Andrés* es un joven de 25 años de edad, universitario. Reconoce que cuando sale a sitios de rumba en la Zona Rosa o en el centro de Bogotá consume algún tipo de estupefaciente que van desde la marihuana hasta la cocaína rosada. El joven asegura que le gusta todo tipo de música para entrar en ambiente, pero es claro al decir que cuando está prendido, tras ingerir varios shots de licor, acude por lo general a algún derivado de la cocaína o alguna sustancia sintética para mantenerse “firme” en la rumba.

Lo que no sabe Andrés es que la droga que está consumiendo lo puede llevar a la muerte por la letal mezcla que están haciendo los jíbaros para rendirla, potenciar el efecto y obtener mayores ganancias económicas, sin importar la salud de sus clientes. SEMANA conoció el estudio más reciente de la Policía de Bogotá sobre la composición de los estupefacientes que se venden al menudeo en diferentes localidades de la ciudad.

Las muestras se recogieron en todos los estratos, zonas de rumba, entornos educativos y laborales. Los resultados son alarmantes. A través de un trabajo de infiltración, la Sijin recopiló miles de pruebas y las llevó al laboratorio de la Policía, donde se individualizan los componentes químicos de los estupefacientes.

Las bandas de microtráfico en Bogotá marcan sus mercancías para imponer su control territorial y evitar que nuevos actores ingresen a sus zonas.

Se encontró que las estructuras dedicadas a la comercialización al menudeo están mezclando la cocaína con seis clases de analgésicos que son usados en tratamientos médicos (Tolicaína, Levamisol, Lidocaína, Fenacetina, Aminopirina y Levetiracetam, este último es un medicamento para evitar las convulsiones).

Mezclas que, según el agente de la Sijín que coordinó la investigación, pueden ser mortales al combinarlas con licor y generan problemas en la salud como afecciones cardiovasculares, enfermedades cancerígenas, infartos y episodios psicóticos. Pero la cocaína no es el único estupefaciente que muestra cambios en su composición.

Consumo de drogas combinadas en Bogotá.

Las ketaminas (usadas para la depresión) y anfetaminas están siendo adulteradas para maximizar sus efectos, que van desde la euforia y la hiperactividad hasta la autosatisfacción. Picos emocionales que conducen a la adicción. El estudio arrojó que los jíbaros están mezclando estas ketaminas y anfetaminas en una sola cápsula para potencializar sus reacciones químicas cuando son ingeridas, justamente con el propósito de convertir en adictos a los consumidores. Una forma criminal de ganar clientes permanentes.

La combinación de estas dos sustancias, según el agente de la Sijín, produce un efecto intenso, un pico emocional de breve duración, seguido de una sensación de ansiedad una vez que el efecto desaparece. Esto suele llevar a quienes las consumen a adquirir una nueva dosis.

Discotecas en Bogotá | Foto: GUILLERMO TORRES

Por localidades se encontró que en Teusaquillo, Barrios Unidos, Chapinero, Usaquén y Suba, zonas donde existe un amplio número de bares y discotecas, las drogas sintéticas (mezcla de diferentes químicos) mandan la parada y se venden entre 180.000 y 350.000 pesos. En contraste, en Bosa, Kennedy, Fontibón y Engativá se evidenció que el consumo es de drogas más económicas como el bazuco, con un valor entre 3.000 y 5.000 pesos por papeleta, y las anfetaminas, entre 50.000 y 70.000 pesos.

En las localidades del centro (Santa Fe, Mártires y Candelaria) también varían los precios. La cocaína oscila entre 10.000 y 20.000 pesos, ácidos desde 20.000 y bazuco hasta 5.000 pesos. “Las ketaminas y anfetaminas son drogas emergentes, mal llamadas drogas recreativas, y son sustancias que se usan de manera clandestina para generar efectos más potentes a las drogas clásicas que alejan al consumidor de la realidad y le produce alucinaciones”, dijo a SEMANA el doctor Pedro Granja, especialista de la Universidad de Buenos Aires.

Consumo de drogas.

Añadió Granja que el consumo frecuente de estas sustancias puede repercutir en la salud de los pacientes cuando son sometidos a procedimientos médicos como cirugías. “A veces presentan episodios psicóticos que no son normales, y al indagar se establece que son derivados del consumo de estas sustancias”, señaló.

Entre los aspectos más alarmantes que encontró la Policía está que para hacer estas mezclas no se necesita de grandes laboratorios o de expertos en química. Los expendedores hacen los rudimentarios procedimientos en la cocina de sus casas, en baños o sótanos.

Allí muelen las pastillas, las convierten en polvo y sin ningún conocimiento médico o químico hacen la peligrosa fusión, poniendo en riesgo la vida de miles de personas. Hay que mencionar que, en diferentes allanamientos de la Policía a las denominadas ollas de vicio, se han encontrado prensas manuales con las cuáles los dealers transforman el polvo mezclado en cápsulas listas para comercializar.

“También encontramos que en algunos casos las muestras no arrojaron positivo para estupefaciente, es decir, que los dealers venden esencias, colorantes o polvos y les hacen creer a sus clientes que les están vendiendo cocaína, perico y anfetaminas, entre otros”, dijo la investigadora.

Impunidad otra de las situaciones preocupantes que arrojó el estudio y que prendió las alarmas es la impunidad por falta de legislación para poner tras las rejas a quienes se encargan de vender la droga en pequeñas dosis.

En medio de la investigación se encontró que varios expendedores cuentan con más de 20 procesos por tráfico de estupefacientes, pero siguen en las calles al lado de colegios, parques, universidades y discotecas vendiendo el estupefaciente.

La general Sandra Hernández, comandante de la Policía de Bogotá, anunció una ofensiva contra el narcomenudeo. | Foto: ESTEBAN VEGA LA ROTTA PUBLICACIONES SEMANA

“Se necesita que haya una legislación más fuerte para que estas personas no sigan impunes en las calles”, reconoció la investigadora de la Sijin. Aunque en la ciudad son varias las estructuras criminales que se encargan de la venta de estupefacientes al menudeo, el estudio de la Policía arrojó que son 16 grandes bandas las que están esparcidas por Bogotá controlando el negocio criminal.

Esta conclusión, según la autoridad, se logró al decomisar las papeletas o empaques donde vienen los estupefacientes, los cuales son marcados con números o siglas para identificar cuál es la estructura dueña de la mercancía. Dentro de los códigos se han encontrado los números 213, 777 o 111.

“Los consumidores están comprando estupefacientes cuyos ingredientes desconocen y mezclar este tipo de drogas puede generar una mayor adicción en las personas y, en casos más graves, la muerte por sobredosis”, dijo la investigadora a SEMANA.

En lo corrido del año, de acuerdo con cifras de la Policía de Bogotá, han sido capturadas cerca de 5.000 personas por tráfico de estupefacientes al menudeo, muchas de ellas han quedado en libertad por el complejo sistema judicial del país. Dentro de las muestras, indicó la Policía, no se evidenció la mezcla de fentanilo con otras sustancias. *Nombre cambiado.