Una grabación realizada por un agente encubierto de la DEA en la que se escucha cómo se pretendía traficar 300 kilos de cocaína líquida en botellas que aparentaban contener productos veterinarios es la piedra angular de la investigación que permitió desmantelar una organización de narcotraficantes en el Valle del Cauca.
Esta trabajaba de la mano con el poderoso cartel de Sinaloa, en México, y puso en el radar a Jaime Hernán Velásquez, un controlador aéreo que formaba parte del engranaje criminal y que deberá responder ante una corte estadounidense.
En la conversación, CS-2 –nombre clave del agente encubierto– preguntó sobre casos de éxito, a lo que su interlocutor respondió que en varias ocasiones había enviado esas botellas por un servicio de transporte marítimo comercial particular, pasando sin problema por Miami y Cincinnati, en Estados Unidos, antes de llegar a su destino final en Portugal.
El hombre, que hablaba muy seguro del tráfico de estupefacientes, terminó sellando el negocio, no sin antes autoelogiarse por los contactos que tenía en el puerto de Buenaventura, así como en Lázaro Cárdenas, en México. Para demostrarlo se comprometió a añadir 100 kilos de cocaína al negocio.
Los documentos, conocidos en exclusiva por SEMANA, señalan que Velásquez aparece en varios expedientes como pieza fundamental en el movimiento de avionetas repletas de cocaína con el sello del cartel de Sinaloa rumbo a Estados Unidos y a Europa. Para lograrlo infiltró a funcionarios de la Aeronáutica Civil en Bogotá, Medellín, Pereira, Villavicencio y Nariño. Así se convirtió en un personaje crucial para el cartel mexicano y en un objetivo de alto nivel para las autoridades, por lo que no se ahorraron recursos a fin de seguirle la pista.
Con cooperación de la DEA, tres agentes encubiertos se hicieron pasar por narcotraficantes para llegar hasta su lujosa casa en Cali. Todo quedó registrado en audio y video. No fueron pocas las reuniones de Velásquez con los potenciales clientes. En una de estas les detalló que, pese a los temores por la presencia de “guardias de seguridad en los puertos, estos no interfieren con las actividades relativas a la cocaína”, demostrando tener el control.
En la Ciudad de México se llevó a cabo la “transacción de cocaína”, con una cantidad de 400 kilogramos y estableciendo la ruta “desde el puerto de Lázaro Cárdenas, México, hasta la capital, y luego por camión a los Estados Unidos, por una comisión del 20 por ciento del cargamento de droga”, reseñó uno de los agentes de la DEA.
“La cocaína debía transportarse a través de la frontera a los Estados Unidos para su entrega final en la ciudad de Nueva York”, aseguró el escrito de acusación, citando a los agentes encubiertos.
Como si fuera poco, Hernández llevó a los dos clientes al laboratorio ubicado en Cali para finalizar la transacción. Otro agente participó en la reunión en la que también estuvo una persona conocida con el alias de Pelo, quien indicó que el laboratorio producía cuatro toneladas al mes. Tan confiados estaban que dejaron que sus clientes grabaran absolutamente todo. Estas pruebas se convirtieron en el tiquete de extradición de Velásquez, quien vivirá varios años tras las rejas en Estados Unidos por delitos como concierto para delinquir y tráfico de drogas.