“Chao, mamá, te amo”, se escuchó decir a un niño de 2 años muy cerca del ataúd donde yacía el cuerpo de Isabella Mesa, la joven de 19 años asesinada por Sebastián Villegas en el barrio Doce de Octubre de Medellín. Su cadáver fue encontrado en una maleta.
Esa voz era la de Maximiliano, el pequeño que asistió al velorio de su mamá, acompañado de su abuela, Sandra Mesa. Viajaron juntos desde León, México, a la ciudad de la que un día se llevaron a Isabella con la idea de que creciera en un lugar mejor.
“La abuela fue la que crio a Isabella. Ella la cuidaba mientras yo salía a trabajar. Fui madre soltera y a sus 15 años me la llevé a México por el ambiente tan pesado en el que vivíamos en Medellín”, relata la mamá de la joven víctima en SEMANA.
La última vez que Maxi vio a su mamá fue a través de una pantalla, justo el día antes de ser encontrada con 24 puñaladas, amarrada de pies y manos, metida en un costal y escondida en una maleta en la casa de la pareja de Isabella. “El niño estaba muy enojado con ella porque lo había dejado”, dice Sandra.
Isabella Mesa volvió a su tierra antioqueña con la ilusión de irse a vivir con su novio, Sebastián Villegas, un soldado de 21 años que prestaba servicio militar en el Batallón de Ingenieros para el Combate n.°4 General Pedro Nel Ospina. Se conocieron en un colegio de Copacabana hace varios años. Volvieron a tener contacto cuando Isabella terminó la relación con el papá de su hijo, irónicamente, cansada de la celotipia.
“Isabella se desestabilizó cuando terminó la relación anterior. Ella no tuvo papá. Siento que se refugiaba en el amor de un hombre, buscando ese amor que le faltó. La veía emocionalmente perdida”, dice su mamá.
Cuenta que Sebastián era peor. Con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que lo dominaban los celos, que era posesivo y amenazante. La relación a distancia era la excusa que usaba para controlarla. “Le prohibía interactuar con el papá del niño, le decía que le mandara un video de la conversación de WhatsApp, la obligaba a compartirle la pantalla en las videollamadas para revisarle el celular”.
Según dice Sandra, cuando Isabella le manifestaba que esas actitudes no le gustaban, Sebastián lloraba y le pedía perdón por sus inseguridades. “Le decía que no podía imaginarla con alguien más, que le provocaba morirse de solo pensarlo. Un día le dijo que si se daba cuenta de que hablaba con otra persona, no le importaba matar al que fuera, incluso a ella. Le contó que, supuestamente, mató a su mejor amigo porque le robó”.
Sandra nunca conoció al asesino de su hija personalmente. Sin embargo, no necesitó de eso para saber que no era el hombre ideal. El día que Isabella le contó que tenía planes para vivir con Sebastián en Medellín le rogó que no lo hiciera. Le recordó la vida que habían construido juntas en México, trabajando con esfuerzo en el comercio de ropa, bisutería y en el modelaje para sacar adelante los planes de la familia.
“Yo era la que le compraba los pasajes siempre. Esta vez, ella hizo todo por su lado y no sé cómo. Me dijo que ya estaba grande y que por favor le cuidara al niño. Como si presintiera que se iba a morir“, relata Sandra entre lágrimas.
Incluso, Isabella mintió sobre el barrio en el que vivía Sebastián. Sandra estuvo atenta y avisó a su familia paisa de la ubicación de su hija. La convivencia de la joven pareja era temporal con los padres de Sebastián, mientras encontraban dónde empezar un hogar juntos.
Todo ese plan cambió cuando los jóvenes se fueron de fiesta a una finca. Según relata una amiga de Isabella a Sandra Mesa, los novios se la pasaron peleando en la reunión, al parecer, por los celos enfermizos de Sebastián. El domingo 28 de enero, la mamá de Sebastián madrugó a misa y volvió a casa sobre las cuatro de la tarde. Se le hizo raro encontrar a su hijo trapeando. Al pedirle una explicación, el hombre contestó sin sonrojarse: “Maté a Isabella”.
En shock, la mamá del soldado empezó a buscar a su nuera mientras su hijo impedía el paso a su habitación, pidiéndole que se fuera porque había hecho algo muy malo y que lo ayudara a escapar. “¿Me vas a entregar, cierto?”, dice Sandra que fue lo primero que le preguntó Sebastián a su mamá cuando la vio salir desesperada.
La señora no dudó en ir a poner la denuncia al batallón, luego al CAI de la Policía y entregar a su hijo a las autoridades, las mismas que encontraron el cuerpo de Isabella. Confirmado el feminicidio, la suegra de la mujer de 19 años buscó la forma de comunicarse con México. Primero, con ayuda de su hija, localizó al papá de Maximiliano, luego a Sandra, que escuchó al otro lado de la línea un terrible presentimiento de la expareja de Isabella.
“Yo siento que algo malo le pasó a Isabella”, le dijo Cristian, exesposo de Isabella, cuando le informó que desde Colombia la buscaban con urgencia y desesperación. Con el corazón acelerado y la incertidumbre de tener razón de su ser más querido, llegó la dolorosa llamada. “Yo lamento darle esta noticia. Mi hijo Sebastián mató a su hija”, le dijo la mamá del soldado por el celular.
El pánico se apoderó de Sandra, el cuerpo no le respondía y lo único que hizo fue gritar, desgarrada, y preguntar: ¿por qué?, ¿qué pasó? “No entiendo cómo esa madre, con los valores que demostró, puede tener un hijo de esa calaña. Me explicó que lo había entregado a las autoridades porque no era justo que una persona a la que Isabella amaba y en quien había confiado le hiciera eso”.
En la audiencia de imputación de cargos, Sebastián se declaró inocente, pidió casa por cárcel, argumentó que le estaban violando sus derechos y negó que fuera un feminicidio. “La mató primero psicológicamente, luego con sevicia la siguió apuñalando cuando mi hija ya estaba muerta”, declara Sandra.
Como si fuera poco, Sebastián se las ingenió para mandar hasta el velorio de Isabella un mensaje a Sandra disculpándose por lo que había hecho. “Ni siquiera me pide perdón. Unas simples disculpas porque se enamoró como un loco. Que lo perdone Dios”.
Sandra no quiere que su hija sea una cifra más. Pide justicia y cero beneficios para el asesino. A Isabella le prometió que a Maximiliano no le faltará nada. “Se me quitaron las ganas de vivir, pero voy a seguir adelante porque debo cuidar a mi nieto y a mi otro hijo”. Maximiliano cumple años el próximo 12 de febrero. El regalo que le quiere dar Sandra es contarle que el encargado de quitarle la vida a su mamá cumplirá una condena ejemplar.