vivo en Bogotá, Salamanca, de manera paradójica, llevaba una vida tranquila de diplomático. Venía a Colombia y asistía a reuniones en la Cancillería en la capital del país, como, por ejemplo, una reciente en la que se trató el tema de repotenciar el papel de la mujer en el exterior. Así quedó documentado en un encuentro que sostuvo el oficial hace unos días en el Palacio de San Carlos.
Pero el martes 11 de abril, ya con Sanabria enterado de que su salida era un hecho, Salamanca recibió una llamada del alto Gobierno pidiéndole que viajara de inmediato a Colombia. No es cierto que supiera de la misión para la cual estaba siendo llamado, creía que se trataba de temas diplomáticos, pero la cita no era en la Cancillería, sino en la Casa de Nariño. En el palacio presidencial, funcionarios del Gobierno le dijeron que luego de varias reuniones y análisis habían tomado la decisión de que fuera el nuevo director de la Policía.
Acompañado siempre de su hijo, el general Salamanca salió de inmediato rumbo al Ministerio de Defensa, en donde lo esperaba el ministro Iván Velásquez, con quien se reunió para recibir las primeras indicaciones para su nueva misión.
Terminado el encuentro con el ministro Velásquez, vestido de civil, con un traje azul, el general llegó a la Dirección de la Policía, en donde lo estaba esperando el general Henry Sanabria. Se trataba de otro empalme, esta vez para que él se pudiera volver a poner el uniforme de policía que ya había colgado.
A su llegada, varios uniformados vieron con extrañeza que el general Salamanca llegara de un momento a otro a la oficina del director sin cita previa. Luego de la reunión con el general Sanabria, Salamanca se dirigió a la sala de crisis de la Policía, desde donde hizo la primera teleconferencia con los directores de unidad. Allí dejó entrever cómo será su administración.
Se mostró honrado por volver a la Policía, también les dijo a los presentes que su prioridad sería la seguridad ciudadana, el bienestar de los uniformados de la base y designar en los cargos más sensibles a oficiales expertos. “No vamos a poner espejo retrovisor”, les dijo el nuevo director a sus subalternos.
Salamanca, administrador de empresas y policial, con especializaciones y maestrías en seguridad nacional, es definido por conocidos como un general pausado, analítico, sereno en la toma de decisiones y con gran potencial de liderazgo. Su primera misión será recomponer la moral caída de los policías.